Paolo de Lima (1971, Lima) es un poeta y académico de la generación del 90 que ha venido investigando desde hace muchos años la producción poética peruana de fin de siglo. Fruto de esta importante labor fue su tesis doctoral por la Universidad de Ottawa, que ahora, luego de una cuidadosa revisión, nos entrega en forma de libro. Se trata de Poesía y guerra interna en el Perú (1980-1992), volumen de más de 500 páginas que acaba de publicar la editorial norteamericana Edwin Mellen Press en Nueva York.
El libro es una verdadera contribución a los estudios sobre poesía peruana actual. Parte de la premisa de que la violencia que se vivió en los años de la guerra interna peruana afectó de manera directa a los poetas del circuito “culto” que empezaron a surgir entonces. Según la lectura de De Lima, los poetas peruanos más representativos del periodo –los "Tres Tristes Tigres" y los miembros del movimiento Kloaka– internalizaron la violencia de tal modo que transformaron su propio lenguaje, otorgando así a la tradición letrada del país una renovación del concepto mismo de escritura poética. A la vez, esta generación de autores adelantaba ya una poética posmoderna y neobarroca a tono con las renovaciones poéticas que se venían dando en otros países latinoamericanos.
Vale la pena mencionar que la presentación en Lima de Poesía y guerra interna en el Perú (1980-1992) formará parte de la nueva programación de actividades culturales del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social y se llevará a cabo en tres tiempos:
22 de julio
Mesa redonda de presentación del libro “Poesía y guerra interna en el Perú (1980-1992)”. Participan: Paolo de Lima, Rocío Ferreira, José Antonio Mazzotti, Oswaldo Reynoso y Juan Carlos Ubilluz.
23 de julio
Recital de poesía y concierto. Participan: José Antonio Mazzotti, Raúl Mendizábal, Domingo de Ramos, Róger Santiváñez, Eduardo Chirinos y Dalmacia Ruiz-Rosas. Música: Del Pueblo y Del Barrio.
24 de julio
Poesía y Guerra Interna en el Perú (1980-1992). Mesa redonda de los artistas plásticos sobre poetas y poesía del 80. Participan: Alfredo Márquez, Alex Ángeles, Carlos Enrique Polanco, Juan Javier Salazar y Jorge Villacorta.
Los tres eventos tendrán lugar en el LUM a las 7:00 p.m.
- ¿Cómo empieza este proyecto y cuáles son sus antecedentes?
Se puede decir que la idea del libro viene de un par proyectos colectivos que hubo aquí en Lima desde inicios de los años 90 en los que yo estuve indirectamente involucrado. Hubo un proyecto en el año 92 que juntó a poetas y críticos de los 80 para hacer un libro colectivo sobre la poesía de esa década. Estaban Gustavo Buntinx, Jorge Villacorta, me parece que Jorge Frisancho también. Él, en todo caso, preparó en el año 93 uno de los primeros acercamientos serios a este tema, que fue una reseña del libro Pastor de perros de Domingo de Ramos. El artículo no llegó a ser publicado por una serie de factores; luego se disolvió el proyecto y se volvió a articular a mediados de los 90, en el 96-97, con Buntinx y Rodrigo Quijano, entre otros, pero tampoco llegó a salir.
En ese lapso, a principios de los 90 formé parte del grupo poético Neón con Miguel Idelfonso y otros poetas de mi generación, y nos hicimos muy amigos de los autores de los 80. Pude acceder a sus biografías, libros, revistas, a las entrevistas que les habían hecho, y me fui armando de esa forma todo un corpus. Salí del Perú en el año 98; estuve primero en El Paso, Texas y después en Ottawa, Canadá. Allá tuve que hacer una investigación porque estaba estudiando una maestría y un doctorado, y entonces me propuse sistematizar todo este material y hacer un análisis de la poesía de autores de los 80 relacionada con la violencia política. El proyecto nació entonces de todas estas conversaciones, de esas ideas sueltas; me fui con este material en la cabeza y cuando decidí trabajar el tema simplemente se trató de sistematizar, ordenar las ideas, escribir el libro. Fue lo que hice en los 2000. El proyecto me llevó bastantes años; es algo que uno va haciendo poco a poco, lo va pensando, lo va gestando.
- Es curioso que un proyecto de esta naturaleza, sobre un tema tan importante, haya demorado tanto cuando existen estudios sobre la relación entre la guerra interna y las artes plásticas, el cine o la narrativa, por ejemplo.
