Uno de los líderes históricos de la izquierda peruana falleció el domingo 1 de abril del 2018. Genaro Ledesma no solo es recordado por su lucha por los derechos de los campesinos y los obreros, así como por la unidad de la izquierda en el Perú. El exdiputado también ha quedado en la memoria de los peruanos por su mascota, el perro ''Chumbeque'.
La escena más famosa y por la que fue mencionado varias veces por el político es cuando el can evitó su detención en 1977. A partir de este hecho, el periodista Luis Jochamowitz escribió un artículo, publicado en Caretas, sobre 'Chumbeque' y Ledesma. A propósito de su muerte, el escritor compartió el texto en Facebook. "Si existe un cielo para amos y perros, hoy deben haberse reunido. Chumbeque estará feliz", escribió Jochamowitz.
CHUMBEQUE
(En memoria de Fidelio)
Pocos perros hay en la historia del Perú. Los más famosos deben ser los mastines que los conquistadores españoles utilizaron como arma de guerra. El papel de los perros en los primeros momentos de la conquista no se puede subestimar, “industriados eran utilísimos”, dice un cronista. Como para redimir a la especie, el General Guillermo Miller menciona en sus Memorias a un perro de regimiento, durante una carga de caballería en la guerra de la independencia. Es una imagen imborrable que se queda en la imaginación del lector, un perro que corre alegremente entre el polvo y las patas de los caballos, unos segundos antes del choque.
“Pocos defectos tienen los perros”, escribió Virginia Woolf, pero solo algunos, muy pocos, superan su destino de perro doméstico, para convertirse en algo más para miles de personas. Un caso sobresaliente en la mínima historia de la política peruana, es el de Chumbeque, el perro de Genaro Ledesma Izquieta, político, abogado y escritor.
Los orígenes de Chumbeque son inciertos como corresponde a todo perro callejero. Llegó inexplicablemente de la mano de un secretario o ayudante que había sido encargado de conseguir un perro fino. Tenía tres meses, una oreja partida, tan flaco que se le veían las costillas, finalmente le descubrieron garrapatas. Por un momento su suerte pareció echada, pero los dos niños de la casa se encariñaron con él y se quedó. Ese destino, entre el matadero y el tibio hogar, que recuerda a las novelas de Dickens, se repite una y otra vez en las historias de los perros. Chumbeque pasó la prueba del destino y quedó instalado en la casa del Pasaje Pozuzo 168, Breña. Allí, con esa voluntad e inteligencia de los grandes perros chuscos, pronto se recuperó.
Era inevitable que se llame Chumbeque, su amo había tenido varios con el mismo nombre desde que era niño en su natal Cajabamba. El momento decisivo de su vida llegó la noche de un jueves de mayo de 1977, cuando un grupo de policías se presentó en la casa de su amo para detenerlo. Ingresaron con violencia por la puerta delantera y se encontraron con Chumbeque. Se dice que esa noche mordió a un número indeterminado de investigadores, entre 4 y 17, según las fuentes. El hecho es que su ruidosa y decidida intervención, permitió que su amo escape por la puerta de atrás, que daba a un parque y a la clandestinidad.
Esos son los hechos. Como tantas veces entre amos y perros, los destinos de Chumbeque y de su dueño se entrecruzan en esos años decisivos. Ledesma estaba en vísperas de su mejor momento, fue detenido y deportado varias veces, estuvo casi dos años en el exilio de donde regresó triunfante para la Constituyente de 1978. Chumbeque resistió otro allanamiento, pero su vida fue problemática, mordió a varios transeúntes y conoció largas cuarentenas en la perrera de Chacra Ríos. En otro giro dickensiano de su vida, murió envenenado por la mano de un malvado que le arrojó un bocado por encima de la pared.
Su conducta esa noche de 1977 fue encomiable, y siempre fue recordada por su dueño, pero quizás no baste para explicar una fama que ha demostrado ser duradera, al menos entre los entendidos ¿Por qué su historia no se olvidó? En los días y semanas siguientes al allanamiento, el nombre de Chumbeque circuló por primera vez en las denuncias a la prensa que hizo Nelly Raraz, esposa de Ledesma. Sobre esa primera piedra se edificó lentamente una imagen de perro fiel y oportuno, hostil a la autoridad abusiva e ilegal, recuérdese que se vivían los años grises de la “segunda fase” militar. Con los años, como corresponde a un amo fiel, Genaro Ledesma se convirtió en la principal fuente del recuerdo de su perro. Habló de él en entrevistas, artículos, conversaciones y, finalmente, en una novela que lleva su nombre. La fama de su perro fue tanta que en algún momento mucha gente comenzó a llamarlo Chumbeque. Para la posteridad de un perro todo eso ayuda, y también, quizás, la felicidad, la alegre gracia de su nombre.
“Caretas, Ilustración Peruana”, Edición 517, abril 1977.
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