Colombia celebró este domingo, durante los comicios legislativos, unas consultas interpartidistas inéditas, para definir a los candidatos del uribismo (derecha) y de la izquierda que se disputarán la Presidencia del país el próximo 27 de mayo, porque si bien la jornada se diseñó para elegir a los nuevos congresistas, las consultas se llevaron de lejos el protagonismo por el alto interés que generaron entre millones de electores que se volcaron a las urnas para comenzar a definir al próximo jefe de Estado, en un país donde el voto es voluntario y marcado por el desencanto en la política y el ausentismo electoral.
En buena cuenta, fue un pulso ideológico. Por un lado, Iván Duque, senador del Centro Democrático, partido del expresidente Álvaro Uribe; y por el otro, Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá que irrumpió en el escenario electoral con un potente discurso antiestablishment, en un contexto en el que, por primera vez, Colombia recurre al referido mecanismo —consultas partidistas— para que varios partidos compitan para elegir un candidato presidencial de unidad.
Duque se impuso con holgura en la Gran Consulta por Colombia (de la derecha), con más de cuatro millones de votos, frente a la exministra Marta Lucía Ramírez y al exprocurador Alejandro Ordóñez, y será el candidato de la alianza electoral entre Álvaro Uribe y el también exmandatario Andrés Pastrana. En tanto, Petro se llevó la consulta de la Inclusión Social para la Paz (de la izquierda), con unos 2.8 millones de votos, frente al exalcalde de Santa Marta Carlos Caicedo.
Es decir, las consultas ratificaron los resultados que muestran hasta el momento las encuestas de intención de voto, que encabezan Duque y Petro, en una carrera en la que también aparecen con chances el exalcakde de Medellín Sergio Fajardo, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras o Humberto de la Calle, quien lideró las negociaciones con las FARC en La Habana, cuyas candidaturas no tuvieron que pasar por una consulta interna.
Pero si se tiene en cuenta que un candidato presidencial en Colombia, para pasar a una segunda vuelta, necesita sacar al menos 3.5 millones de votos, se puede colegir que Duque y Petro se disputarían la Casa de Nariño en un balotaje. Pero sea como fuere, la verdadera campaña electoral recién empieza esta semana.
Y hay un dato que ha llamado la atención de analistas y observadores, que podría ser determinante en la votación del 27 de mayo: los votos emitidos en la consulta de la derecha, al 99,43% del escrutinio realizado, han casi duplicado a los votos de la izquierda. En la primera se registraron 6.117.705 sufragios totales frente a los 3.520.583 de la consulta de la izquierda.
El nuevo Congreso (de derecha, pero fragmentado)
De otro lado, en los comicios legislativos, a los que acudieron a votar algo más de 17 millones de electores —menos de la mitad del censo— también quedó reflejada la polarización en Colombia y la confrontación entre la izquierda y la derecha, pero con matices.
El reparto del Senado y de la Cámara de Representantes evidencia una tendencia hacia la derecha, pero será un Congreso fragmentado de cualquier modo. Al 95% de los votos escrutados, el Centro Democrático, con el expresidente Uribe como cabeza de lista, sacó 19 curules, seguido de Cambio Radical, que lidera Vargas Lleras, que obtuvo 16 escaños y el Partido Conservador, 15.
La llamada Lista de la Decencia que promovió Petro para los comicios legislativos no reflejó, ni de lejos, la votación que logró el exalcalde de Bogotá en la consulta partidista: solo lograría cuatro asientos en el Senado. El Partido Liberal lograría 14 escaños, los mismos que la Unidad Nacional, coalición del gobierno del presidente Juan Manuel Santos. En tanto, el Partido Verde duplica su representación, al lograr al menos 10 escaños, y el Polo Democrático se quedaría con cinco.
Otra es la historia del partido de las FARC, porque no lograron ni un escaño a través del voto popular, al margen de los 10 que tienen asegurados en el nuevo Congreso en virtud a los acuerdos de paz. Es decir, los electorales ratificaron en las urnas el repudio por la antigua guerrilla, que desató un baño de sangre en Colombia durante más de una década.
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