- Hubo intentos, ensayos cortos de varios autores, pero no hubo un trabajo sistemático. El ensayo de Mazzotti sobre migración y violencia es importante, pero abarca muchos otros temas. Este es el primer libro que se centra específicamente en la relación de la poesía con la guerra interna. Quizás el hecho de que no haya habido una atención a este tema se deba a que la poesía se suele ver como un discurso muy interiorizado, muy críptico, en el que la dimensión social quizás es menos apreciable.
- Son 6 poetas que estudias en el libro: Raúl Mendizábal, José Antonio Mazzotti, Eduardo Chirinos, Domingo de Ramos, Róger Santiváñez y Dalmacia Ruiz-Rosas. ¿Por qué escogiste a estos autores?
- Tenía en mente considerar otros más, pero tuve que delimitar la selección de autores para poder cumplir con los tiempos. Opté por trabajar sobre la obra de 3 poetas de la Católica y 3 poetas de San Marcos: los Tres Tristes Tigres (Mendizábal, Chirinos, Mazzotti), que publicaron juntos una revista, Trompa de Eustaquio, en el 80-81, y tres integrantes de Kloaka (Santiváñez, de Ramos y Ruiz-Rosas), que es un grupo que existió del 82 al 84. Me interesó trabajar con poetas de la Católica y San Marcos porque son los dos más importantes centros de estudios tradicionales de letras; además el interés era también auscultar la joven poesía que comenzaba su camino en la tradición literaria en ese momento, en un periodo que está marcado por la guerra interna.
- ¿Consideras que son importantes las diferencias entre estos dos grupos de poetas en el modo en que su escritura incorpora la temática de la guerra interna?
Sí. Digamos que los Tres Tristes Tigres tienen un tratamiento formal más elaborado, lo que se puede apreciar por ejemplo en el uso del pastiche o en la polifonía del verso; las estructuras son más complejas, particularmente en Mazzotti y Chirinos. La poesía de los Kloaka tiende más a lo testimonial, a lo raído, a la relación con la cotidianidad, con lo suburbano, con lo vivencial.
Ahora bien, todos estos poetas tienen en común el hecho de haber nacido y haberse formado en la costa, un espacio tradicionalmente asociado con lo hispano en el Perú. Tres de ellos formaban parte de la pequeña burguesía limeña (Chirinos, Mazzotti, Ruiz-Rosas), otros son de la pequeña burguesía piurana (Mendizábal y Santiváñez) y Domingo de Ramos es de Ica. Pero la diferencia con de Ramos es esencialmente que es migrante; sus familiares son fundadores de San Juan. En el caso de él sí hay un elemento andino, quechua.
- ¿Pero es apreciable esa diferencia en términos de una sensibilidad hacia la problemática de las personas que sufrieron más directamente esta violencia en los Andes?
- La particularidad de la poesía de Domingo de Ramos es que es una visión desde fuera de los muros de la ciudad letrada; los otros 5 autores representan la visión del sujeto de la pequeña burguesía ilustrada, politizada, que tiene mayor consciencia de la conformación político-social y de la herencia colonial que caracteriza al Perú, y respecto a lo cual da cuenta su escritura, su sensibilidad hacia el otro, la denuncia de estos procesos.
- Me gustaría que ahondáramos ahora en el tema de cómo el contexto de la violencia resultó, a nivel de la escritura, en una serie de innovaciones formales.
Una de las comprobaciones del libro es que lo que se agudiza en la poesía de los 80 es un descentramiento del sujeto. Se rompe la línea del yo; la violencia entra de tal manera en el sujeto que le destruye la consciencia. Esa consciencia desquiciada, descentrada, en contacto, en el caso de los Kloaka, con las drogas duras, es el sujeto popular que deja de existir. El sujeto típico de la literatura, de las ciencias sociales, se evapora y aparece el sujeto lumpenizado. Esto se ve expresado, en el caso de la poesía de Chirinos y Mazzotti, por ejemplo, en una fragmentación, un multiperspectivismo de voces. La idea del pastiche cobra también mucha fuerza en la obra de Chirinos; tiene un poema, por ejemplo, en el que habla de tres poetas del 60 fallecidos muy jóvenes y en circunstancias violentas –Juan Ojeda, Luis Hernández y Javier Heraud–, y le da forma a través del collage, de las citas directas e indirectas, para poder ofrecer una figura de lo que es ser poeta joven en el Perú, pero de tal forma que el lector tenga que terminar de armar el sentido que quiso expresar el autor.
