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"Mis amigos me dicen que tengo que sufrir para seguir produciendo..."

Una conversación con el historietista David Galliquio, autor de 'Lito, el perro', sobre cómics, desamor, sobrevivir dibujando y su adaptación al cómic de 'Barrunto', novela de Juan José Sandoval.

Publicado: 2015-03-07

En su blog, David Galliquio se describe a sí mismo así: "soy solo un monstruo anormal que lo único que sabe hacer en esta vida sin sentido es dibujar para mí mismo". Pero lo que el creador de la ya emblemática historieta Lito, el perro hace realmente es dibujar para todos nosotros. Pocos autores de cómics han logrado crear un universo propio tan consistente como el de Galliquio, en el que la realidad nacional se ve reflejada sin concesiones y donde a la vez hay un espacio para todas las cualidades que redimen a los seres humanos.

Las historietas y personajes de Galliquio han aparecido en publicaciones nacionales como Crash Boom Zap y Carboncito, además de su propio fanzine, La mosca. En el 2009 publicó con el sello Contracultura una compilación de las historietas de Lito, el perro. Actualmente prepara, nuevamente junto a Contracultura, una adaptación de la novela Barrunto, de Juan José Sandoval.

Conversamos con Galliquio acerca de sus inicios en el cómic, la imposible madurez de Lito, el perro, su visión del amor y, por supuesto, cómo es vivir para dibujar (y viceversa).


Empecemos hablando de cómo te acercaste a los cómics. Tengo el recuerdo de haberlos visto por primera vez en el legendario 'Crash Boom Zap'.

En esa época no existía el Internet, así que uno accedía al cómic a través de revistas ocasionales. Nunca supe como las conseguíamos. Tenían chicas desnudas, pero a mí lo que más me llamaba la atención eran los cómics. Recuerdo que las Playboy tenían en la parte de atrás dibujos de Harvey Kurtzman y Gilbert Shelton, creador de Fabulous Furry Freak Brothers. Yo era fanático. Me acuerdo que me conseguí una solo para ver el cómic de atrás. Suena raro, pero es la verdad.

FOTO: VALENTINA PÉREZ LLOSA / LAMULA.PE

De chico siempre estaba dibujando. Pero empecé con los cómics cuando entré a la secundaria, junto con el comienzo de mi adolescencia. Me gustaban mucho los cómics de Conan el bárbaro, el Pato Donald y por ahí me caía Periquita o Mafalda. Pero no me agarraban mucho, como para querer hacer una historieta.

Aunque siempre me imaginaba cosas. Una vez mi vieja me llevó al cine y me quede enamorado de El zorro y el sabueso de Disney, específicamente del zorro. Lo paraba dibujando. Creo que la historia era muy tierna y en esa época yo estaba medio sensible.

Pero en tus cómics eso está presente. No se sí ternura, pero si virtudes esenciales de los seres humanos; a pesar del contexto que puede ser muy violento y decadente. Por ejemplo en 'Lito el perro', siempre hay una valoración sincera de la amistad.

Me hubiese gustado agarrar mis dibujos y dárselos a un psicólogo; tal vez me ayudaría. De pequeño he sido un niño aislado, pero no porque odiara la sociedad. Sino porque me encantaba dibujar, estar en mi mundo. Después de tanto dibujar al zorro, este ya no parecía un zorro sino un perro. Eso, sumado a la influencia de Mickey Mouse y toda la onda de Disney en blanco y negro, hizo que me diera cuenta que podía ser un personaje. Lo simplifiqué y me salió Lito. Y esa era como mi marca en el colegio, porque en los clásicos slam siempre estaba Lito diciendo 'paz y amor' o lo que fuera. Entonces la gente ya lo reconocía, también lo pintaba en las calles. Y así empezó, empecé a dibujar aventuras para Lito. 

En la secundaria, tenía una profesora de orientación vocacional muy influenciada por la onda fanzinera. Aunque nosotros no sabíamos que era lo que significaba eso, ni siquiera sabíamos que era un fanzine. Ella nos agrupó y nos hizo hacer lo que en buena cuenta era un fanzine. Algunos hacían de reporteros, ponían noticias de su vecindario o de la tele. Eso tenía que incluir una tira cómica y entonces sin querer empecé a publicar a Lito el perro, que era lo único que dibujaba en esa época. Era bien loco, porque no nos dábamos cuenta de que lo que estábamos creando era un fanzine. Daría lo que sea por retroceder en el tiempo y rescatar todo eso que hicimos, porque fueron como cinco o seis números.

