Martha Mifflin vive en un dúplex frente a uno de los colegios de mujeres más exclusivos de Lima. En ese colegio, el Santa Úrsula, estudiaron primero ella y sus dos hermanas; luego, sus dos hijas; ahora, sus nietas. El departamento que comparte con su esposo, el abogado Álvaro Llona, tiene un extraño aire a casa antigua –de esas con baño de visitas bajo la escalera–, aunque el edificio es bastante moderno. Sin darme cuenta, he percibido uno de los indicios del pragmatismo de Mifflin: “esta era mi casa de casada, la tumbamos e hicimos el edificio”.
Martha es una mujer de 75 años con una energía que pocas personas conservan después de cumplir los 40 y tener cinco hijos. En la grabación de nuestra conversación, el sonido de su voz compite con el de las dos pulseras metálicas de tres centímetros de ancho que lleva en la muñeca izquierda. Mientras habla, ofrece bebidas, cuenta anécdotas y se ríe mucho. De inmediato entiendo que una mujer como ella es la única que puede criar cinco hijos, tener una radio durante 31 años, un programa radial durante 40 y practicar hasta el día de hoy bicicleta de montaña.
En la sala, un piano marrón de cola corta complementa el juego de sillones floreados y una asombrosa cantidad de lámparas y alfombras que hacen aun más difícil creer que estoy en un departamento y no en una casa de decoración tan longeva como su arquitectura. Una hora más tarde, sabré que fue con ese mismo piano de cola corta que las hermanas Mifflin aprendieron a tocar desde los cuatro años. Martha, practicando sus arpegios en medio de la noche, provocaba las quejas de los vecinos y el insomnio de su madre, que dormía en el dormitorio encima de la sala de piano y la hacía callar golpeando el piso con el pie.
En una de las fotos que se exhiben sobre el piano como un pequeño bosque de marcos rectangulares, Martha aparece tocando el mismo piano a los 11 años. En blanco y negro, la Martha niña sonríe a la cámara mientras sus dedos reposan sobre el teclado.
Casi 65 años después de tomada esa fotografía, Martha Mifflin se precia de ser responsable, en Lima, de una de las instituciones culturales más establecidas del país: Radio Filarmonía, 102.7, F.M. Filarmonía es la única radio peruana que transmite, las 24 horas del día, lo que Mifflin llama “música culta, erudita y folklórica”. Ella es directora ejecutiva de la Asociación Cultural Filarmonía, y es quien se dedica a tiempo completo no solo a que la radio funcione, sino a que tenga los fondos necesarios para la transmisión.
Así, tiene a su cargo a 20 personas que conforman el staff de la Asociación, y 27 productores independientes que realizan los programas. Para mantenerse activa, Filarmonía recibe donaciones de empresas, universidades e institutos, y también de personas que aportan desde 10 soles hasta 100 dólares al mes –o más–. A pesar de sus 31 años de actividad, Radio Filarmonía sigue funcionando a partir de un planeamiento anual, porque sus fondos no son fijos.
Por eso, mucha de la energía de Mifflin durante los primeros meses del año es dedicada a la recaudación de fondos:
“No quisiera usar el término ‘campaña’. Hay que darle otro sentido a lo que estamos haciendo: no es una campaña en la que un día te des cuenta del vacío que significaría para el Perú que esta radio cultural ya no funcione más, y que ese día dones algo. Lo que necesitamos es que nos ayuden a que la radio tenga permanencia. Necesitamos muy poco, pero que sea continuo.”
Este año, Radio Filarmonía se encuentra en una doble encrucijada. Por un lado, tras celebrar a lo grande los 30 años de actividad en 2014, la radio debe proyectarse a los próximos 30, tratar de encontrar la forma de asegurar su continuidad. Por otro, la Asociación deberá mudarse de local después de 15 años en la misma casona de Barranco.
Esa mudanza implicará la movilización del archivo de Radio Filarmonía, que cuenta con 100 mil horas de música y charlas coleccionadas desde la fundación de la radio, en 1984. Casi once años y medio de sonido ininterrumpido de los que solo una fracción, el Archivo Perú, está en formato digital.
“El Archivo Perú está en el servidor y listo para bajar, a disposición de todo estudiante, estudioso o interesado en la música peruana culta, erudita, folklórica. No solo son grabaciones de música, sino también charlas sobre la música y literatura peruana: las voces de los compositores y los autores más importantes.”
Filarmonía, pues, no es solo una radio. Además del Archivo, la Asociación organiza hace ya tres años el Concurso Nacional de Canto Lírico –que se está consolidando como herramienta para el impulso de las carreras de sus ganadores–, una orquesta de cámara que realiza conciertos en distintas zonas de Lima –por ejemplo, tocaron este jueves en Plaza Lima Norte–, transmite en vivo las óperas del teatro Metropolitan de Nueva York y tiene un programa de una hora diaria en Radio Nacional, llevando la música de Filarmonía a todo el Perú.
Cuando Martha tenía 13 años, se quedó un día enferma en cama escuchando Radio Selecta. Ese día, escuchó por primera vez una obra que marcaría su carrera: Carmina Burana, de Carl Orff, “una cosa exquisita, rarísima. Fui al teléfono a llamar a la radio y me enteré del nombre”. Fue también en Radio Selecta donde Martha Mifflin empezó su carrera radial, hace 40 años. Desde 1974, produjo y dirigió el programa Musiciana, que existe hasta hoy en Radio Filarmonía, que se fundó 10 años después.
La ambición que guía a Martha y su trabajo en Filarmonía es clara: “alimentar el espíritu con paz y tranquilidad; permitirte cerrar las lunas del auto para huir del mundanal ruido; ser una opción más en el dial: entre el hip hop, la salsa romántica y el reggaetón, la posibilidad de quedarte pegado con una obra de Bach, Beethoven o Wagner”.
Por suerte para el Perú, Martha Mifflin es una mujer que consigue sus objetivos. Cuando tenía unos nueve años, empezó a tocar el acordeón. Ya tocaba el piano y cantaba en el coro escolar, pero el padre de Martha le concedió el deseo e hizo traer un instrumento desde Italia (“fuimos al Callao a ver cómo bajaba del barco”). No hizo mal: desde los 11 hasta los 21 años, Martha participó en los cinco Concursos Nacionales de Música que hubieron durante la década de 1950.
“En los cinco, salvo uno, que salí segunda, gané. El instrumento todavía lo tengo acá, pero el acordeón nunca fue mi favorito. Lo que me gusta es el piano, y cantar. Pero fue con el acordeón que tuve posibilidades.”
Desde la creación de la Radio, Martha escucha mucha más música de la que hace. Aun así, encuentra tiempo para ser voluntaria en el Coro Nacional y participar en conciertos. Radio Filarmonía es ‘su bebé’, un bebé que crece pero no se independiza, que continúa exigiéndole soluciones creativas a problemas obtusos pero cuya continuidad está garantizada casi hasta fin de siglo –si es que sigue consiguiendo financiamiento–: el convenio con el Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú, que les provee la frecuencia en el dial, dura 99 años.
La extraordinaria combinación entre pragmatismo deportivo y romanticismo musical que conforma la personalidad de Martha Mifflin se ve recompensada cuando la Radio crece, las encuestas muestran un público cada vez más diverso y los ganadores del Concurso de Canto Lírico obtienen papeles en las óperas de Roma. Ojalá esas recompensas nos duren aun muchos años.
Para aportar a la continuidad de Radio Filarmonía puedes acercarte a cualquier oficina del Banco de Crédito o solicitar el recojo de la donación en tu domicilio. Lee las instrucciones y entérate de los beneficios aquí.
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