El Partido Demócrata interpuso una demanda millonaria contra la campaña de Donald Trump, el Gobierno ruso y WikiLeaks por confabularse para beneficiar en las elecciones al ahora presidente de EEUU en perjuicio de su candidata, Hillary Clinton, en la campaña del 2016.

Así, los demócratas se adelantaron a la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre el llamado Rusiagate, con una acusación de alto voltaje político que además trae a la memoria la denuncia lanzada por el mismo contra Richard Nixon en 1972, con lo que, de paso, aumenta la presión contra el magnate, cada vez más cercado por la trama rusa. Aquella reclamación prosperó y la campaña de Nixon tuvo que pagar 750.000 dólares a los demócratas, tras un acuerdo que se alcanzó el mismo día que dimitió a la Presidencia.

La demanda civil la interpuso el Comité Nacional Demócrata (DNC, secretariado) ante un tribunal federal neoyorquino en Manhattan. En la querella se alega que hubo un complot entre altos responsables de la campaña republicana con el Kremlin y el espionaje militar ruso, así como con WikiLeaks, con el objetivo de perjudicar a Clinton y llevar a Trump a la Casa Blanca.

En un comunicado, el presidente del DNC, Tom Perez, hace referencia al llamado Rusiagate, al que calificó como "un acto de traición sin precedentes" en Estados Unidos, ya que nunca antes en la historia del país había ocurrido que la campaña de un candidato estableciera una "alianza con una potencia extranjera hostil para reforzar sus oportunidades de ganar la Presidencia".

"En la campaña presidencial de 2016, Rusia lanzó un asalto total a nuestra democracia y encontró un socio voluntario y activo en la campaña de Donald Trump".


The Washington Post había adelantado el núcleo de la demanda civil, que señala que el 27 de julio de 2015 y el 18 de abril de 2016 los ordenadores del Comité Nacional Demócrata fueron 'hackeados' para robar información que se hizo pública  en plena campaña electoral a través de Wikileaks, un hacker conocido como Guccifer 2.0 y la web DCLeak. 

La denuncia  coincide con la investigación a cargo del fiscal Robert Mueller, para determinar el alcance de la injerencia rusa en las últimas elecciones, que ya ha sido confirmada por los servicios de inteligencia del país, el FBI y la CIA, que ya habían concluido que sí hubo complicidad con el equipo de campaña de Trump. 

La investigación independiente también revela casos de obstrucción a la justicia, testimonios falsos a los investigadores e incluso omisiones al fisco. 

Según la querella del Partido Demócrata, la interferencia del Kremlin, a través de la divulgación de documentos filtrados por WikiLeaks, supuso una conspiración ilegal que perjudicó gravemente las aspiraciones de Clinton. La demanda incluye al hijo mayor del presidente, Donald Trump Jr., a su yerno, Jared Kushner, y a Roger Stone, un asesor de la Casa Blanca, como acusados. A todos los señala de "promover" la filtración de documentos.

De hecho, tras las primeras filtraciones del fundador de WikiLeaks, el australiano Julian Assange, el mismo Trump le pidió a Moscú públicamente que obtuviera y filtrara los 30.000 correos electrónicos oficiales que desaparecieron de un servidor privado de Hillary Clinton.  "Rusia, si me están escuchando, espero que puedan encontrar los 30.000 correos electrónicos desaparecidos (de Clinton). Creo que nuestra prensa les recompensaría con creces", aseguró el hoy presidente en julio de 2016 en una conferencia de prensa en Florida.

El presidente estadounidense ha insistido en que no hubo confabulación entre su campaña y el Kremlin, pese a que tuvo que admitir la interferencia de Rusia en las elecciones pasadas, algo que negaba en un principio.

Esta misma madrugada, en reacción a la publicación de unos memorandos del exdirector del FBI James Comey sobre sus reuniones con él, Trump calificó de nuevo como "cacería de brujas" las investigaciones del fiscal Mueller.

Los republicanos del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes emitieron el mes pasado un informe en el que dijeron que no encontraron pruebas de que Trump y su equipo de campaña se hayan confabulado con Rusia para influir en las elecciones, como sostiene no solo los demócratas, sino también la CIA y el FBI.

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