10 cosas odiosas para quienes aman los libros
El lado oscuro de los libros. Ahí está, troleando el amor a la lectura.
Te gusta leerlos, te gusta comprarlos, te gusta el olor que cargan, y acumulas fetiches librescos que quizá ninguna otra persona tiene. Amas los libros. Pero ese amor te hace vunerable. Y puedes salir herido.
1) Página faltante o mal impresa
Te gusta comprar libros en esas ferias de libro viejo. Encuentras uno de ese autor que tenías en la cabeza desde hace años. O viste un libro que simplemente te enganchó por las primeras páginas.
Un día, al leerlo, te das cuenta que no hay una conexión lógica entre lo que se dice de una página a otra. Ah, es que de la página 108 se pasa a la 111. Un desastre. Podría ser peor: una página está mal impresa. Esto puede ocurrir también con libros , cuando salen a la venta sin el debido control de calidad.
2) Libro tempranamente envejecido
Una vez que lo adquieres, lo guardas en una bolsa o en tu morral. Lo dejaste en el escritorio y terminó bajo una gran ruma de otros libros. Cuando te reencuentras con él, notas que en el camino la tapa se dobló, o las primeras páginas se arrugaron casi a punto de romperse. Hay cierta gracia en tener entre las manos un libro nuevecito, inmaculado. Ahora ese momento está arruinado. Te cuesta aceptar que a pesar que lo compraste nuevo, nunca tuviste un libro nuevo.
3) No puedes tener ese libro
Tiene la etiqueta roja, pero necesitas leerlo en casa con tranquilidad (en realidad quieres estar a solas con él) No, está prohibido, ¿no entiendes?
¿Y si te lo guardas bajo la casaca? ¿Y si te quitan tu pase a la biblioteca? Entiéndelo: no puedes poseer ese libro. No puedes tener todo lo que quieres.
4) Te enferma
Con el paso del tiempo los libros se llenan de hongos, aun cuando reciban cuidados. Solo en un ambiente temperado y con humedad controlada esos bodoques viejos pueden mantenerse a salvo. En casos extremos, si no usas guardapolvo, máscara y guantes lo primero que te puede pasar cuando abras ese libro de Menéndez Pelayo es que te pique la mano, y si te coges la cara, empezará a picarte las mejillas, las orejas, todo. No sabes qué tipo de hongo puedes llegar a tu cuerpo. Ten cuidado.
5) No te los devuelven
¿Crees que no puedes negarte a prestar un libro a un amigo que lo necesita, o simplemente te lo pide? Recuerda, según miles de testimonios, desde tiempos inmemoriales, en 9/10 casos, los libros prestados no vuelven con su dueño. ¿Prestaste un libro y no te lo devolvieron? La primera vez es culpa de tu amigo. La segunda vez la culpa es toda tuya.
6) 'Inbox'.
¿Por qué no lo ponen directamente en la descripción de la imagen del libro? Comentas: "¿cuánto está el libro?". Te responden: "inbox ;)". Quizá quien está detrás de esa página tiene sentimientos encontrados con el sistema y considera ese aspecto mercantil algo impropio a discutirse en público. No te engañes. La mayoría sólo intenta conservar ventaja sobre tu ansiedad, y mantener más posibilidades de interactuar con un cliente más decidido de comprarlo. Se llama especulación.
7) WTF!
Tu estante, y los libros que luce, indican un camino de investigación personal, gustos y preferencias. Junto a esos libros queridos, también conservas algunos regalados o libros que te arrepentiste de haber comprado.
De cuando en vez, aparece uno que no sabes de dónde vino, no sabes si es de tu ex, o de tu hermano. O alguien que te considera "alguien que le gusta leer" insertó El Alquimista de Paulo Coelho (versión pirata) en tus anaqueles. ¿De dónde salió ese Alquimista? ¿Quién fue?. Espera, ¿y este libro de sectas secretas? ¿De quién es este libro fotocopiado de El Secreto?
8) Querido lector....
Los autores son buena onda, dependen en cierta medida del interés de sus lectores para mantenerse vigentes. Haces cola para que tu libro recién adquirido tenga su rúbrica, esperaste un buen rato hasta llegar al silencioso señor de lentes. Te pregunta tu nombre, se lo dices. Y escribe otro nombre. O lo escribe como se le ocurre. "Para Hieremi, espero que el amor a la literatura siga en ti". ¡Era Jeremy compadre! O era Daniel. ¿Acaso estoy en Starbucks?
Puede pasar que ese autor está muy ocupado o está intoxicado con tantas atenciones y no escuchó bien. O quizá no le importas, Hieremi.
9) Tienes hambre
Digamos que no tienes otra opción. Que tus libros son potenciales billetes que te podrán salvar unas semanas de tus problemas económicos. ¿Vendes la obra poética completa bilingüe de Keats o vendes el libro autografiado por Julio Ramón Ribeyro? Tienen un gran valor -incluimos también el monetario, y no te indignes-, pero están ahí en tu situación desesperada, teniendo que lidiar con otro valor, uno casi espiritual, al cual debes renunciar por un poco de plata.
10) Las polillas tienen hambre
Esto no necesita explicación.
Bonus: Mudar libros
Si eres una persona que no consigue echar raíces, una mudanza siempre está en el horizonte. Pero la perspectiva de trasladar todos tus libros a otro lugar es tan agobiante que podría hacerte considerar sentar cabeza y vivir en el mismo sitio hasta el fin de tus días. Tener que meterlos en cajas, tener que cargar cada caja entre dos o más personas, o ponerlos en varias cajas más pequeñas para que puedas llevarlos por tu cuenta, lo hace todo más lento, más pesado y arduo. ¿Cómo ordenarlos? ¿Será ocasión para deshacerse de algunos? ¿Y de cuál? En esos momentos preferirías ser un iletrado de miércoles.
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