En el caso de Mazzotti, él tiene un poema sobre la matanza en los penales en 1986, y ahí también hay un cruce de voces: la voz de la consciencia del sujeto que encarna a la sociedad, digamos, y, de otro lado, las víctimas. El yo poético muere al final del poema en la misma escritura, como una especie de elegía fúnebre dedicada a estos acontecimientos sombríos que se dieron frente a las costas de Lima.
En el caso de Santiváñez y Dalmacia Ruiz-Rosas, el rompimiento del verso, el quiebre de la linealidad discursiva, las intromisiones de la violencia aparecen de una manera inesperada, quizá a través de metáforas, de sugerencias, de manera elusiva. Y en el caso de Domingo de Ramos lo que tenemos es una suerte de aluvión discursivo degradado; el título Pastor de perros parte por ejemplo de una asociación cristiana completamente degradada: los perros son los pasteleros de la ciudad que están deambulando de una manera desquiciada, esquizofrénica y, sin embargo, atenta al entorno.
Esta poesía recoge todo el sentir, la vibración social de esta ciudad, de una Lima que es al mismo tiempo una metáfora del Perú. Luego la visión de estos poetas se expande hacia otros territorios, y sabemos que la guerra interna tuvo lugar, sobre todo, en los Andes. Hay poemas, como “Pucayacu”, de Raúl Mendizábal, que dan cuenta de esos sucesos a través de la mediación de los medios de comunicación: los periódicos, las noticias. Hay mucho que decir sobre cómo esta generación de poetas entra en contacto con esta realidad a través de los periódicos, y es ahí donde empalma con el otro y lo incluye en su escritura poética.
En realidad hay muchas maneras de registrar la violencia, no solo como un proyecto poético explícito, ya que estos poetas tienen varios libros en este periodo que va del 80 al 92 que tratan de otros temas; pero leyendo todo este corpus pude encontrar esta relación, un diálogo constante de estos autores con la violencia política. Además ellos tienen varias entrevistas (en El Comercio, en Caretas) en las que se les pregunta sobre su quehacer poético y lo definen en función de la violencia. En la revista Sí los entrevistaron a todos ellos por grupos y en todos los casos terminan refiriéndose a la violencia política. Su quehacer escritural estaba claramente relacionado con esto, es un hecho que los marca a todos. Mi interés era ver cómo marca a los jóvenes, a los nuevos poetas que recién están caminando en esta gran tradición poética peruana.
- ¿Por qué no incluir a poetas de otras partes, específicamente de las zonas más afectadas por el terrorismo?
- En realidad, lo que planteo en el libro es que estos seis poetas peruanos son los más interesantes de esa época, independientemente de que sean de Lima, de la Católica o de San Marcos; son poetas que ganan premios, son bien recibidos por la crítica, tienen un manejo de la poesía bastante diestro. Entonces no es casual que ellos tengan una visión bastante particular e interesante sobre la violencia política. Acá la oposición Lima/provincias me parece que pasa a segundo plano, si bien como ya señalé 3 de ellos no son naturales de Lima.
- Ahora, respecto al tema de Domingo de Ramos, y ya fuera del tema específico de la guerra interna, ¿qué piensas de su canonización reciente?
La publicación reciente de su poesía completa en el Fondo Editorial del Congreso puede ser vista como una contradicción, en cierto modo. Pero yo celebro este acontecimiento porque lo conozco, soy amigo de todos esos poetas, los aprecio, los admiro, y sé cómo ellos han venido trajinando. Aquí lo importante, siempre, lo que debemos considerar primero, es la escritura y lo cierto es que ninguno de estos autores, especialmente Domingo de Ramos, han movido una pieza de su escritura para poder llegar a tener el reconocimiento que tienen actualmente. No es casual que el libro de De Ramos venga prologado por críticos como Víctor Vich, Gonzalo Portocarrero, Luis Fernando Chueca, José Antonio Mazzotti o el crítico italiano Riccardo Badini. Hay un reconocimiento real, pero no sé, tal vez hay también un contacto con el tema de la inclusión en el discurso institucional. Sin embargo en este punto no veo una contradicción; más bien lo que veo es que el Estado, en este caso el Fondo Editorial del Congreso, se prestigia publicando este tipo de libros.