FOTO: VALENTINA PÉREZ LLOSA / LAMULA.PE

Cuando terminé el colegio lo que yo quería era dibujar y sucedía lo clásico, tu viejo quiere que seas doctor o abogado. Yo estaba convencido de que me iban a apoyar para ir a Bellas Artes, ya me veía con los pinceles. Pero nada, no tuve su apoyo. Me peleé con mi viejo, mi vida se volvió caótica.

Años antes, recuerdo una tirada de pera con los amigos del colegio en la que nos fuimos a la playa, porque no sabíamos que hacer. Entonces un amigo dijo 'vamos a mi casa, en mi casa no hay nadie'. Ya en su casa, mi amigo me llevó al cuarto de su viejo y fue un momento de quiebre para mí. Las paredes estaban llenas de afiches de los Beatles, los Rolling Stones, The doors y Jimi Hendrix... Yo con las justas, porque era lo que escuchaban mis hermanos, sabía quién era Billy Joel, Phill Collins y Michael Jackson. Escuchar esos vinilos y casetes cambió mi vida. Dentro de todas las cosas que tenía su viejo había un libro de comics. Eran cosas alucinantes para mí; la onda del cómic underground español de los ochentas, la gente de El víbora.

© DAVID GALLIQUIO

Me enamoré de ese libro y el viejo era recontra cool, mucho más que mi amigo. Esas revistas no se conseguían acá, así que luego empecé a ir a su casa no para buscarlo a él sino a su papá. Y congeniamos, me contaba sobre los sesentas, de Robert Crumb y toda la onda de cómics española. Fue una cachetada. Y en ese momento me dije que eso era lo que quería hacer. Pero en ese momento no sabíamos que había otro loco dibujando por allá, todo era distinto. En esa época eran como islas. Hasta que la ONG Calandria empezó con los concursos de historieta en los noventas. Ahí conocí a todos, a Cherman, a Markus, a Álvaro Portales... Gente que ya estaba metida en eso. Gracias a esos concursos termine de introducirme en el mundo del cómic y el dibujo. Claro que no era como ahora, que tienes una ventana en internet para exhibir tus cosas. Estabas esperando constantemente ver quien iba a sacar un fanzine, para poder publicar ahí. En Crash Boom Zap fue un poco así también.

Me imagino que en ‘Crash Boom Zap’ ya empezaste a trabajar con más regularidad también.

En realidad sí, queríamos eso. Yo pensaba que era como trabajar en la Marvel. Pero en realidad era una reunión de locos, un número salía cada seis meses. Entonces no había esa regularidad o es continuidad; de estar dibujando constantemente. Claro, cada uno lo hacía por su cuenta. Pero hubiera sido genial que sea una publicación semanal o mensual. Entonces cuando uno venía con toda esa adrenalina y veía que no era tan regular, buscabas otros fanzines para publicar. La diferencia con Crash era que sacaban 10 mil ejemplares y se distribuía hasta en provincias, lo que en esa época era un logro. Los otros fanzines en los que publique tenían un tiraje menor. Crash era gratuito además y llegaba más rápido a la gente.

© DAVID GALLIQUIO

Luego de ‘Crash’, empezaste a sacar tus propios fanzines.
En realidad, conocí a los amigos de Carboncito, que empezó en el 2001. Les propuse algunas cosas, pero ellos sugirieron hacer historias más largas de Lito. Al principio tenía un poco de miedo, los temas eran ya muy putrefactos.
Pero está eso que te decía. Hay este comic que me gusta mucho 'La alienígena que vino a cenar'. Yo le regalé ese cómic a una chica que me gustaba y luego me puse a pensar: '¿por qué regalarle algo como eso?' Porque tiene todo este contexto crudo, subterráneo. Pero a la vez contiene la esencia del amor. Ese es tu sello personal y está también en el trazo de tu dibujo.

