El pasado 19 de septiembre se llevó a cabo en el Espacio Fundación Telefónica un estupendo conversatorio en conmemoración de los quince años de trayectoria artística de la popular drag queen limeña Frau Diamanda. La velada incluyó la presentación del portafolio audiovisual de la artista y una emotiva perfomance en la que Frau estuvo acompañada, en el sonido, por su buen amigo y frecuente colaborador, el músico electrónico Raúl Jardín.
La ex diva New wave actualmente convertida en activista LGBT, gestora cultural y curadora de arte tiene sin duda de qué estar satisfecha: su trabajo ha logrado captar no solo la atención de los medios y de una creciente base de fans, sino también el reconocimiento de más de una institución cultural de prestigio. El Centro Cultural de España, en particular, ha acogido tres exposiciones suyas —Fraumorphing: Experimento de Estética (2004), Gesto: Simulacros de lo Real (2005) y Frau Diamanda: Corpus Delicti Retrospectiva (1999-2009)— y su trabajo ha formado parte de proyectos colaborativos de alto perfil como la Internacional Cuir organizada por la filósofa feminista Beatriz Preciado. La reciente aparición de Frau ante el público habitué de la Fundación Telefónica no hace más que confirmar, por otro lado, la relevancia de su trabajo en el contexto del desarrollo de las artes electrónicas y multimedia en el Perú.
En honor a la ocasión, LaMula.pe conversó sobre todo esto y más con Héctor Acuña, el creador del mito.
- Recuerdo que en la presentación de tu portafolio describiste la experiencia que tuviste con Giuseppe Campuzano, Eduardo Bermejo y otros famosos personajes drag limeños, como “la historia de unos maricas de los 90s”. Lo que me gustaría saber es cómo se da el salto entre la estética drag —que pone en juego un narcisismo histérico, como tú lo has dicho—, y una toma de consciencia crítica del potencial subversivo de lo que estaban haciendo, que es lo que finalmente inscribe sus historias dentro de las coordenadas del activismo político y del arte contemporáneo peruano.
Para Giuseppe y para mí era importante empezar a producir una genealogía marica. Somos parte de una generación que salió del New wave, un medio que nos proporcionó una especie de plataforma para experimentar, porque ahí la androginia es bienvenida, y también el travestismo, hasta cierto punto. Y efectivamente, empezamos a desarrollar una estética absolutamente narcisista, una obsesión con verse bien, con lookearse para la noche, pero a la vez estábamos consumiendo muchas lecturas, íbamos al cine club, todo el tiempo estábamos recibiendo información. Nos interesaba la idea de desarrollar una estética torcida: nos encantaban Almodóvar, Buñuel, el expresionismo alemán. Leíamos a Manuel Puig, a Severo Sarduy. A Copi lo adorábamos. Éramos unas travestis “cultas”.
- Es decir que tuvieron desde el inicio una concepción más bien intelectualizada de lo que es ser drag…
Sí, pero la frivolidad también era muy importante. Y no está mal porque es un rasgo que encuentras, por ejemplo, en el trabajo de artistas como Warhol, Mathew Barney o Ana Laura Aláez. Eso es algo que descubrí después con las lecturas, pero desde el inicio ese narcisismo, esa práctica histérica, era una cosa muy nuestra. Todo el tiempo estábamos buscando ropa, produciéndonos, maquillándonos, experimentando con el cuerpo. Nos desafiábamos entre nosotras. Era muy bacán pero muy duro a la vez porque teníamos que soportar no solo la presión de nuestras propias familias e identidades, sino también la presión de la calle. Pero nos atrevíamos.
Cuando ingresé a la discoteca No Helden, como en el 89-90, ya había una movida muy grande. Había gente intelectual, artistas, fotógrafos. Conocí a Susana Torres, quien tenía una banda que se llamaba Col Corazón o Salón Dadá. Por ahí andaban también Cocó Ciëlo y Mario Silvania. Creo que eso fue un factor determinante para que estos artistas en proceso nos implicaran en sus proyectos: tuvimos la ocasión de hacer sesiones de fotos, colaboraciones, entrevistas, videos.
