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foto: andina

Un fin de semana con el muerto

El gabinete Cornejo agoniza más rápido de lo que se esperaba. Pase lo que pase el lunes, el ejecutivo no quedará igual. 

Publicado: 2014-03-15

La doble votación de ayer en el Congreso sobre el gabinete Cornejo ha dejado al presidente Ollanta Humala con un paquete incómodo, y algo oloroso: un ejecutivo que huele a muerto tras apenas unas semanas de reconstituido. Este gabinete, cuyo parto fue tan difícil, agoniza ahora en medio de la confusión generalizada, y nadie sabe qué esperar. Pero todos esperan.

Es verdad que lo que ocurra el lunes, cuando el pleno se reúna nuevamente para, con suerte, dirimir la cuestión, puede cambiar las cosas. Pero parece bastante claro que a este grupo de ministros le queda poco tiempo. Habrá cambios. La cosa, claro, es cuáles.

Pero antes, un breve recuento. Ayer, el congreso votó dos veces para censurar o dar su confianza al gabinete. La oposición no logró ponerse de acuerdo para la censura, pero sí se puso de acuerdo para abstenerse: al final de la primera votación, hubo 47 votos a favor, 0 votos en contra y 71 abstenciones.

El oficialismo, encabezado por el presidente del legislativo, Fredy Otárola, se apresuró a poner en marcha una segunda votación (contra lo que, al parecer, preferían los voceros de las bancadas opositores). Y ahí hubo una sorpresa: 42 a favor, 73 abstenciones... y 6 votos por la censura. La sorpresa es que estos últimos vinieron del propio oficialismo, en jugada al parecer capitaneada por Daniel Abugatás.

Y es que, técnicamente, esa cantidad de votos de censura anula las abstenciones, de modo que -otra vez, técnicamente- el gabinete Cornejo había obtenido así la confianza de los legisladores. (Nadie le debe haber avisado a Otárola, quien cerró la sesión sin dejar constancia de esto en el acta).

Al final, el presidente se encargó de dejar la leguleyada de Abugatás en el cajón. Ya de madrugada, salió a declarar desde palacio en compañía de todo el gabinete y su versión de los hechos no mencionó los votos en contra de su propia bancada. Para él, la cosa estaba aún por definir. Y así es como hemos quedado hasta el lunes.

La pregunta de fondo es, ¿por qué? La oposición parecía unida en su insistencia en un tema: el gobierno, insisten tanto apristas como fujimoristas, accipopulistas y pepecistas, actúa con soberbia: lo que se necesitan son señales de humildad. Es poco claro cómo se miden, en votos contantes y sonantes, esos signos, pero una cosa es clara: la humildad que reclaman no es la de Ollanta Humala sino la de Nadine Heredia. Hoy, un "desmarque" del gobierno con respecto a la Primera Dama parece ser la condición esencial para obtener un voto de confianza este lunes. 

Una segunda línea de ataque ha sido la referente a los conflictos de intereses del propio premier René Cornejo, ministro de larga data en este gobierno y también directivo de empresa que contratan con el estado. Esta denuncia ya ha sido hecha antes, pero ayer y hoy algunos parlamentarios opositores, como Víctor Andrés García Belaúnde, se han encargado de reiterarla. Aunque más bien a media voz. 

Por su parte, los fujimoristas (con muy poca sangre en la cara), piden específicamente la salida del ministro de Defensa, Pedro Cateriano, y del del Interior, Walter Albán, el primero por los pagos de devengados del ejército a Antauro Humala y el segundo por la inseguridad ciudadana. Son, parece, adalides de la anticorrupción y la lucha contra el crimen. 

(Nadie, dicho sea de paso, ha mencionado con demasiado énfasis los conflictos de interés de la ministra Carmen Omonte, o los enredos entre el Minam de Jaime Pulgar Vidal y el Minem de Eleodoro Mayorga, que se desmienten y se jalan la alfombra tan alegremente sobre temas de fondo de política estatal, pero esos también podrían ser causales de censura al gabinete. Es sólo una sugerencia). 

Entre tanto, la Confiep, siempre presta a velar por la estabilidad y la gobernabilidad, ha salido hoy a pedir un voto de confianza para un gabinete que sin duda percibe como más suyo que ajeno, y cuya composición ahora tiembla con resultados que no puede prever. No es factible que el poder de los empresarios termine de inclinar la balanza, pero el peso de su preferencia, tan claramente expresada, no es deleznable (y tampoco es lo que estén haciendo tras bambalinas, porque quietos es seguro que no están). 

Lo más difícil en todo esto es imaginar una salida clara al impase. La oposición parece querer que los representantes del ejecutivo se sienten a negociar, pero con eso hay dos problemas. Uno, que la agenda de negociación es poco clara: no hay demasiadas diferencias de fondo en términos de política de estado, ni la oposición tiene realmente mucho que ofrecerle a un gobierno ya asediado por enemigos intransigentes que nadie en el Congreso controla. 

Y dos, que el tema de fondo, si se trata de Nadine, no es en realidad negociable. Y no necesariamente porque nadie en el ejecutivo tenga la voluntad de negociarlo (aunque ello es ciertamente posible), sino porque no tiene una forma concreta sobre la que se puedan tomar acuerdos concretos y verificables, que es como se hace política. ¿En qué consistiría, exactamente, el "desmarque" que se pide? ¿Una mordaza? 

Todo esto, claro está, asume que las próximas horas serán de negociación, y que llegaremos al lunes con los atisbos de una suloción al problema. La otra posibilidad es que no se negocie nada y estemos en las mismas. Ya se verá.


Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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