Cuando hice lo de la alienígena, fue en mi fanzine La mosca; que salió porque tenía muchas cosas que decir y cuando colaboras con otras publicaciones siempre hay un límite. La idea de ese comic viene porque siempre me ha gustado Chilca, he ido varias veces para ver ovnis, pero nunca he visto nada. Además estaba atravesando un periodo romántico con una chica, pero en realidad lo que me interesaba era contar la historia de cómo era enamorarse de alguien que no era tan bella. Es más, la alienígena es medio andrógina no sabes si es macho o hembra. Te quedas con esa duda; esa era una forma de decir que lo que importaba era el amor, no las apariencias. A partir de eso y mis viajes a las lagunas de Chilca empecé a imaginar la historia. Decidí que no sea tan romántica, que tenga todos los ingredientes: ciencia ficción, amor, sexo, desilusión... era un poco difícil combinar todo eso. La idea era que el amor es tan lindo que lo físico queda de lado, esa es la esencia de la historia. Y claro también, que nunca puede haber un amor perfecto. Los personajes se amaban, pero al final no se quedan juntos. También yo estaba atravesando eso; amaba a una mujer que lamentablemente no estaba en la misma dirección que yo. Quizá todo eso, más mi experiencia dio pie a esa historia.

Pero gracias por lo de la ternura y todo eso, porque a veces creen que soy un chico malo; en realidad soy súper tierno, soy un osito cariñosito. Detrás de esta careta hay un marshmallow. Creo que todos los que estamos ligados al arte tenemos esa sensibilidad; quizá algunos la tengan más desarrolladas que otros, pero siempre está esa sensibilidad para ver las cosas.

© DAVID GALLIQUIO

Creo que todos son capaces de esa polaridad, ese registro de los extremos.
Es verdad; a veces he estado tan deprimido y esos son los momentos en los que más he producido. Cuando he sido feliz, estaba más enfocado en la felicidad y dejaba de lado el arte. Pero mis amigos me dicen que tengo que sufrir para seguir produciendo. Aunque es malo sufrir, ¿no?
También se aprende sufriendo.
Se aprende mucho.
Decías que luego de ‘Crash Boom Zap’ empezaste con 'Carboncito'...

Y en paralelo saqué mi fanzine, La mosca. Pero rápidamente salte al pro-zine, que es algo más elaborado donde la imprenta mete mano. Yo, que soy un dibujante independiente, todo lo hice de mi bolsillo. Puede que vuelva sacar La mosca, pero para eso tengo que tener un billete. Estuve pensando sacarla en un formato más parecido a un libro. Pero por ahora estoy metido en esta adaptación de la novela Barrunto de Juan José Sandoval.

FOTO: VALENTINA PÉREZ LLOSA / LAMULA.PE

Cuando hiciste la compilación de 'Lito, el perro', ¿tenías miedo de cómo iba a ser recibido?

Sí. Porque mi amigo Markus, había sacado Las aventuras de Caraxo Man y lo hizo de manera más profesional; incluso el libro incluía el glosario de jerga que se usaba en la historieta. Lo mío no era nada elaborado, cogieron todo y lo editaron. No sé si fue mi culpa o de la editorial, pero no me entere de cómo iba el proceso. Solamente dije: 'bueno, si lo quieren sacar perfecto'. Entonces agruparon todo y lo sacaron y ya. Luego me enteré de que no querían darle el ISBN al libro, porque una de las que revisan los libros había abierto el cómic en una escena donde se veían vaginas y tetas. Entonces rechazaron el libro. A la editorial eso le encanto, porque pensaron que traería ventas. Pero uno de los presentadores era Benny Chueca, reportero de Perú.21, cuando se enteraron de eso nos dieron el ISBN. Y los sacaron, yo recién me entere de que estaba listo cuando me avisaron de la presentación en la feria del libro. Y esperaba cuatro gatos en la presentación, pero estaba lleno. Salió muy bien, la gente pedía firmas y todo. 

Me di cuenta de que ese libro era un experimento, porque Contracultura estaba empezando a editar. Y como tuvo buena pegada, empezaron a publicar a otros autores.