- ¿De dónde venía esa necesidad de hacer una genealogía marica, como me decías hace un momento?
Porque yo creo que es importante. De repente hay todo un rollo de lo LGBT detrás pero eso es algo que solo podemos ver ahora: en ese entonces no había una reflexión sobre lo queer propiamente peruana. A veces me pongo a analizar y me digo que nosotras hacíamos cosas alucinantes en el 90-91, cuando ni siquiera sabíamos lo que significaba ser queer o que ya había empezado una revolución muy grande en el primer mundo.
- Cuéntame un poco más sobre cómo entran en contacto con el mundo de las galerías de arte. ¿Cuál fue, por ejemplo, el rol de Giuseppe Campuzano en ese proceso?
Giuseppe estudiaba filosofía en la Santo Toribio y yo estaba estudiando traducción literaria en la Ricardo Palma. Creo que esa es una de las razones por las que congeniamos mucho. Él empezó a generar textos a mediados de los 90. Recuerdo que los cuentos que luego formarían parte de su último libro, Saturday Night Thriller, los tengo en fotocopias porque siempre me los daba para que se los comentara. A mí me encantaba Giuseppe. No solo como amigo, sino también como un referente, como alguien que me impulsaba a crear. A partir del 95 empezamos a frecuentar galerías de arte y no tardamos en intervenirlas gracias al contacto con Susana Torres, Gustavo Buntix, Alfredo Márquez y otros artistas que ya nos conocían. Recuerdo que con Giuseppe nos burlábamos mucho de los textos de curaduría porque decíamos: “esto yo también me lo puedo bancar, no es tan complicado hacerse llamar 'curador'”. Ese fue el inicio. Para ese entonces ya me había aburrido del New wave: siempre la misma gente, la misma música, el mismo track repetido y chancado todo el tiempo. Espantoso.
- Imagino que es en ese contexto que empiezas a interesarte también por la movida de música electrónica experimental.
En el 99 Giuseppe me dice que lo habían llamado para hacer un reportaje para la revista Somos. Nos preparamos, nos recontra ataviamos. Lo hizo Jeremías Gamboa. Yo ni siquiera sabía quién era Gamboa en esa época. Salimos con el fotógrafo Lino Estrada a hacer unas tomas y Jeremías salió con nosotras en carro a dar vueltas por Miraflores. Fue muy interesante porque la crónica habla sobre esa salida, sobre la conversación que tuvimos, más que sobre la vida de las drag queens. Como que Jeremías entendió el rollo. Al final solo salió en la revista una foto pequeña porque el look era demasiado fuerte para Somos, pero fue genial porque a partir de allí tuvimos una primera experiencia con los medios. Ya no era solamente una cuestión de explorar tu cuerpo y de verte bien, sino que los medios se empiezan a interesar por ti, tienes tus amiguitos artistas y te llaman. Luego contactaron a Giuseppe para un reportaje que hizo Cuarto Poder. No pude participar en esa ocasión porque me enfermé, pero la acción de Giuseppe fue alucinante porque salía vestido de Madre Patria marchando por la Plaza de Armas. Fue un cague de risa. Y ese tipo de experiencias nos abrieron otras puertas.
