En su más reciente exhibición Dare Dovidjenko presenta doce pinturas, en su mayoría de gran formato, donde los elementos recurrentes en la obra continúan siendo los detonantes que devuelven al espectador a un estado de gracia en su sentido más primario. 

Abarcar la muestra de Dovidjenko en poco espacio es una tarea que resulta casi imposible. Me detendré en ciertos elementos recurrentes en el conjunto para dar cuenta de ciertas ideas que creo, resultan esenciales para aproximarnos a lo que el pintor está proponiendo.

El elemento esencial del trabajo del pintor (e incluso, podríamos decir, de todo artista visual) es la luz. Dovidjenko nos invita a introducirnos a lo que podríamos llamar una inteligencia de la luz, donde esta casi como un ser humano, nos alecciona e ironiza con nosotros sobre los aspectos de una cotidianidad tan profunda como superficial.

Después de la tormenta, 2014.

Dovidjenko nos incita a reflexionar sobre la materialidad del mundo sensible, donde la luz es la única vía de acceso a un entendimiento que, no por ser más profundo es menos cotidiano. En el pequeño cuadro de las mariposas, por ejemplo, el truco visual (que solamente se hace evidente al acercarnos lo suficiente) de la desaparición del límite entre lo real y lo pintado, nos lleva inmediatamente a cuestionar nuestros propios sentidos. La pintura de Dovidjenko excede la materialidad y, sin introducir elementos visiblemente externos, se confunde con la experiencia de lo “real”.

Es tentador realizar una comparación con la obra del surrealista René Magritte, pero intuyo que el referente ha sido apropiado hace tanto tiempo que del mismo queda tan solo el guiño inteligente. La bolsa de pan que es a la vez mascara y cráneo, elementos que por sí mismos son uno imitación del rostro y otro un rostro oculto; demuestran donde es capaz Dovidjenko de encontrarse con estas epifanías cotidianas, y lo revelan tan sumergido dentro de una tradición que, me atrevo a decir, es capaz de encontrarlas en cualquier lugar.

Dovidjenko demuestra un uso tan depurado de la técnica que el realismo no se siente impuesto, por el contrario la pintura es de un gesto de tal naturalidad que deja al espectador pasmado. Dovidjenko ha recorrido los caminos del preciosismo hace ya largo tiempo y está de vuelta para insistir en que aproximarse a la técnica como en un ejercicio desalmado, es una apuesta estéril.

Bolsa de pan, 2014.

La continua tensión entre los objetos y el paisaje toma formas inesperadas que nos permiten regresar sobre la luz como el elemento que realmente busca capturar el artista. Los objetos que contienen un paisaje, las similitudes entre la naturaleza y lo creado por el hombre, son solo excusas para hablarnos de aquello que inevitable y constantemente está colándose dentro de nuestros globos oculares.

Focos (díptico), 2014..

El paisaje es también para el artista una forma de acceder a una tradición desaparecida: la prehispánica. Una tradición que no es realmente accesible, pero que da cuenta de la larga relación del hombre con el paisaje. Dovidjenko es capaz de inscribirse en esta mediante operaciones que incluyen un enlace con las tradiciones europeas y la alusión a estados alterados de consciencia. No en vano una de sus pinturas está hecha de modo tal que para verla haya que colocarse lentes anaglíficas, de esas que se usan para ver imágenes 3D. Este uso extremo de la profundidad realista no es un divertimento, sino por el contrario, el escalón más próximo en la gradería del camino que sigue el artista. 

Are you experienced, 2014.

Las formas recurrentes, lo imitativo/repetitivo dentro de la naturaleza, que no deja de ser una fabricación de la percepción humana, son revestidas de tal modo que la sorpresa es tan poderosa como una toma de consciencia espontánea.

Las indagaciones sobre la luz, el paisaje y los objetos que propone el artista, son formas de alienación tan efectivas y humanas que al finalizar el recorrido nos sentimos en comunión hasta con lo más trivial de nuestro mundo interno. Como dice el dicho: el diablo está en los detalles. 



Interrogantes de Dare Dovidjenko va en la Sala I de la galería Lucia de La Puente (Paseo Sáenz Peña 206 Barranco) hasta el 7 de octubre. El ingreso es libre.


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