Hay que decir además que el Fondo Editorial del Congreso ha sido uno de los sellos más atentos a lo que es la visión del Perú como un país multicultural con una gran herencia histórica. Es la editorial que ha publicado los mejores libros de Ciencias Sociales, de Historia. Por ejemplo, publicó el libro de Nelson Manrique El tiempo del miedo en el 2002 y el libro de Gonzalo Portocarrero sobre racismo y mestizaje también se republicó ahí. Hay una línea editorial consistente y no es gratuito que esté ahí Domingo de Ramos; es casi una consecuencia natural. Y bien por él en ese sentido. De Ramos sigue siendo la misma persona; él mismo se ha definido como un zorro nocturno que camina por la ciudad, y eso no ha cambiado con el reconocimiento.
- Ahora, de los dos grupos, Kloaka es el que estaba más explícitamente interesado por la política, ¿no?
Sí, por supuesto. Acá en el libro yo publico tres manifiestos de Kloaka y uno es una primicia porque se trata de un documento interno que nunca circuló. Ahí se definen a sí mismos: por qué “Kloaka”, cuál es la ideología, cuál es la poética. En cuanto a su ideología, escriben por ejemplo: “Rechazamos cualquier forma de dominación, autoritarismo, sometimiento, abuso en cuanto a las relaciones eróticas. Rechazamos los idiomas peyorativos, despreciativos con que la burguesía maneja determinadas experiencias sexuales humanas, a las que denominan perversiones”. Ahora que estamos en pleno debate sobre la Unión Civil: acá está.
Lo que pasa es que la política no es ajena al lenguaje. El lenguaje está cargado de historicidad, por ejemplo. Las palabras cambian. Está cargado también por la sociedad de la que forma parte. Hay sociolectos, palabras que te dicen qué está pasando en el medio social campesino, obrero, en la burguesía, palabras que están cargadas con su clase social. Todo eso tiene que ver con la política. Y a la vez está el discurso, que es la manera en la que yo, con el lenguaje, expreso una posición, un punto de vista, una visión del mundo. Y claro, el grupo Kloaka sistematizó un discurso sobre la sociedad de su época. El nombre mismo, Kloaka, y la escritura misma, las K, enunciaban una situación “kloaquizada”, “enmierdada”, así como ahora se habla de “basurización”. La fuerza de la K tenía que ver también con lo quechua, con la herencia inca, pre inca.
Hay también en la producción de estos autores una denuncia del colonialismo interno, que es uno de los temas que estudio en el libro, aquello que Aníbal Quijano ha llamado “la colonialidad del poder”. Este es uno de los rasgos más novedosos e interesantes de estos poetas, porque te abren la perspectiva de un Perú no uninacional sino multinacional, un país que está atravesado por muchas maneras de entender la realidad.
Finalmente, la violencia política es algo bien extraño porque, sin olvidar todo el dolor y las muertes que trajo, en el campo de las artes ha sido bastante productiva.
- No sé si has considerado esto como un tema más abstracto, pero parece que hubiera una relación entre la violencia y la innovación formal. Pienso por ejemplo en la relación entre el modernismo y la Primera Guerra Mundial, o en las vanguardias de la segunda posguerra. ¿Tú crees que eso tiene algo que ver con la actividad poética peruana en la época de la guerra interna?
- Sí, porque no se trata de una violencia que es producto de un terremoto o que salió del mar, es una decisión de los seres humanos. Han llegado a un límite y se han dicho “ya no”. La palabra se ha cargado de violencia y ha pasado a la acción. Acuérdate, por otro lado, de la negación de los intelectuales. En los 80 el intelectual era mal visto…
- Hasta ahora...
- Es que vivimos en Lima. Cualquier persona que viene del extranjero, de cualquier parte del mundo, va a decir que es una de las ciudades más racistas que ha conocido. Lima es la capital del virreinato, la capital del país que se demoró más en independizarse en América Latina, 10 años después que los demás. Todavía estamos en una sociedad poscolonial y el discurso de la ultraderecha se ha reciclado últimamente, se ha vuelto a juntar, lo que se ve reflejado por ejemplo en el número de revistas de sociales que hay hoy en Lima. Eso está ahí… pero uno sigue trabajando, y resulta más urgente que nunca crear espacios para discusiones de las cosas reales, verdaderas, que nos preocupan. ¿A quién no le preocupa vivir en un país más integrado, en el que todos los ciudadanos tengan, realmente, sus derechos y deberes plenos? ¿Quién vive tranquilo, por otro lado, en una ciudad tan insegura, donde en un taxi, en un café, puede venir una bala perdida de los sicarios y matarte? Es bueno crear espacios de reflexión y este Lugar de la Memoria, donde se va a presentar el libro en tres fechas, del 22 al 24 de julio, es particularmente importante para hablar de estos temas, juntar miradas, puntos de vista distintos, interactuar con un público.