En ese tiempo yo tenía un novio que tenía unos amigos de la San Martín de Porres que hacían música electrónica experimental. Un día me invitó a una fiesta en su facultad y ahí fue que conocí a Raúl Jardín y a un chico más de Comas, Omar Ochoa. Me encantó porque yo ya había visto antes a los Jardín en la Alianza Francesa de Jesús María, en un festival de poesía. Unos chicos recitaban mientras que el dúo hacía una música espantosamente terrorífica, tanto así que siempre que tocaban les desenchufaban los aparatos porque nadie los soportaba. Y a mí me encantaba eso. Me encantaba el desafío en el sentido de no ser complaciente. Yo creo que por eso enganché con ellos. Me acerqué conchudo a Raúl Jardín y le dije: “hola, soy tal, hago tal cosa y me encanta lo que haces”. Y él, súper amable, me dijo: “cuando quieras, hagamos algo”. Sí, me pareció increíble. Es que en el New wave hay mariconas, todo está como mezclado, pero saltar a espacios hétero es un poco más complicado. Conocer estas nuevas plataformas para mí fue muy paja porque la gente realmente aceptaba lo que estábamos haciendo, aunque sea a regañadientes.
Al año siguiente, en 2001, el MOHL organizó su primera marcha por el Día del orgullo Gay e hicieron la concentración en la Plaza Francia. Yo llamé a un amigo mío que también hacía drag, Ricardo Arcela, alias La Ava y llamé a Raúl Jardín. Fue muy divertido porque en la concentración estaban todas las mariconas, estaba Paco Ferrer animando, y subí con mi amigo Ricardo a bailar y Raúl se tiró al piso y empezó a tocar. Llegó El Comercio y empezó a cubrir todo. En ese punto nos correteaban los medios. Nos correteó Magaly, el programa de Carlos Cacho, varios diarios de por aquí y por allá. Y como que yo sentía que ya tenía cierto material que mostrar. Finalmente salió en El Comercio una foto de la marcha con nosotras y también unos textos que describían la performance que yo había hecho con Raúl Jardín. Obviamente me encantó que los medios se estuvieran fijando en mí, es natural. Al año siguiente ya me metí de lleno con Jardín y su banda. Iba a su casa en la Avenida Perú y empezamos una etapa de experimentación total. Ellos me metieron a ese mundo del ruidismo.
- Que en ese entonces estaba en plena ebullición en Lima.
- Es una escena que había empezado a finales de los 90 con artistas como Insumisión, Leo Bacteria y Christian Galarreta. El inicio de los Jardín data del 98. Cuando yo me metí en el 2000-2001 había también mucha gente de La Católica: Luis Alvarado, Alan Poma, Pauchi Sasaki. Paraba todo el tiempo con los Jardín y produjimos una serie de trabajos experimentales de microfonía, de performance; ellos me dejaban ser absolutamente. No tenían ningún problema con que yo saliera en portaligas y con esclavos, borrachos, drogada, que golpeara a la gente. Ellos se cagaban de risa. Y eso fue muy liberador para mí y creo que también para ellos. Fue una época maravillosa: se generaban festivales, se alquilaban espacios. Llegué a hacer una intervención en la Católica en el año 2002 para un trabajo de Alan Poma: salí de drag al mediodía en un jueves cultural, leyendo un manifiesto.
- ¿Qué fue lo más loco, lo más ambicioso que llegaron a hacer con Jardín?
Yo creo que el pico fue ese video que mostré en el conversatorio, del primer concierto en La Noche de Barranco, en noviembre del 2002. Siento que algo se quebró en Lima esa noche... Todo se compaginó de tal manera, los actos experimentales, unos ya establecidos, otros aflorando, y toda una movida de gente, de artistas emergentes... Incluso nos vieron ahí los Yuyachkani, con los que tuve luego una bonita conversación.
- ¿Cómo vives el hecho de trabajar directamente sobre tu cuerpo, sobre tu identidad, en tanto que artista?
