Actualización: marzo del 2022

Más de cinco años después del allanamiento que sufrieron asociaciones de cultivo de cannabis en Perú, los llamados 'Clubes Cannábicos' ya cuentan con una norma que reconoce sus derechos: la Ley 31312, que incluye a la producción artesanal con cultivo asociativo. Sin embargo, para poder seguir trabajando con seguridad y sin temor a perder sus libertades personales, estas asociaciones necesitan que se publique el Reglamento de dicha ley, cuyo proyecto se encuentra actualmente en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM).

La Ley 31312 establece como requisitos que los 'Clubes Cannábicos' estén inscritos como asociaciones sin fines de lucro en Registros Públicos, que estén conformados por personas inscritas en el Registro Nacional de Pacientes Usuarios de Cannabis (RENPUC) y que estas cuenten con receta médica. Debido a la falta de Reglamento, ninguna asociación puede solicitar aún licencia de cultivo.


Publicado originalmente el 8 de marzo del 2020

Paradójicamente, la ley que ellas impulsaron no las incluyó. Las madres que fueron víctimas de la incautación de sus plantas medicinales que cultivaban para sus hijos no encuentran justicia pasados tres años del accionar policial.

La madrugada del 7 de febrero del 2017, policías ingresaron a una vivienda en San Miguel (Lima) y se llevaron siete plantas de cannabis sativa, una prensa y un sistema de hidroponía, que madres y cultivadores usaban para procesar aceites que servían para tratar a menores con trastornos neurológicos.

Este caso motivó que se impulse una ley que regule el uso medicinal de la cannabis en Perú. Si bien la denuncia que la Fiscalía presentó contra ellas, un médico y un cultivador terminó archivada por tratarse del derecho a la salud, pasados más tres años del allanamiento, dos años de la promulgación de la Ley Nº 30681 y más de un año de la aprobación de su reglamento (Decreto Supremo N° 005-2019-SA), estas asociaciones siguen siendo excluidas por el Estado. 

"Nosotras fuimos impulsoras de esta ley, hemos hecho mucha incidencia política, social y legal. Para las madres que luchamos por el autocultivo y el cultivo asociativo, esta norma no nos ha beneficiado porque nos pone más al margen de la ley", cuenta Ana Álvarez, madre de Anthony, un joven que sufre de esclerosis tuberosa, un trastorno neurológico que le provoca convulsiones y alteraciones psíquicas.

Desde que su hijo tenía cuatro años, Ana tuvo que darle grandes dosis de fármacos tradicionales a Anthony. Por indicación médica, llegó a darle hasta dieciocho pastillas diarias, entre anticonvulsivantes, como el ácido valproico, y medicamentos psiquiátricos, como quetiapina, risperidona y biperideno, combinación que dejaba sedado a su hijo. 

"Darle tantos fármacos a mi hijo era un suplicio, todas las mañanas darle un cóctel de pastillas", recuerda Ana.

Cuando llegó a ese punto, esta madre de familia empezó a investigar por su cuenta y encontró que en otros países del mundo la cannabis sativa era considerada una medicina, un anticonvulsivante y ansiolítico efectivo y con efectos secundarios mínimos, comparado a lo que le recetaban los médicos en nuestro país. Cuando Anthony tenía catorce años, su situación se complicó porque empezó a presentar cuadros psicóticos.

"Fue un proceso bien largo. Tuvimos que prácticamente encerrar a mi hijo porque se ponía agresivo, la situación era bien complicada. Es ahí donde la cannabis me ayuda", cuenta.

madres del colectivo 'buscando esperanza' en marcha mundial de la marihuana / andina

Desde que Ana empezó a darle cannabis, su hijo empezó a dejar progresivamente las pastillas y eso ha mejorado su salud. Actualmente, Anthony, con veinte años de edad, ya no toma dieciocho pastillas diarias. Ha dejado todos los fármacos psiquiátricos y solo se ha quedado con pequeñas dosis de tres anticonvulsivantes.

"Para llegar a que mi hijo se estabilice ha sido prueba y error. Cuando empecé, importé aceites de Canadá y de otros países, pero no le daban los resultados como con este aceite artesanal y hecho aquí en Perú".
"Mi hijo está bien, sé que la cannabis no le va a cambiar el diagnóstico, pero sí le ha mejorado la calidad de vida. Las convulsiones son menos frecuentes y más leves, nos ha dado una tranquilidad emocional a toda la familia, porque antes parábamos con los pelos de punta", cuenta.

Los cuadros psicóticos de Anthony provocaron que la familia se separe, pero con el tratamiento con cannabis la calidad de vida de él y su familia ha mejorado.

"Ya tenemos tres años desde que vivimos juntos nuevamente. Llega un momento en el que ya nadie te visita, te aíslas, por vergüenza o temor porque a veces mi hijo estaba en la calle y repentinamente le daba una convulsión. Ahora no hay nada de eso. Ahora solo voy al neurólogo cada tres meses, antes estaba internado y mi rutina era entre los internamientos y mi casa", afirma.

