Los bosques gestionados de manera sostenible desempeñan un papel esencial en la regulación hídrica y estabilización del clima. A través de sus servicios ecosistémicos, los bosques y los árboles son un determinante clave de las lluvias y de los patrones de temperatura. Esta gestión contribuye de manera significativa a mantener la seguridad hídrica y alimentaria y genera dinámicas económicas locales. También constituyen una parte vital del ciclo del carbono, pues absorben, reciclan y almacenan grandes cantidades de dióxido de carbono, con lo que regulan la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Solemos escuchar y leer que los bosques son los pulmones del planeta. Sin embargo, la deforestación no cesa. Por ello, hay iniciativas globales como el Acuerdo de París, y el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques (UNSPF) con objetivos y metas forestales mundiales en el marco de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030. En la Cumbre de Acción Climática, llevada a cabo en setiembre de 2019 en Nueva York, 65 países se comprometieron a reducir los gases de efecto invernadero en la atmósfera para el 2050. Por otro lado, había gran expectativa por la COP25, realizada recientemente en Madrid, dado que consideraría el establecimiento de reglas para fomentar mercados de carbono entre naciones, ciudades y corporaciones como mecanismo para incentivar estrategias agresivas de reducción de emisiones en una variedad de sectores, incluidos los bosques, considerados cruciales para frenar el creciente calentamiento global, al tiempo que brindan protección y recursos para los seres humanos, los animales y las plantas. Sin embargo, el artículo 6 (mercado de carbono) del principal acuerdo climático mundial pasó a la agenda de la COP26.
Bosques andinos
Por años, muchas comunidades campesinas y pueblos originarios han logrado vivir en armonía, conservando actividades de manera sostenible. Ahora no solo debemos regresar a implementar algunas de estas prácticas, sino también generar nuevo conocimiento científico para que el diálogo entre la práctica y la ciencia genere mejores elementos de decisión para el desarrollo, la gestión pública y los procesos globales de adaptación y mitigación al cambio climático.
Durante la pasada COP25, realizada en Madrid, se presentaron una serie de estudios de casos exitosos de la región andina, africana y europea relacionados con los ecosistemas, poblaciones locales y la adaptación de estas dependientes de los servicios ecosistémicos.
Entre ellos se destacó el Programa Bosques Andinos (PBA), como una iniciativa regional que contribuye a que la población andina que vive en y alrededor de ellos reduzca su vulnerabilidad al cambio climático y reciba beneficios sociales, económicos y ambientales de la conservación de bosques andinos.
Alrededor de 30 millones de hectáreas, desde Venezuela hasta Chile, pasando por Colombia, Ecuador, Perú, Argentina y Bolivia, son bosques de montañas. Entre sus principales servicios ecosistémicos figuran la provisión de agua, para nuestro consumo, para la agricultura y actividades productivas. Pese a ello, en los últimos años se han visto afectados por su mala gestión, por incendios forestales, tala ilegal, actividades agropecuarias y extractivas, y el cambio climático. “Somos más de 40 milllones de personas que dependemos de ellos de manera directa; y en un escenario de cambio climático, los bosques andinos –que pueden albergar entre 20 y 40 toneladas de carbono por hectárea– cumplen un rol importante”, dice Luis Albán, coordinador regional de incidencia en políticas y mecanismos financieros del PBA.
El PBA (iniciativa que forma parte del Programa Global de Cambio Climático y Medio Ambiente de la Cooperación Suiza Cosude y es facilitada por Helvetas Perú - Condesan) inició en 2014 con el objetivo de mejorar las capacidades de adaptación y mitigación frente el cambio climático mediante la consolidación y escalamiento de políticas, prácticas, herramientas y esquemas de incentivos exitosos en la región relevantes al manejo sostenible de los bosques andinos.
El pasado setiembre empezó su segunda fase, en la cual se busca mejorar las condiciones habilitantes y ampliar las acciones colaborativas sostenidas para la consolidación, la réplica y el escalamiento de buenas prácticas y la gestión de conocimientos para el manejo sostenible de paisajes de los bosques andinos, la resiliencia de la población y la de los ecosistemas en la región andina.
“Esta segunda fase tiene como principales retos el incidir en las políticas públicas, en la promoción del conocimiento generado durante la primera fase y de los nuevos hallazgos, en el fortalecimiento de instrumentos de políticas y en los mecanismos de financiamiento. Además, se busca incentivar el interés regional hacia la conservación de los bosques andinos y promover sinergias en estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático”, explica Albán.