A veces pienso que el límite se ha roto. Que entre realidad y ficción, entre el personaje de Frau y Héctor se ha disuelto la frontera porque todo el mundo me dice Frau, incluso en mi casa, mis hermanas y mis sobrinos. Cuando empecé me interesaba mucho este rollo de mostrarme y de liberarme en escena, y sentía además que tenía que compaginar de alguna manera la brutalidad y el caos sonoro de Jardín con mi propio cuerpo. Había una catarsis, era abiertamente sexual, usaba mucho lenguaje sadomasoquista, fetichismo, bondage. En las primeras perfos era muy instintivo, no subía a escena con un concepto, subía a explotar. La experimentación siempre ha sido vital para mí: empezar con algo que me brota de adentro, algo que quiero exorcizar y luego sentarme a elaborar conceptos. En ese momento no sabía que estaba haciendo post-porno, que estaba haciendo perfos queer, pero era muy interesante porque sentía que mi cuerpo era como una tabula rasa, un papel en blanco donde empiezas a escribir. Y no se trata solamente de una exploración de tu identidad sexual sino de tomar consciencia de tu propio cuerpo y también de tu calidad de ciudadano.
- Algo que me parece fascinante en tu trabajo y en el de Giuseppe es esa cualidad medio deleuziana, si quieres, que hay en la idea de los “cuerpos mutantes”: esa reivindicación del devenir, de la capacidad de cada quien de reinventarse constantemente y de zurrarse en conceptos como "la naturaleza" y la "esencia".
- Eso viene también de la estética de los 90. Éramos una sarta de locas que estábamos todo el tiempo, compulsivamente, experimentando con nosotras mismas. Y esa transformación, esa mutación corporal dio pie también a una mutación conceptual. Giuseppe empezó a escribir cuentos abiertamente sobre travestis —estábamos muy influenciados por Copi, el escritor argentino-francés cuyos cuentos siempre son sobre travestis— y su trabajo conceptual dio pie, con el tiempo, a la creación del Museo Travesti del Perú. Obviamente somos Deleuzianas, totalmente, pero también somos Copianas, somos Puigsianas, somos Almodovarianas, somos de todo.
- Hablemos ahora de tu contacto con el mundo de la teoría queer.
- Creo que nuestro primer contacto con la teoría queer fue en el 97-98. Giuseppe consiguió un libro que se llama The Drag Queens of New York y que habla de Wigstock, un festival enorme de drag queens que se hace cada año en Nueva York desde inicios de los 80. La promotora del festival se llama Lady Bunny y fue justamente al leer esto que se me ocurrió hacerme llamar “Frau”, que como “Lady” es un título que se coloca antes del nombre.
- Como una suerte aristocracia queer.
Exacto. Ese libro hablaba de toda una tradición de drag queens que se ponen títulos, como Miss Understood y muchos otros personajes. Es decir, ellas también buscaban tener una genealogía propia. En esa etapa yo estaba estudiando alemán y me gustaba mucho la palabra “Frau”, que no solo corresponde al título de señora, sino también el concepto de mujer. En mi etapa New wave ya me hacía llamar Diamanda, por Diamanda Galás, que me gusta mucho, y así fue como llegué a “Frau Diamanda”.
Pero en ese libro había mucha teoría también, y mencionaba a ciertos filósofos: a Foucault, a Judith Butler. Empezamos a indagar más en el tema. De Judith Butler nos interesó, sobre todo, el libro Cuerpos que importan, que se basa en estudios sobre drag queens que ella conocía. De ahí saqué mucha información sobre lo queer y sobre el concepto de género, sobre lo que implica hacerse llamar un artista de género. El libro tiene una parte muy teórica pero tiene también una parte de entrevistas a drag queens, desde la más frívola hasta la más activista. Me decía: “¿Qué es esto? ¿Activismo queer?” Sentíamos que éramos parte de eso, al fin nos identificábamos de alguna manera. También vimos en esa época el documental Paris is burning, que habla de las maricas pobres de Brooklyn, del Bronx, que crearon el “vogue”, ese baile que Madonna reivindica luego. Y al poco tiempo explotó RuPaul, que fue un referente importante porque con él el drag se volvió algo mainstream, por lo menos en el primer mundo. Era una travesti negra, gigante, que salía a desfilar junto a Naomi Campbell y Linda Evangelista. Eso te marca, definitivamente.
