El martes pasado, tres adolescentes musulmanas británicas desaparecieron. Una de ellas –Amira Abase (15)– dijo que se iba a un matrimonio, luego envió un mensaje de texto a su padre diciendo que llegaría un poco tarde y nunca volvió. 

Shamima Begum, Amira Abase, ambas de 15 años, y Kadiza Sultana, de 16, parecen haber tomado un avión en el aeropuerto de Gatwick y llegado a Estambul (Turquía) ese mismo día.

Dos días después, una fuente indica que fueron vistas en la ciudad de Tal Abyad, controlada por el Estado Islámico (ISIS). Las autoridades turcas afirman que habrían cruzado la frontera con Siria en un automóvil, con un hombre islámico acusado de hacer pasar personas de Occidente hacia Siria para apoyar la lucha de ISIS. 

Las tres chicas iban al mismo colegio (Bethnal Green Academy) y eran amigas de otra quinceañera que se fue a apoyar a ISIS en diciembre. Después de la desaparición de la primera adolescente, en diciembre, sus tres amigas fueron entrevistadas por la policía británica, que determinó que no estaban en peligro de radicalización.

Shamina Begum parece haber estado en contacto por Twitter con Aqsa Mahmood, una musulmana que en 2013, a los 20 años, huyó de su casa, se casó con un jihadista y envió un mensaje a su familia diciendo que no pensaba volver. En su cuenta de Twitter, que ya no existe, Mahmood publicaba mensajes como “Si no puedes llegar al campo de batalla, acerca el campo de batalla a ti”.

Aunque las estudiantes de la Bethnal Green Academy no tenían acceso en el colegio a Facebook y Twitter, es muy probable que hayan sido radicalizadas por internet. El año pasado, un trabajo encubierto de The Times mostró la facilidad con que las jóvenes musulmanas pueden ser convencidas y llevadas para ser esposas en el Estado Islámico: por internet, dos periodistas se hicieron pasar por chicas de 17 y 19 años.

Tras varias conversaciones por chat, en las que les pedían sus características físicas, entre otras cosas, la personas con la que se comunicaban acordó enviarles el dinero por Western Union, para que se lo entregue la hermana del hombre que lo iba a recoger.

Quizá este sea el método por el que las tres adolescentes se fueron el martes pasado, y también la que desapareció en diciembre, con quien se cree que Amira, Shamima y Kadiza pueden haber estado en contacto durante los últimos meses.

La pregunta sigue siendo cómo llegan a este extremo unas muchachas de 15 años que podrían estar pensando en el chico que se sienta a su costado en clase. The Guardian explica que hay dos factores que afectan o han afectado a hasta 550 niñas y mujeres jóvenes que han viajado desde Europa y Norteamérica para unirse al Estado Islámico: por un lado, son personas que viven en Occidente, pero son criadas por familias islámicas. 

ISIS les ofrece una opción para reafirmar su identidad islámica y liberarse de la influencia occidental, y que podrán llevar una vida adulta independiente de sus padres.

Por otro lado, un estudio del Instituto Europeo de Diálogo Estratégico ha mostrado que las mujeres radicalizadas se alegran y son insensibles a la violencia ejercida en los videos explícitos que les muestra el Estado Islámico por internet. Estos videos llegan junto con alusiones a gatos y Nutella que hacen parecer que el matrimonio jihadista es sencillamente otra forma de vida en la que van a poder participar tanto en la violencia como en la sociedad.

La verdad es que la ley sharia del Estado Islámico –según un comunicado de ISIS traducido por la Fundación Quilliam– les da a las mujeres solamente roles domésticos y de reproducción, pero eso es algo que las redes sociales omiten.

Quizá si tuviésemos más conocimiento directo de la forma de vida real dentro del Estado Islámico sería más fácil prevenir a las adolescentes que, creyendo en una utopía islámica, no se dan cuenta de la violencia que se ejerce no solo contra ‘lo occidental’, sino que también se ejercerá contra ellas mismas.

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