"De lo inexacto me alimento"
Una lectura (homenaje) a la poesía de Blanca Varela, fallecida un 12 de marzo de 2009.
Debo a un curso de poesía en San Marcos haber conocido la poesía de Varela. El mismo día de inicio de semestre, saqué la copia de poesía reunida del Fondo de Cultura Económica y desde ahí esta se ha vuelto un fetiche de mi biblioteca. Luego he podido comprar el libro original, he podido adquirir la hermosa edición de Galaxia Gutenberg, pero en esa fotocopia, más que en ningún otro libro, hay anotaciones, subrayados, manchas de café, olores y cenizas.
La poesía de Varela ha recibido un gran despliegue de elogios e interpretaciones que nos develan sus diversas facetas. Así, por ejemplo, en el prólogo que hiciera para la primera edición de Ese puerto existe en 1959, Octavio Paz sentenciaba que la de Varela era una "poesía contenida pero explosiva, poesía de rebelión".
Roberto Paoli ha resaltado la desencantada lucidez en la poesía de Varela, la conciencia de una realidad en descomposición, pútrida. En esta misma línea, Mario Vargas Llosa apunta que los poemarios de Varela, la vida es siempre una presencia amenazada, de aquí que nos ofrezcan "una áspera impregnación de la existencia".
De la obra de Varela se ha destacado también la forma en que invierte los lugares comunes. Sobre este particular la atención de la crítica ha estudiado, sobre todo, Valses y otras falsas confesiones. Rocío Silva Santisteban en su trabajo "Una vuelta de tuerca al vals" analiza cómo Varela trastoca la conexión música-mujer. Asimismo, Camilo Fernández Cozman en "Vals del Angelus, de Blanca Varela y su crítica a la sociedad patriarcal" se ha detenido en la forma en que la poeta desmitifica la jerarquía divina.
Hoy he vuelto a mi ejemplar de Varela y al abrirlo se ha encendido la maquinaria de evocaciones, de sentires, que tan bien supo calibrar Varela y que siempre he catado sorprendido. Cada poema suyo es como si nos arrojaran al desierto para un ritual iniciático. Leer a Varela es un aprendizaje del abismo, de la imperfección, de la mundanidad como vitalidad. Con ella, la perspectiva se agudiza y entramos en nuevas visiones de mundo.
Como un breve ejemplo de ello, mencionemos la transformación de la rosa vareliana. Tópico por antonomasia de la lírica amorosa, símbolo místico para Xavier Abril y Martín Adán, en Varela la descubrimos lasciva, salvaje o decadente: "se abre obscenamente roja / es la detestable perfección/ de lo efímero" ('A rose is a rose'), o: "es la rosa de grasa / que envejece / en su cielo de carne" ('Canto villano').
Otra recurrencia en la obra de la poeta es el amor. En “En lo más negro del verano” se apreciará una búsqueda de la desintegración de los cuerpos en la oscuridad, entre crueldad y dolor. Para Varela, el amor es una destrucción cuyo tono es una furia que sin embargo no se desboca (y en esto se distingue de Moro, que es siempre paroxismo puro).
Es así que amar es para Varela un equivalente a devorar, a tragar al amante, en poseerlo por fragmentos corporales, pero con templanza, como un ritual que se ejecuta lento. Amar es aceptar el cuerpo, es introducirse en el cuerpo de otro y destrozarlo. Como sucedió con la rosa, el cuerpo para Varela es terrenal, con fluidos, con tormentos, sin halos místicos o metafísicos (lo que no quiere decir que no asome una aspiración de lo sagrado en su obra, Cf. Ejercicios materiales).
Los estándares sociales nos limitan a una sola identidad y a una tendencia por el equilibrio. Sin embargo, como recuerda Gilles Deleuze en Crítica y clínica, el valor del arte reside en la capacidad de la ficción para diluir las fijezas. ¿Cómo entender esto en la poesía de Varela? En su obra se enfatiza la búsqueda no por una sola forma sino por la mezcla, así tenemos que en Puerto Supe la voz lírica es masculina y es femenina, así tenemos el desfile de orangutanes, perros y aves que configuran un materialidad heterógenea.
