El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, dimitió de su cargo por discrepancias con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, apenas seis meses después de haberlo asumido, lo que agudiza la crisis por la que atraviesa la administración del republicano, abiertamente enfrentado con los medios de su país.

Según medios locales, como el New York Times, el secretario de prensa de la Casa Blanca presentó su carta de renuncia al mandatario después de que este nombró al empresario neoyorquino Anthony Scaramucci director de comunicaciones. Sean Spicer le había expresado su profundo rechazo a esa decisión. Será reemplazado por la actual adjunta de la vocería, Sarah Huckabee Sanders, de 34 años e hija de un exgobernador republicano.

Pero la designación referida solo fue el detonante en una relación marcada por las desavenencias. Spicer (Rhode Island, 1971) no era del entorno de Trump. Venía de las filas republicanas y su elección fue fruto de la presión del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus. Pero desde el inicio del mandato del magnate hubo encontronazos entre ambos. 

Apenas al día siguiente de la investidura de Trump, el presidente republicano lo fustigó en privado por su mala imagen: no le gustó ni el traje ni la corbata que había usado en su primera comparecencia ante los medios. Luego vieron los propios deslices de Spicer. El cortocircuito con el presidente era evidente, dentro y fuera de la Casa Blanca, al punto que, en los últimos dos meses, las tradicionales apariciones públicas del portavoz se redujeron hasta casi desaparecer semanas enteras.

Las comparecencias de Spicer estuvieron marcadas por los gazapos desde el mismo día de la asunción de Trump, cuando acusó a los medios críticos del presidente de haber mentido sobre la cifra de participantes en la investidura, pese a que las pruebas fotográficas demostraban que había sido un acto con menos acogida que el de su antecesor, Barack Obama.

Luego vinieron maltratos a algunos corresponsales de la Casa Blanca, porque detestaba que lo contradigan, lo que demostraba que tampoco tenía la cintura necesaria para contestar las polémicas cuestiones que se suscitaban a diario en la caótica Administración Trump. Por ejemplo, al reportero Jim Acosta de la CNN le dijo "tienes cero inteligencia" y a una periodista de ABC le pidió que se compre un diccionario.

Así, Spicer se convirtió, por méritos propios, en un blanco fácil de las parodias televisivas. Y cuando todo parecía ir peor, comete quizá el peor error de su gestión como el vocero del Gobierno, cuando, en su afán por demostrar que el presidente sirio Bashar al Assad es peor que Adolf Hitler, dijo que este último "ni siquiera cayó tan bajo como para usar armas químicas".

Ahora, tras seis meses de desaciertos, tiempo en el que no fue capaz de suscitar empatía con los periodistas que cubren la Casa Blanca, lo que acentuó la brecha entre los medios y la vertiginosa Administración Trump, Spicer anunció que en agosto deja el cargo. 

Con la llegada a la Casa Blanca de Scaramucci, quien ha estado vinculado al equipo de Trump desde hace más de un año, el gobierno republicano espera mejorar la coherencia del mensaje oficial, aunque su experiencia política es nula.

Anthony Scaramucci dio una conferencia de prensa este viernes en la casa blanca. (EFE)

El nuevo director de Comunicaciones del magnate neoyorquino es una conocido agente de Wall Street, comentarista habitual en la televisión y con un doctorado en derecho de Harvard. En algunos medios lo llaman "El Gorrero" y, aunque no parece que nunca le haya faltado dinero, su padre, de origen italiano, fue un obrero de la construcción.

Scaramucci, quien también está enfrentado el jefe de gabinete Priebus, estará al frente de dirección de Comunicaciones, un cargo no tan político sino más orgánico y de perfil estratégico. De hecho, el último jefe que tuvo esta oficina, Mike Dubke, quien dimitió a finales de mayo, apenas era conocido.

La llegada a la Casa Blanca de Scaramucci lo ha puesto en la mira de la oposición demócrata por una operación financiera que ejecutó poco antes de que Trump fuese investido presidente, cuando vendió su fondo buitre, SkyBridge Capital, a un conglomerado chino. Las suspicacias ya están instaladas y es casi seguro de que será objeto de investigación.

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