- Ahora, ¿cómo se registra el hecho de ser una travesti peruana? Te lo pregunto porque tus orígenes están en la escena New wave, que es básicamente cosmopolita, y casi todas tus referencias vienen del mundo anglosajón. El mismo concepto de lo queer nace en el contexto norteamericano. Recuerdo que cuando conversé, por ejemplo, con la activista Vero Ferrari, ella me dijo que no se reconoce en ese término, que no reivindica lo queer como algo propio.
- Yo tampoco me reconozco completamente como queer. Comparto muchas ideas, he absorbido conceptos queer pero no me podría asumir jamás como un artista queer. No podría porque obviamente la primera tara que encuentro es que lo queer se ha creado en el primer mundo. Ahora, ¿por qué me asumo como drag? Para mí el drag no es en sí una práctica, sino una estética. Y es tan válida como el kitsch o como el camp, que son conceptos que se utilizan en el lenguaje contemporáneo. Para mí el drag ya es eso. En todo caso, en lugar de queer me asumo como mariKa (con K), porque yo también puedo inventar mi propia terminología y genealogía. La misma Beatriz Preciado tampoco se asume como queer. Pero uno termina siendo etiquetado así porque aún no existe un término que nos englobe a todas las maricas sudacas.
- Antes de empezar la entrevista me estabas diciendo que existen cada vez más conexiones entre los activistas y teóricos LGBT de todas partes del mundo. ¿Me podrías hablar de tu experiencia como parte de esa red? ¿Qué te dicen desde fuera sobre lo que están haciendo? ¿Qué te preguntan? ¿Y cómo llegaste a conocer a una figura clave de esta movida como Beatriz Preciado?
En el 2003 entré en contacto con el Centro Cultural de España, donde hice un concierto con Jardín y una perfo con Pauchi Sasaki. Ahí conocí a su director Ricardo Ramón, que es una de las personas que más me ha apoyado en esto. Conectamos de inmediato. Así que un día le dije, bien conchudo: “tengo un proyecto de artes visuales basado en un salón de belleza travesti”. Y él dijo “ya, se hace”. Le encantó la idea y me financiaron absolutamente todo. La exposición fue un éxito. Duró 5 semanas y el Comercio sacó una nota cada semana. Canal N también. Mi propuesta era totalmente sui generis: partía de un verdadero salón de belleza que tenía una amiga travesti en el Cono Norte. Luisa —así se hacía llamar— falleció de Sida en 2001 y yo creé la performance a partir de esa sensación terrible de ir perdiendo a amigos sobre la marcha. También había muerto Eduardo Bermejo en el 98 y con Giuseppe sentía que teníamos que empezar a generar algo.
Llegué entonces a la biblioteca del Centro Cultural de España y empecé a investigar más. Así llegué al Manifiesto contra-sexual de Beatriz Preciado. Pero mucho ante había entrado en contacto con Elisa Fuenzalida, una poeta peruana que había emigrado a España y era amiga de la activista Diana Pornoterrorista. Nos empezamos a escribir en el 2004 y ella fue una de las primeras que empezó a enviarme teoría queer y post-porno: me mandó unos blogs, entre ellos pornolab.org de Madrid, del que ella formaba parte junto a otras activistas queer, feministas y ciberpunks. Yo decía: “wow, esto es lo mío”. Y ahí vi el nombre de Beatriz Preciado y el de Annie Sprinkle. Había muchos fragmentos del Manifiesto desperdigados por estos blogs españoles, además de referencias a autores como Donna Haraway, Judith Butler, Foucault y Deleuze. Gracias a ellos al fin pude empezar a entender mi trabajo.