¿Cómo fue esto posible? El extracto que consume el hijo de Ana está compuesto principalmente por ácido cannabidiólico (CBD), un cannabinoide ácido con propiedades ansiolíticas y anticonvulsivantes. Además, Anthony usa pequeñas dosis de ácido tetrahidrocannabinólico (THCA), que tiene propiedades neuroprotectoras y antiinflamatorias. Ninguno de estos cannabinoides ácidos son desarrollados por los laboratorios y no se encuentran a la venta en ningún establecimiento farmacéutico en el país, pero sí son producidos localmente por un reconocido cultivador peruano.

"Ver a mi hijo ahora y recordar lo de antes no tiene comparación. Como decimos con mis compañeras, todo lo que ha pasado ha valido la pena. Estamos muy agradecidas con esta planta, con la naturaleza en sí, sin ella mi vida no sería la que llevo ahora", cuenta Ana sobre los resultados del tratamiento con cannabis.

Ana forma parte de 'Buscando Esperanza', una asociación conformada por 60 familias de diversas regiones del Perú que usan cannabis con fines medicinales. Este colectivo fue víctima del allanamiento de febrero del 2017 y, pasados tres años, Ana reflexiona sobre la situación actual del acceso a cannabis en Perú.

"Ahora, solo se permite la importación y el cultivo, pero a través de laboratorios, y nosotras no luchamos por ello. Luchamos por una medicina natural, por toda la planta, desde las raíces, el tallo, las hojas, las flores, todo de la cannabis es beneficioso para usarlo de forma terapéutica", afirma.

El reclamo de 'Buscando Esperanza' es que el Estado peruano no está garantizando el acceso democrático a la planta, ya que lo que más se ha hecho es importar productos de Estados Unidos (EEUU), Canadá y Colombia para ser comercializados a elevados precios en boticas y farmacias.

Además, para ser formales en el sector cannabis, las empresas deben invertir millones de dólares y superar barreras burocráticas. Si las empresas encuentran complicaciones, para las asociaciones de pacientes como las que dirige Ana la situación es aún más complicada.

Ana explica que, para cumplir la Ley 30681, las asociaciones de pacientes tendrían que convertirse en laboratorios farmacéuticos certificados, empresa que no están en la capacidad de desarrollar y que no va con el objetivo que tienen los 'Clubes Cannábicos', que son asociaciones sin fines de lucro, que no comercializan.

"El Estado sacó la Ley 30681, pero se olvidaron de las que realmente luchamos. Hay un grupo personas con problemas de salud que, como el Estado no pudo solucionar sus problemas, hemos sido nosotras las madres las que las hemos ayudado, y ahora esa ley nos limita".

Lo que Ana Álvarez y las madres de 'Buscando Esperanza' proponen es que se reconozca legalmente lo que ellas promueven desde hace cuatro años y que fue el motivo por el que se aprobó la ley: el cultivo asociativo y personal para pacientes.

"Planteamos estar debidamente registradas como asociación de cultivo o cultivo personal, llevar nuestros aceites a un laboratorio, que sean analizados mediante cromatografía [para medir la concentración de los fitocannabinoides como CBD, THC, entre otros] y estar monitoreadas por un médico para que haga seguimiento a pacientes", propone Ana.

Ana le pide a los nuevos parlamentarios que se pongan en el lugar de los pacientes y sus familias, a las que la cannabis les ha ayudado y a las que podría ayudar.

"Les pediría que se pongan en nuestro lugar, que vean la necesidad de la gente de un acceso democrático a la cannabis medicinal. Necesitamos esta medicina y no solo para nosotras, sino también para personas que vienen de otros lugares del país con mucha ilusión, pero a las que nosotras solo le podemos dar información".
"Esas familias no van a tener dinero suficiente para pagar una consulta médica, comprar un aceite, luego probar si hace efecto y pagar nueva consulta y adquirir otro. ¿Cuánto dinero se va ahí? Hay personas que no pueden acceder a eso, por eso nosotros peleamos por el cultivo personal y asociativo de pacientes".
"Les diría que presten oídos a este tema que es muy importante porque se trata de la salud, de la vida. Estoy convencida de que cada ser humano tiene su derecho a elegir cómo es que va a recuperarse. Que nos apoyen y que se informen mucho antes de emitir una opinión, nosotros no hemos descubierto nada, esto en otros países está muy avanzado, las evidencias demuestran que mejora la salud de los pacientes y sus familias".

foto: andina

Como ya han explicado anteriormente médicos especialistas, los tratamientos con cannabis son personalizados: todas las personas reaccionan de manera particular y distinta a los fitocannabinoides, que actúan como llaves que activan el sistema endocannabinoide. Este sistema regula las distintas funciones biológicas de nuestro cuerpo: interviene en la neuroprotección, el control del dolor, funciones cardiovasculares, gastrointestinales y hepáticas. Esta es la explicación de por qué la cannabis puede servir para una gran diversidad de dolencias y enfermedades.


[Foto de portada: Buscando Esperanza / Facebook]


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