Hoy, domingo 15, el diario El Comercio publicó una sorprendente encuesta a propósito de los llamados "acosadores del Metropolitano". A punta de esfuerzo y dedicación, día a día estas personas han cobrado notoriedad, al punto de que uno de ellos se permitió masturbarse detrás de la actriz Magaly Solier. Entonces, cuando la víctima fue una persona famosa y no una mujer anónima, el asunto tomó otro cariz. Y aquí estamos, hablando de ellos.

Los resultados de la encuesta son sorprendentes por varias razones. En este caso, los números hablan con más claridad que las palabras. 

El 11% de mujeres declaró que alguna vez en la calle o en el transporte público un hombre se masturbó enfrente de ellas. El 28% fue tocada o manoseada. El 73% fue objeto de miradas persistentes o incómodas. El 78% recibió silbidos  o le hicieron ruidos obscenos. Al 63% le hicieron gestos vulgares. Y el 59% fue víctima de roces incómodos y tocamientos. 

Una lectura superficial de la encuesta determinaría que los hombres de Lima son "aguantados" o masturbadores compulsivos o idiotas que no saben cómo hablarle a una mujer y se conforman con mostrarles el pene a escondidas en el Metropolitano o silbarles y decirles tonterías en la calle, o mirarles el trasero mientras se alejan de sus vidas para siempre. 

Sin embargo, una lectura más profunda (y benevolente y compasiva) concluiría que este tipo de varones en realidad sufre de una suerte de desviación mental o trauma o represión que los lleva a encontrar satisfacción o goce sexual exhibiendo esas conductas públicas, en lugar de hacer lo que el resto de hombres hace: encontrar a una mujer o a otro varón (o más) para llevar una vida sexual sana, con las particularidades que se les antoje, pero con pleno acuerdo de las partes involucradas. Después de todo, no importa qué tan "raros" o poco comunes sean tus apetitos sexuales, siempre podrás encontrar alguien que comparta tus inquietudes, sin necesidad de agredir ni violentar a nadie. 

Por supuesto, si tus apetitos incluyen, básicamente, la agresión y la violencia contra personas indefensas, entonces te conviertes en un peligro para la sociedad y debes seguir un tratamiento especializado. En el mejor de los casos, en libertad, en una clínica o en un hospital. En el peor, en la cárcel.

Precisamente, volviendo a la encuesta, un 63% del total de personas entrevistadas recomienda que las mujeres agredidas de esta forma respondan con violencia. Entre las mujeres, el porcentaje es más alto: 73% de ellas recomienda esta medida, contra un 25% que responde negativamente.

Por otro lado, en cuanto a las medidas punitivas en estos casos, un 76% de personas manifiesta que se devería encarcelar a los acosadores. El 90%, multarlos. El 91% obligarlos a realizar servicios comunitarios. Y un alucinante 42%, nada menos que castrarlos: ni siquiera la prisión, mucho menos un tratamiento, sino de frente cortar por lo sano (o enfermo, según como se mire). 

La ministra de la mujer Ana Jara dijo que las mujeres deberían responder a las agresiones con "clavos, alfileres y agujas". Una declaración muy popular.

De acuerdo con Jara, el 63% de personas se muestra de acuerdo con que las mujeres deberían agredir a los acosadores. Y, de las mujeres interrogadas, el 72% se manifiesta de acuerdo con la medida. 

Respecto a separar a hombres y mujeres en los buses públicos, medida propuesta por la alcaldesa Susana Villarán, el 51% se declara a favor, el 43% en contra y el 6% no precisa. 

Los resultados de la encuesta son interesantes por el grado de machismo, contradicción, confusión y por la manera en que se revela el promedio de adultos en Lima: casi todos son niños con las hormonas revueltas que no saben cómo canalizar ni desfogar sus apetitos sexuales. O como ciudadanos profundamente inadaptados para vivir en sociedad. 

El tema continuará por semanas y, seguro, será debatido en la próxima campaña municipal, mientras los casos de acosadores continúen apareciendo. Mientras tanto, ¿tú cómo reaccionarías si eres víctima o testigo de una agresión? En algunos casos el cambio empieza por uno mismo, sin esperar a que las autoridades nos defiendan.  

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