Entré finalmente en contacto con Beatriz luego de mi última exposición en el 2009. Fue en realidad ella la que dio conmigo porque alguien le había mandado información sobre el Museo Travesti de Giuseppe, que también había sido lanzado en el Centro Cultural de España, en 2008. Beatriz me mandó un correo diciéndome: “ tengo este proyecto que se llama la Internacional Cuir y estamos tratando de organizarnos todos los queers de Latinoamerica y España. Me gustaría que me envíes un video de lo que haces”. Me dijo que Giuseppe Campuzano estaba representado a Perú y que había otra gente de Argentina, Brasil, Chile. Le envié mi video de Transversiva, le encantó e hizo que el Museo Reina Sofía de España lo comprara para su exposición.
- Hay un tema que ha quedado pendiente, que es el de la post-pornografía.
- La post-pornografía, como término, viene de una performance que hizo Annie Sprinkle a inicios de los 80. Annie Sprinkle era una actriz porno que en un momento dijo: “basta del porno masculino diseñado para el placer del macho” y empezó a producir una pornografía dirigida al placer del cuerpo de la mujer. La post-pornografía es una crítica de la pornografía mainstream, capitalista, dirigida al blanco occidental heterosexual, donde el cuerpo de la mujer es sometido y se vuelve un objeto y se queda ahí. La pornografía convencional que toda la vida nos han vendido propone formas y narrativas y cuerpos deseables. Te muestra el súper pene, te muestra a gente blanca, te muestra la súper rubia tetona, cuerpos perfectos y cosas que realmente, uno como ser muy corriente, no poseemos. Una de las propuestas del post-porno es justamente dar cuenta de todos los demás entes no hétero normativos: las marikas, las lesbianas, los queers, los intersexuales, los transgénero, los transformistas… Es justamente retomar estas narrativas y darles la vuelta, creando un nuevo lenguaje que nos dé placer a nosotrxs.
- Háblame de tu público heterosexual.
- Te podría decir que mi “mercado” no es LGBT. Yo he encontrado mi nicho de acción en espacios heterosexuales.
- ¿Qué teoría tienes al respecto?
Yo no tengo ninguna teoría, es solamente lo que encontré. Mi plataforma New wave me dio eso. Luego, la plataforma de la cultura electrónica experimental. Y luego, el sistema del arte. Entonces, para mí y Giuseppe siempre fue muy natural estar en espacios heterosexuales.
- ¿Querrías ser aceptada, ser parte del mainstream?
- Bueno, ser parte de la historia del arte contemporáneo peruano ya lo somos, Giuseppe y yo. Consumida también soy porque me llaman para ciertos proyectos. Además tanto Giuseppe como yo hemos logrado ciertas cosas para implementar un proyecto de arte transgénero que ya no solamente es a nivel peruano sino también latinoamericano y que también se está conociendo por otros lados.
- ¿Cómo llegas a tener tu propio festival de post-pornografía?
Fue gracias a las redes y a este contacto con Beatriz y la movida en Barcelona. El año 2007 estuve por allá en una fiesta post-porno y empecé a conocer a los íconos, a la gente que estaba haciendo cositas, como las Post-Op de Barcelona, que vinieron en 2008 y montaron un taller post-porno en Lima, el primero, que fue un escándalo. Yo fui el gestor de ese taller. Me puse en contacto con Annie Sprinkle, Bruce LaBruce, La Fulminante, todos. Y siempre nos mandamos lo que estamos creando. Ya hay muchos festivales en México, Chile, Argentina y, obviamente, la Muestra Marrana, muy grande, en Barcelona. Así que en 2012 hice una prueba de un festival con temática post-porno en Lima y fue un éxito; lo hice en mi propia casa pero salió muy bien. Tengo una colección grande de material. El primer festival Pornífero fue en febrero. La segunda edición la hice en julio, con temática de “porno terrorismo”. Ahora estoy recopilando material para hacer la tercera edición, basada en la prostitución como activismo. Estoy recibiendo mucho material y las cosas que tengo son fabulosas. Le cuento a Bruce LaBruce y está encantado: “¿esas cosas hacen en tu país?” Sí.
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