La adaptación basada en ecosistemas (AbE o EbA en inglés) es una estrategia de adaptación al cambio climático que integra a los ecosistemas, su biodiversidad y los servicios ambientales que brindan, con los medios y estrategias de vida de los pobladores y sociedades con el fin de aumentar la resiliencia y reducir su vulnerabilidad al cambio climático pero además generando oportunidades para mejorar la calidad de vida. “Las poblaciones y ciudades son las que dependen de los servicios que brindan los ecosistemas para vivir y mantener una economía familiar, por lo tanto, la restauración, conservación y manejo de los ecosistemas son acciones cruciales para que disminuyan su vulnerabilidad a los impactos que trae el cambio climático”, anota Musuq Briceño, responsable de comunicación de Helvetas Perú.
Uno de los servicios ecosistémicos más importantes es el ligado a la regulación (disponibilidad en época de estiaje) y acceso al recurso agua de los ecosistemas como son los bosques, humedales, bofedales, pajonales, páramo, matorrales y otros. “Entonces, se hace necesario priorizar y visibilizar a estos ecosistemas para desarrollar soluciones basadas en la naturaleza, bajo una gestión resiliente de los suelos y los bosques”, añade.
Los Andes Tropicales, ubicados entre Venezuela y Argentina a lo largo de la cordillera de los Andes, son considerados una de las regiones con mayor riqueza y diversidad biológica en la Tierra, debido a la diversidad de paisajes y climas, lo que genera condiciones adecuadas para el desarrollo de especies de flora y fauna, en muchos casos endémicas. Dentro de esta región, los bosques andinos o bosques montanos de neblina son los ecosistemas con mayor diversidad biológica debido a la protección que ofrece este tipo de cobertura vegetal arbórea.
“Estos ecosistemas son el hábitat natural de muchas variedades silvestres de cultivos andinos tales como la papaya, el tomate de árbol, varias especies parientes de maracuyá y del taxo, la palta, mora y pepinillo. Dos de los árboles emblemáticos y representativos de estos bosques son el árbol de la quina y la queñua (Polylepis). Por otro lado, son también hábitat de aves y orquídeas, ambas fuente de bionegocios como el aviturismo y la comercialización de flores ornamentales, o como sucede con un emprendimiento en Piura de perfumes de orquídeas”, señala Albán.
Según el Mapa Nacional de Ecosistemas, recientemente publicado por el Ministerio del Ambiente (Minam), en el Perú quedan sólo alrededor de 270,000 hectáreas de bosques relictos andinos en la vertiente occidental de la cordillera, y aún poco más de 15 millones de hectáreas de bosques montanos orientales o yungas. “La reducción de esta superficie afecta directamente no sólo al hábitat del único oso de los Andes, el oso de anteojos, cuya población se ve reducida cada vez más, sino que afecta especialmente a los pobladores locales y a las poblaciones que aguas abajo dependen de los servicios ecosistémicos que brindan estos ecosistemas”, resalta Francisco Medina, director regional del Programa Bosques Andinos - Helvetas Perú.
Si tan solo nos enfocamos en agua y suelo, dejando de lado la biodiversidad, el carbono, los productos maderables y no maderables o los intangibles (como la belleza paisajística) son tres los servicios ecosistémicos clave que brindan los bosques andinos: la regulación hídrica, el rendimiento hídrico y la protección del suelo contra el impacto de la lluvia, reduciendo la erosión y los peligros de deslizamientos, y manteniendo así la calidad del agua (en especial aquella que es de uso poblacional en las ciudades, y donde los costos de eliminación de sedimentos en épocas de lluvias son altos e incluso pueden detener la producción de agua potable, como ocurrió en Lima recientemente).
En los bosques de neblina, no solo la copa de los árboles, sino especialmente las epífitas (plantas que crecen sobre los árboles), como las achupallas o bromelias y orquídeas, son claves para captar la humedad de la niebla: la llamada lluvia horizontal. El agua captada por los árboles se almacena en el suelo, y eso permite que en las quebradas y ríos se puedan encontrar agua (en mayor o menor cantidad dependiendo de la cobertura vegetal existente) mucho tiempo después de pasado el periodo lluvioso.
Medina finaliza indicando que si bien la pérdida de bosques andinos es alta, su restauración (a través de actividades de reforestación) ofrece la posibilidad de aumentar las ambiciones del Perú en relación con sus compromisos climáticos.
Por ello, es de vital importancia revalorar la importancia de los bosques de montañas y promover su conservación, uso sostenible y restauración a través de mandatos de políticas públicas para una efectiva ejecución y logro de estas metas. Con ese propósito, el Programa Bosques Andinos ha impulsado el desarrollo de la herramienta virtual Andean Forests, que permite un recorrido casi real de los bosques andinos de Colombia, Perú, Ecuador y Chile.
La plataforma tiene un potencial en términos educativos, para escolares y universitarios. Creada por el fotógrafo francés Nicolás Villaume, de la Association Conversations du Monde, especialista en la producción de experiencias multimedias ambientales, presenta numerosas tomas 360° inmersivas en alta definición y elementos espaciales.
(Foto: Jan Baiker)
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