© DAVID GALLIQUIO

Pero para ese momento la cantidad de cómics de Lito era inmensa.
Bueno, todo lo que se había publicado en Crash y en Carboncito, que ya en ese momento se había vuelto una revista. Eso sirvió bastante, porque ya la gente esperaba la salida del libro. Es bien difícil crear un personaje y que a la gente le guste. Yo no buscaba eso, quería que fuera un pretexto para mostrar otros cómics que tenía como el de la alienígena o el Negro Alacrán.
El Negro Alacrán es tu personaje más fuera de lugar. O mejor dicho, absolutamente fuera de lugar.
Claro, y a pesar de que salía en los cómics de Lito, empezó a cobrar importancia por sí solo. Tenía otras ideas para él, sobre todo cosas cortas. Cuando saqué La mosca era un poco para demostrar que no todo era Lito. También es bonito que te identifiquen con el personaje. Pero es un arma de doble filo, hay que saber sacarle provecho. Y entonces tienes cosas como: "el autor de Lito, el perro ha creado...". Sirve como un trampolín.
Parte del atractivo es que de algún modo todos tus personajes conviven dentro del mismo universo.

Es cierto. Una vez hice un cómic sobre mi adolescencia que se llama Patas; en el que aparezco yo queriendo ser un famoso dibujante de cómics (eso todavía lo sigo esperando). Y en una viñeta, los tres personajes están en un parque y al fondo pasa Lito diciendo: "quiero follar" o algo así. Pero solo es eso. Quería dar a entender que mientras sucedía eso, Lito estaba teniendo aventuras a la vuelta de la esquina. Como lo que hace Liniers, que mezcla todos sus mundos en uno solo. Ahora, a mí si me interesa enmarcar con determinadas características a los personajes. El Negro Alacrán, por ejemplo, vive con su mamá y su gato y es más filosófico, reflexivo. Mientras que a Lito le gusta parrandear, irse de fiesta. Los personajes son también un escape, yo no puedo hacer lo que hacen ellos pero puedo vivirlo a través de ellos.

© DAVID GALLIQUIO

¿Dirías que han madurado junto a ti?

Sí, han madurado bastante. Lito, por supuesto que no. Pero otros sí; en primer lugar, ya no son tan lisurientos. Dicen cosas que tienen más sentido; mantienen su esencia pero han bajado la intensidad. Por ahí tengo un cómic de Lito medio reflexivo, en el que una ex mujer lo busca para formalizar. Y Lito se pregunta: "¿Hasta dónde voy a llegar con esto?"; se empieza a imaginar con hijos, trabajando. Analiza varias cosas y al final termina siendo el mismo.  

Tengo propuestas para sacar un segundo libro de Lito, con lo que vino después de la primera compilación. Además de eso y la adaptación, estoy trabajando en otra historia larga. Creo que se va a llamar algo como Lito, el perro: Take it easy.

Hablemos un poco más sobre 'Barrunto', la novela que estas adaptando.

Barrunto es una novela que se publicó en el 2005. Y aunque tuvo buena recepción critica, no tuvo tanta pegada comercial. Es un libro corto y breve. Cayó en manos de Contracultura y ellos decidieron convertirlo en una novela gráfica. Juan José Sandoval, el autor, tenía en mente a algunos dibujantes pero no pasaron el casting. El había visto mi trabajo y le mostré un adelanto a partir del fragmento que me había enviado. Le encantó. Al comienzo tenía un poco de temor de que no le gustara, pero fue todo lo contrario. Eso fue un alivio para mí. Lo bueno de este nuevo formato es que uno puede extender la historia. En el libro por ejemplo, se describe una pelea, pero en pequeñas frases y yo lo que he hecho es graficar enteramente la pelea. Hay también escenas si dialogo, que describen la ciudad. Entonces de esa pequeña novela, calculo que el cómic tendrá 140 o más páginas. Porque aún no termino todo y quiero explorar ese final que el libro solo sugiere. Mi intención es que sea consistente.

© David Galliquio

¿Cómo te sientes trabajando con la historia de alguien más?

Al principio fue complicadísimo, porque era como hacer la tarea de otro. Poco a poco le agarre cariño y se volvió algo mío. Es tan mi hijo como de Juan José. A mí me ha gustado especialmente porque la historia se enfoca en este barrista de Alianza Lima; y yo me identifico mucho porque soy hincha y todo ocurre en la Victoria. Ha sido como regresar a mi barrio y ver lo rico que tiene cada barrio, en este caso Matute. Ver lo rico de sus calles, de su gente, de las perspectivas. Ha sido un reencuentro conmigo mismo, porque en términos de cómic estaba un poco alejado del barrio. Barrunto ha sido como volver a casa y, por supuesto, al club de mis amores.




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Escrito por

Andrés Hare

andres.hare@lamula.pe


Publicado en

Redacción mulera

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