Acaso el poema en el que Varela explique su fijación por la mezcla y la heterogeneidad sea "Malevicth en su ventana", especialmente en la aseveración de lo inexacto me alimento. Si consideramos el recorrido poético hasta el Libro de barro podemos concluir que para Varela vivir es una contradicción inevitable, que lo inexacto de la esencia humana , bajo ninguna circustancia, debiera rechazarse. De ahí esa fijación por las zonas liminales: el sueño, la escritura, la muerte.
A lo largo de estos años Varela ha sido un refugio, una lectura para los trances de profundidad, pues sus poemas han sido siempre esa invitación hacia los bajos fondos existenciales, haciendo brotar esas preguntas inquietantes, recordándome además la necesidad de asumir nuestra humana imperfección a toda costa.
Finalmente dejamos una breve antología que realizamos basados en el criterio de un poema por libro y aquellos que más nos hayan golpeado:
Primer baile (I)
Soy un simio, nada más que eso y trepo por esta gigantesca flor roja. Cada una de mis cerdas oscuras es un ala, un ser transido de deseo y alegría. Tengo veinte dedos hábiles y negros, todos responderán a mi voluntad.
Tal vez soy el único viviente, el que se mueve, respira y se queja. El único en dar vueltas y girar sobre el lodazal y la culebra. El trompo, el girasol humano, velludo y limpio, el cantor solitario, el anacoreta, la peste. Soy, indudablemente, el que se oye, respirando, tejiendo para atrapar el acto, el testimonio erizado de ojos y lenguas todavía temblorosos, todavía con recuerdos.
¿Qué nos hace gemir y caer de rodillas? ¡Valor! Hay tiempo de sobra, que prosiga el festín. Luzcan airosos sus cráneos los convidados, sucios escarabajos atados a su memoria.
¿Debo decirles sólo para verlos palidecer que habrá que arrojarse al aire, rechazados por manos más poderosas hasta lo que es negro, sin eco, ni revés, ni umbral, ni término?
Amo esta flor roja sin inocencia.
(Ese puerto existe)
Así sea
El día queda atrás
apenas consumido y ya inútil.
Comienza la gran luz,
todas las puertas ceden ante un hombre
dormido,
el tiempo es un árbol que no cesa de crecer.
El tiempo,
la gran puerta entreabierta,
el astro que ciega.
No es con los ojos que se ve nacer
esa gota de luz que será,
que fue un día.
Canta abeja, sin prisa,
recorre el laberinto iluminado,
de fiesta.
Respira y canta.
Donde todo termina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba.
el mar que besa las montañas,
la claridad total,
el sueño
(Luz de día)
Ejercicios (I)
Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo
yo
y el gran aire de las palabras
(Valses y otras falsas confesiones)
Curriculum vitae
digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora
(Canto Villano)
Malevich en su ventana
(2)
Sí señores
éste es otro día inevitable
en que me alimento de lo inexacto
de la monstruosa fruta que aletea
de la huella en el aire
del recuerdo
del azogue perdido en alguna alcantarilla
de lo irrecuperable que se acumula y agiganta
en afiebrados cristales
y cruza el aire como una llama
recién nacida
flamante cuerpo en puga con el sol
la farsa diaria desaparece tras una mano
que enciente y apaga a voluntad
su propia luz
penitente claridad
arde el oscuro aceite de la conciencia
sobre esta mesa que es todo el mundo
al otro lado de la ventana
alguien ha resuelto el enigma
para entrar en la vida basta una puerta
el otro lado sigue igual
nada que la luz no atraviese y oculte
nada que no sea la antigua y sagrada inexactitud
que golpea maderos bate alas
e incendia gargantas y corazones
(Ejercicios materiales)
[Sin título]
Poemas. Objetos de la muerte. Eterna inmortalidad de la muerte. Algo así como un goteo nocturno y afiebrado. Poesía. Orina. Sangre.
Muerte fluyente y olorosa. Gran oído de dios. Poesía. Silenciosa algarabía del corazón.
(Libro de barro)
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Escrito por
Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today
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