Ciudadano Paranormal: un programa de televisión donde el reconocido ufólogo e investigador paranormal Dr. Anthony Choy entrevista a empleados de instituciones del estado peruano (la Corte Superior de Justicia, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio de Economía y Finanzas, el Ministerio de Trabajo, el Palacio Nacional de Justicia, el Palacio Legislativo del Congreso de la República y el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil) respecto de las experiencias paranormales que han vivido dentro de estos edificios.

Esta es la premisa del video principial de la muestra Ciudadano Paranormal que Gabriel Acevedo (Lima, 1976) realizó para el programa Fisuras del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y presentó en septiembre de 2013. Lo vemos a continuación: 

El trabajo de Acevedo está marcado por un constante cuestionamiento de las construcciones político-sociales en el imaginario nacional y más ampliamente insertado en las ideas de postcolonialismo en Latinoamérica. Ciudadano Paranormal no es la excepción y desarrolla estas ideas de manera particularmente empática con los sujetos que son su materia prima.

Este largometraje fue proyectado por primera vez en nuestra ciudad hace unos días en la escuela de arte Corriente Alterna; esa proyección y una conversación posterior con el artista son el origen de estos apuntes. 

Desarrollaré algunos elementos de este largometraje para tratar de describir brevemente la lúcida radiografía que hace Acevedo del imaginario nacional.

El primero es la atemporalidad como el lugar para producir enunciados sobre el imaginario de la nación. Un programa de television que se desarrolla más bien en el tiempo imaginado de la nación, que no tiene un tiempo-espacio histórico definido. Como dice Acevedo, "eso tiene que ver con el tiempo del museo. Quería que este set fuera también una especie de museo, que el set de televisión fuera también una pieza dentro del museo. [...] Quería que de alguna manera, los entrevistados y el propio Choy fueran como espectros históricos de este museo ficticio."

La pregunta por quién o qué habita realmente los edificios del Estado es el detonante del programa ficticio y es también la preocupación subyacente del trabajo de Acevedo. Pero el largometraje logra, y esa es una de sus más grandes virtudes, desviar las lecturas automáticas o evidentes para invitar a la reflexión sobre el uso mismo de estos temas como motivo. Luego de la proyección y frente a la pregunta de cómo se aproximaron los entrevistados a su participación en el proyecto, o de qué explicación previa se les dio al respecto, el artista respondió certeramente que el proyecto era literalmente lo que decía su descripción. 

Esta aproximación es un enfoque bastante sugerente sobre cómo es posible desarrollar un proyecto de esta naturaleza, sin la tentación de producir a partir de un aparato artificioso determinadas intenciones interpretativas o teóricas. 

Respecto de esto Acevedo comenta: "Sin querer sonar pretencioso, surge de la idea de Marcel Broodthaers de que el arte es necesariamente deshonesto y supongo que se enlaza también con este gesto de Duchamp del tongue in cheek, de hacerse el loco para no decir realmente lo que quieres decir. Más allá de que haya una intención real y de que uno es un mago ocultando el truco, tampoco se trata de eso. Cuando era más joven pensaba que no tenía sentido usar el arte para ejercer un rol crítico, que eso llevaba justamente a leer las cosas como si tuvieran necesariamente una superficie y una interpretación. Hay gente que lo hace muy bien, a mí siempre me pareció medio absurdo. Hasta ahora creo que no soy tan inteligente con la imagen como para lograr ese momento que me gusta de las buenas exposiciones, que trata más de nuestra relación con el objeto artístico y/o nuestra relación con la imagen."

El largometraje muestra, además del relato de las experiencias paranormales de estos empleados del Estado, lo que sucede fuera de cámaras durante las pausas comerciales, haciendo especial incidencia en la naturaleza artificial de su construcción. De este modo logra hábilmente balancear las tensiones entre realidad y ficción, produciendo un híbrido que escapa incluso a la definición de falso documental. Finalmente, se trata de entrevistas reales y las historias que se cuenta son reales en la medida en que los entrevistados dan fe de ellas.

Eludiendo las respuestas políticamente correctas sobre las intenciones que subyacen a este trabajo y la idea de una necesidad de generar preguntas respecto a la naturaleza misma del estado, Acevedo comenta: "Tomando en cuenta el haber crecido muy influido por el contexto de los años de oro de la izquierda peruana y ser hijo de dos personas que eran muy representativas de ese momento, en tanto creían que este gran proyecto utópico se iba a hacer realidad... Desde chico la impresión que tuve de los edificios del estado era la del lugar que se iba a conquistar. [...] Era por supuesto una sensación, no lo pensaba en esos términos. Eso mezclado con el desprestigio del Estado como institución, es que hace surgir la preocupación por determinar qué es esto. Más allá de eso realmente, lo que me interesaba es cuál es la relación con el Estado en tanto imagen, en tanto fantasmagoría. Cómo uno siente al estado en tanto entidad viva, animada."

El Estado, esa entidad fantasmal y desprovista de cuerpo que determina grandes aspectos de nuestras vidas está capturado aquí a través del revés del documento. Acevedo logra documentar las relaciones que establecen los trabajadores del estado con su espacio de trabajo para insinuar las que establecemos todos como conjunto con ese ente gaseoso. Lo que nos queda es la sensación nebulosa de lo que sucede dentro de las entidades y espacios del Estado y es eso probablemente lo único que realmente podemos palpar de esa construcción ficticia; un fenómeno paranormal que habita entre las paredes de viejos edificios y la imaginación de los empleados y funcionarios públicos. 


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