Claudia Salazar: "No me genera problemas ser crítica y a la vez escritora"
LaMula.pe conversó con la autora peruana días antes de su viaje a Córdoba, donde participará en el Festival Internacional de Literatura.
A partir de la publicación de su primera novela, La sangre de la aurora (Animal de Invierno, 2013), Claudia Salazar Jiménez es considerada una de las escritoras peruanas con mayor proyección. Hace unos meses, fue nominada como finalista al Premio Las Américas a la mejor novela en español. En la reciente Feria Internacional del Libro de Lima, presentó la antología Escribir en Nueva York (Editorial Caja Negra, 2014). Un compendio de 28 textos (ficción y no ficción) que brinda diferentes versiones de la famosa ciudad estadounidense, entre las que podemos encontrar las de renombrados escritores como Antonio Muñoz Molina, Jaime Manrique, Issac Goldemberg, Diamela Eltit, Sylvia Molloy, Roberto Quesada, entre otros.
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Perú, 1993. El año anterior se había capturado al líder de Sendero Luminoso y la ciudadanía había adoptado al presidente Alberto Fujimori como héroe. En las aulas de la Universidad San Marcos, lo senderistas había perdido influencia. Por ese tiempo, Claudia Salazar comenzó su educación superior: “Recuerdo que cuando fue Fujimori lo insultaron. Yo tenía 16 años y me impactó fuerte que se insultara a un presidente. Después, el ejército entró a la universidad. Recuerdo también que algunas veces entraron a clase [los simpatizantes de Sendero Luminoso], pero los alumnos les contestaron. Por ese tiempo, los estudiantes se sentían más respaldados. Ya no había el temor de antes”.
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Después de terminar el pregrado, la escritora se desempeñó como profesora por un tiempo. Y aunque la sociedad norteamericana no le llamaba la atención por tratarse de un “país imperialista", Nueva York sí ocupaba un espacio privilegiado en su cabeza. Como a muchos otros, aquella ciudad le despertaba un gran interés debido, básicamente, a su atmósfera multicultural. A través de un amigo se enteró de que muchas universidades de Estados Unidos ofrecían becas para cursar doctorados en literatura. Dar el paso definitivo tomó un tiempo, pero finalmente decidió postular a la Universidad de Nueva York (NYU): “Llegué como una inmigrante total. Tenía un par de primos lejanos que no había visto en años… Fue un proceso difícil adaptarse. Nueva York es una ciudad muy dura. No hay una hostilidad como muchos creen, sino que todo el mundo está ocupado. La vida funciona un poco más planeada, entre estudio y trabajo. Es una ciudad que te obliga mucho a estar haciendo muchas cosas si quieres tener logros”.
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Ya en la ciudad estadounidense, dividió su tiempo entre el estudio y el trabajo. Con el paso del tiempo desarrolló una tesis sobre textos autobiográficos de escritores latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. En medio de lecturas sobre la obra de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y otros más, fue surgiendo el argumento de su primera novela. No obstante, ambos proyectos no podían trabajarse al mismo tiempo: “Fue un periodo bastante difícil porque estuve buen tiempo sin escribir la una ni la otra, porque la prioridad era la tesis”.
Como sea, no pudo sacarse la novela de la cabeza. Finalmente, en 2010 sustentó su tesis. Recién entonces se entregaría al trabajo de su ópera prima. En el proceso de escritura no tuvo problemas para congeniar a la narradora con la crítica literaria: “Mira, cuando escribía las primeras versiones de la novela fui consciente que tenía que apagar la voz de crítica. En la revisión, en cambio, sí me ayudó mucho. Descarté muchas páginas. Mi lado crítico me obligó a cortar ciertas partes. A mí no me genera problemas ser crítica y a la vez escritora".
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Luego de vivir por un década en Nueva York, Salazar decidió llevar a cabo un proyecto a la vez personal y grupal. Decidió convocar a escritores ligados con la ciudad estadounidense. La propuesta era que le enviaran textos, ya sea de ficción o no ficción, que respondieran a una sola pregunta: ¿qué significa ser un escritor hispanoamericano en Nueva York? Por supuesto, las respuestas fueron diversas y hasta antagónicas: “Hay textos que hacen un mapeo sobre cómo fue el desarrollo de la movida literaria hispanomericana en la ciudad (desde fines de los ochenta hasta la actualidad). Otro grupo entendió la propuesta como un escribir sobre la imagen del espacio urbano. Y un grupo más pequeño mandó ficciones relacionadas con la ciudad”.
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Cuando el lector se adentra en las páginas de Escribir en Nueva York puede notar los nuevos caminos hacia los cuales se dirige la literatura en lengua española. Atrás quedaron la noción de nación-estado y el tratamiento de problemáticas sociales con un deseo reivindicativo. Ahora, el discurso literario ha reconfigurado la identidad nacional, haciéndola menos estática o institucionalizada: “Lo problemático de la antología es saber qué entendemos por home, en el sentido de nación no como estado sino en el ámbito más privado. Así, lo nacional se vuelve algo más privado, lo identitario se convierte en un fenómeno más micro. Por ejemplo, escoger un restaurante de comida peruana cuando sales con tus amigos. Una especie de reavivación de la nostalgia”. Esa reactivación que despierta, principalmente, a través de la lengua. El castellano está cobrando fuerza en una ciudad donde confluyen varias comunidades de inmigrantes. Al mismo tiempo, estos escritores descubren nuevas palabras y significados en una lengua que consideraban dominada: “Te das cuenta que algunas palabras en español tienen diferentes significados. A mí ese fenómeno me gusta porque es un reto cultural. Te fuerza a salirte de tu propio esquema nacional para tratar que lo demás te entiendan”.
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Fue en mayo pasado que recibió la noticia de su nominación como finalista al Premio Las Américas a la mejor novela publicada en lengua castellana. Dos meses después, la lista se redujo a cuatro escritores. Junto a ella quedaron seleccionados los autores Rita Indiana (República Dominicana), Yuri Herrera (México) y Juan Cárdenas (Colombia). El fallo se dará a conocer en octubre. Para la narradora peruana fue una gran satisfacción saberse nominada con autores publicados por editoriales independientes: “Es una buena noticia para estas editoriales que apuestan por escritores jóvenes”.
Antes de la despedida, la autora revela que tiene entre manos un proyecto de narrativa corta. La temática no podría ser otra: la inmigración.
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He publicado dos libros: Estación (2011) y Hemiparesia izquierda (2017). Escribo y tomo fotos.
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