Hoy más que nunca comprobamos que en una situación de emergencia nacional y mundial, el acceso a agua en cantidad y calidad resulta crítico para asegurar la salud y la vida de las personas. En una crisis como la generada por la pandemia del coronavirus el lavado de manos resulta vital para evitar el contagio. Nos estresamos por no tener mascarillas ni alcohol en gel, pero la gran mayoría tenemos la tranquilidad de poseer agua en nuestras casas. Sin embargo, esto no es así para 3.4 millones de peruanas y peruanos.
Hay peruanas y peruanos que todavía no tienen acceso a agua y saneamiento. Se estima que 3.4 millones de peruanas/os (10,2% de la población) carecen de acceso a servicios hídricos, y 8 millones (25,5%) carece de acceso a servicios de alcantarillado (MVCS, 2017). La mitad de la población (55,7, de los cuales 55% habita en áreas urbanas y 58,2% en áreas rurales) tiene acceso al suministro de agua 24 horas al día. En zonas rurales el número es mucho más alarmante: cerca del 66% de la población aún no cuenta con agua potable.
Hay acciones de corto plazo que ayudarán a cerrar esta brecha durante la crisis. Desde el Gobierno se están implementando medidas para abastecer de agua a la población sin acceso durante la emergencia como el reparto de agua a través de camiones cisternas, según lo anunciado por el Presidente durante la semana. En Lima, Sedapal en coordinación con el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento anunció que 360 cisternas repartirán agua potable gratis durante el estado de emergencia.
“Aplaudimos las acciones del Gobierno Peruano y Sedapal para abordar la brecha del acceso al agua potable en el corto plazo con la implementación de cisternas, y esperamos que estos esfuerzos extenderán a inversiones necesarias en las redes, plantas y otras infraestructuras construidas que son necesarias para cerrar la brecha del acceso a agua potable”, detalla Gena Gammie, subdirectora del Proyecto Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica, Forest Trends. Pero añade que será en vano enfocar solo en esta infraestructura si no cuidamos el primer eslabón de la cadena de valor del agua los ecosistemas que nos proveen de agua y que son cada día más amenazados: lagos y ríos sí, pero también bosques, bofedales, páramos y humedales.
El caso de Lima
Recordemos siempre que Lima es la ciudad de América Latina con menor capacidad de almacenamiento de agua por habitante (35 m3 por habitante versus 135 m3 de Santiago de Chile o 123 m3 de Bogotá). Estudio del Banco Mundial estima que, con las condiciones actuales, Lima solo podrá soportar un año con una temporada baja de lluvias[2].
La infraestructura natural – así como la infraestructura ancestral, como los andenes y las amunas–captan, infiltran, y regulan el agua y mantiene estables los suelos. Por lo tanto, resultan herramientas clave en la resiliencia del sistema de agua que abastece a Lima y sus alrededores.
“Por un lado, estamos perdiendo la infraestructura natural que actualmente brinda servicios: por ejemplo, los bofedales de Carampoma (parte alta de Lima) se están destruyendo de forma acelerada por extracción ilegal para comercialización en viveros y proyectos inmobiliarios, por minería informal y construcción de carreteras (legales e ilegales). Por otro lado, la restauración y escalamiento de infraestructura ancestral como las amunas, presentes en Huamantanga, Lima, podría incrementar hasta en 33% la disponibilidad de agua para toda la ciudad y no la estamos aprovechando”, resalta Fernando Momiy Hada, director del Proyecto Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica.
Y estas tendencias no sólo se presentan en Lima. En el Perú, más de 140,000 ha. de nuestros bosques son deforestados al año, los ríos y ecosistemas son contaminados por la minería ilegal, las industrias y los desperdicios generados por las ciudades, bofedales y páramos depredados, son nuestro día a día. Nuestros ecosistemas están sufriendo un deterioro acelerado y tenemos poca capacidad de respuesta.
Hacia un futuro resiliente
“La buena noticia es que contamos con recursos financieros y conocimiento para empezar a construir sistemas robustos y resilientes. Ya podemos trabajar en la solución a estos problemas y frenar el deterioro ambiental con proyectos ecosistémicos que están en proceso de elaboración y que requieren mucha voluntad política para ser acelerados”, explica Gammie.
“Hoy tenemos la oportunidad de repensar nuestras políticas y prácticas para construir una sociedad verdaderamente resiliente: ¿Será el momento en el que como ciudadanos nos empiece a interesar más lo que pasa en los ecosistemas naturales que nos permiten contar con el agua que necesitamos para vivir? ¿De entender que, sin esos guardianes y guardianas del agua, la mayoría viviendo en extrema pobreza y sin servicios básicos, no tenemos futuro?”, concluye Momiy.
Texto publicado en Forest Trends / Foto: Alberto Ñiquen
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