Me recibe Javier Corcuera (Lima, 1967) en un bar del Mentidero celebrando con una cerveza con gaseosa la suspensión del Parlamento de Perú, tomado durante los últimos años por los fujimoristas. Brindo con él por ello. 

Para Corcuera, “un peruano de Madrid” (vive a caballo entre un sitio y otro) los herederos del presidente Fujimori y la propia Constitución “fujimorista” son los grandes culpables de las desigualdades del Perú. De todas las veces que se jodió Perú, al parecer, Fujimori fue una de ellas. “Como todas las organizaciones mafiosas, morirá matando”, reflexiona con pesimismo. 

Viene al hilo, además, porque dentro del ciclo que Alcances ha ofrecido de su trayectoria, que culmina con el homenaje que se le brinda mañana, hoy se proyecta su penúltimo trabajo, Sigo siendo, poco conocido en España, pero un fenómeno en Perú. “Pasé cuatro años buscando a través de la música popular el sentido de mi país, preguntándome quiénes somos. Es una película sobre la identidad. Lo que logré -dice orgulloso de su obra- es un mural. 

Perú es una nación de naciones, que es algo que el fujimorismo jamás entendió”.Este viaje musical, que es mucho más que un viaje musical y que se estrenó en 2013 tenía todo lo que Corcuera necesita para ponerse en marcha, como le pasó con sus películas más conocidas en España: La guerrilla de la memoria, Invierno en Bagdad y, sobre todo, La espalda del mundo. 

“Todo parte de una pregunta y la película se convierte en una búsqueda. Quizá por eso no hago películas de ficción. Se me haría raro hacer una película sabiendo lo que va a pasar en ella”.

Insistiendo, admite que si hiciera una película de ficción, lo suyo sería “algo así como el cinede Ken Loach. Es lo que más se puede aproximar a mi mirada. Al fin y al cabo toca temas que me interesan, su estilo es muy naturalista y trabaja muchas veces con actores no profesionales. Aún así, ya digo, no sé si sabría hacerlo”. 

En cualquier caso, no es eso lo que tiene ahora en su cabeza. Barrunta un documental en una ciudad de Siria sobre los estragos de la guerra, pero es un proyecto muy embrionario. Tiene que promocionar su último trabajo, El viaje de Javier Heraud, que presenta dentro de pocas semanas en la Seminci después de haber triunfado en Perú, donde la película, rodeada de cine americano, lleva siete semanas en cartel. Incluso él mismo se sorprende. 

“Es la historia de un poeta peruano cuya toda obra se desarrolló entre los 18 y los 21 años. Se marchó a Cuba y se enroló en la guerrilla. Lo mataron en 1963 en una emboscada. Cada vez que hagop una película siempre me dicen que no la va a ver nadie. Y luego la gente las ve. Resulta que es una historia que en Perú interesa, que la gente quiere saber, quiere conocer el pasado”.

Hablando de la memoria, se sorprendió cuando rodó en España La guerrilla de la memoria, sobre los maquis. “Fui a presentarla en un instituto de Madrid y los estudiantes desconocían no ya que tras el final de la guerra civil hubo gente que se echó al monte a seguir combatiendo como guerrilleros, sino que los había que ni siquiera sabían muy bien lo que había supuesto la guerra civil. Sólo así se puede explicar que Franco, aún hoy, siga en su mausoleo”.

Otra de las películas que ser ha podido ver estos días es La espalda del mundo. Se van a cumplir veinte años de su estreno. En ella se contaba la historia de un hombre en el corredor de la muerte en Estados Unidos, otra de pobreza infantil en Perú y una tercera de represión del pueblo kurdo. “Jamás pensé que veinte años después esa película, con esos mismos temas, se podría volver a hacer. Es terrible qué poco hemos avanzado”, se lamenta.


(Texto y foto: Jesús Marín)


Artículo publicado en el Diario de Cadiz


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