- ¿Cómo se dio el acercamiento con esta institución?
- Ellos se pusieron en contacto conmigo porque les llamó la atención el libro; cuando salió tuvo varias reseñas, tuvo buena aceptación de la crítica. Además yo ya conocía a algunas de las personas involucradas en este proyecto, como Jorge Villacorta. Me hablaron de manejar tres fechas para la presentación en Lima y accedí con el mayor gusto. Luego de eso, el libro se va a presentar también el 30 de julio en la Feria del Libro. Estoy contento porque en estas presentaciones van a estar dos escritores que tienen una relación bastante directa con la violencia política en la narrativa: Oswaldo Reynoso, que va a estar en el Lugar de la Memoria, y Miguel Gutiérrez, que va a estar en la Feria del Libro. Para mí es bastante gratificante que ellos hayan accedido a estar ahí para hablar del libro, dar su perspectiva.
- ¿Si te pidieran hacer una segunda edición qué cosas cambiarías o qué le añadirías al libro?
- Solamente una cosa, quizás. Le cambiaría el nombre: le pondría “Madre violencia”, que era el título original y que proviene de un poema de Dalmacia Ruiz-Rosas que analizo en el libro. Desgraciadamente, la editorial con la que lo publiqué tiene como política no publicar libros con títulos de metáforas... Por lo menos me dejaron poner en la portada una imagen de los NN que tiene que ver con la matanza de los penales.
- ¿De quién es, exactamente?
- De Alfredo Márquez y Alex Ángeles, que van a estar en la mesa redonda el jueves, con Polanco, que formó parte de Kloaka, y con Juan Javier Salazar, del grupo Huayco. Son 4 artistas plásticos cuya obra dialoga, también, con la violencia política. Hay un cuadro de Polanco, por ejemplo, que se llama Apagón. Él es el pintor del color pero en Apagón desaparece el color, obviamente. Y van a hablar de cómo ellos trabajaban con los poetas de los 80, qué proyectos tuvieron juntos. Los NN tienen un trabajo con Santiváñez, por ejemplo, a partir de una cita de Vallejo que Santiváñez seleccionó y ellos hicieron un dibujo.
- Se trata de la última generación de poetas militantes, ¿no?
Piensa que en esa época si ibas a una universidad como San Marcos te enseñaban Materialismo dialéctico 1, Materialismo dialéctico 2, Materialismo dialéctico 3. Había como 10 partidos políticos de izquierda y todos estaban ahí: PCR, Vanguardia Revolucionaria, etc. Ellos eran muy militantes, sobre todo Domingo de Ramos, Dalmacia Ruiz-Rosas y Róger Santiváñez.
Acuérdate que en los 80 acaba la Guerra Fría, es el final del Muro de Berlín, de la Perestroika, y comienza el periodo de la hegemonía de un solo país, Estados Unidos, el Imperio, como dicen Hardt y Negri, y ya no hay una fuerza opositora, digamos. Eso también se ve en el libro: en los 80, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, con Pinochet en Sudamérica, el neoliberalismo está empezando a asomar y la posmodernidad en el fondo es una manera de desestabilizar el discurso comunista para estabilizar como único modelo al libre mercado, que es el discurso con el que vivimos ahora.
- Y quizá esto hace que veamos a estos poetas que sí eran mucho más…
- Conscientes de la situación...
- Sí, como algo lejano a nosotros.
En mi caso no es tanto así porque yo pertenezco, como poeta, al grupo Neón, y los conozco a todos ellos a través del periodismo cultural que ejercí en Página Libre. Lo que pasa es que mi generación (y éramos muchísimos: se ha hablado de como 100 poetas de la generación del 90) veníamos también de la pequeña burguesía, pero en nuestro caso la base desapareció, la clase media se destruyó. Lo que hay son ciertas afinidades electivas, una estructura de sentimiento, no hay una ideología en común pero hay un feeling que nos acerca a través de la poesía.
Y sin embargo todos estos poetas de los 80 son apreciados por los autores que vienen después… Ya están en el canon, ya tienen hijos adolescentes algunos, como Mazzotti, de Ramos, Mendizábal… Aún se les ve como poetas jóvenes pero ya están en los 50 años. Son poetas vigentes y muy apreciados por los nuevos autores y que cuentan con una sólida presencia internacional.
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