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Ave Soul o la vida galopante

Anotaciones sobre uno de los mejores poemarios de Jorge Pimentel. 

Publicado: 2014-09-22

Desatendiendo las lecturas oficiales recuerdo el rumor de unos versos leídos a volandas en casa de Mati: “Rimbaud apareció en Lima un 18 de julio….”. Pienso, Ave Soul, recuerdo la edición definitiva editada por Lustra editores, que el amigo Victor Ruiz me regalo esta edición que nunca llegué a leer en Lima, y el eco de Jorge Pimentel se hace fuerte, cobra altura. Escapando de la lluvia buscó en la biblioteca más cercana un ejemplar. Tengo la suerte de encontrar la primera edición y al acabar de leerla solo quedan ganas de salir a las calles de Austin y comenzar a gritar esta poesía, a leerla a vítores, hasta quedar sin garganta, aunque no me entiendan, pero gritar.  

Ave Soul aparece como un libro para los trances amargos, como placenta vivificante, como ese consejo que esperamos del hermano en las tragedias: aliciente, vital. Como bien resaltaba Roberto Bolaño, en una de sus cartas dirigidas al autor, se atisba la potencia de Walt Whitman en ese anhelo por hacer despertar a los hombres, por darle a conocer la amplitud de su energía, de su comunidad y fraternidad. 

Ciertamente Eliot decía que la poesía no debía buscar nuevas emociones sino volver a las ordinarias, y de esta manera Ave Soul retoma la preocupación por la dignidad de vivir, por las resistencias y renacimientos, tal cual rezan estos versos de “Balada para un amigo”: “Vuelvo a creer en lo que nos sostiene que es ese empezar constante / aún sin ojos aún sin manos aún sin piernas aún sin voz / pero empezar sea como sea empezar compañero”

Se dirá acaso que el tono del libro resulta muy idealista para nuestro tiempo, pero es acaso hoy cuando más deba leerse a Pimentel, hoy que se exigen más cuestionamientos que certezas, pues todo certeza es un estanque que no conduce sino al tedio eterno. Lo que se sentía pesado en el 73 (fecha en que se imprime el poemario) resulta ahora casi un sarcófago a cuestas, sin embargo, aunque la hegemonía apunte que esa es la condena, los versos de Pimentel operan como incitadores de la inconformidad.

 Ante aquella interrogante que más de unas vez nos llega por medios laborales o económicos: “Todos están situados, pero dónde te sitúas tú”, tenemos un poema que debiéramos mejor llamar manifiesto, el titulado “La balada de los relámpagos incansables”, cuyo verso inicial nos dice: “Lo que verdaderamente es notable en ti no lo será para otros / y si es sincera tu palabra complementa el panorama con tus versos”

Conseguir esta toma de posición visionaria no resulta fácil, ha de entenderse como una voz que emerge para desbarajustar el mundo de los autómatas, a costa de verse interpelado como “lumpen” o “marginado”, a costa de autocriticarse profundamente. Esa es la imagen que queda del hombre que nos propone Pimentel: alguien que vive en profundidades sinceras y solo así alcanza su plenitud. De ahí que el resultado sea un viento o un animal, poesía galopante y trémolo. Todo es movimiento en el libro, avance, nada se detiene e incluso las nostalgias (como en “14 entregas breves de amor…”) aparecen en el andar, pues todo ha de fluir y engendrarse fluyendo. Estamos ante un libro que sabe y hace nacer, que ciertamente es transformativo y lleva al lector a afirmar: "Prefiero ser caballo". 

En este punto hay que incidir en la concepción vital del amor, en la comunión de un dos labrado en el reconocimiento de los cuerpos, un halo erótico que se aprecia en estas líneas, por ejemplo: “¿A quién amé? / sino es a tus muslos / lamidos / por lenguas / blandas / como hojas / tiernísimas / que te hacían / mojarte / mientras / la lluvia / se formaba / a tus espaldas”. Ahora, esta carnalidad es una forma de conocer incluso más allá de lo meramente físico, entramos en una lógica donde el amor es a la vez intensidad y sosiego, de aquí que irse de la ciudad no solo sea un desprendimiento territorial sino efectivo, no obstante solo así se configura el sino del poeta: caminar, conocer, ver.  

Enlaces relacionados:

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Watanabe: materialidad cotidiana



Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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