Manuel Antonio Noriega, el que fuera "hombre fuerte" de Panamá, como tantos otros dictadores, quería morir en libertad. pero no lo logró. Falleció este lunes a los 83 años de edad, tras pasar casi tres décadas en distintas prisiones, y como lo han hecho pocos dictadores latinoamericanos: apestado en su país, condenado por la justicia y enfermo de un tumor cerebral.
El dictador panameño escaló dentro de las fuerzas militares panameñas hasta llegar a lo más alto, desde donde apoyó al general Omar Torrijos, quien murió en un misterioso accidente de avión en 1981. A partir de entonces, Noriega, como jefe de los servicios de seguridad e inteligencia, se convirtió y ganó el sobrenombre con el que se le conoció, el "hombre fuerte" de Panamá.
La fuerza de Noriega radicaba en tener buenas relaciones con EEUU y al mismo tiempo saber relacionarse con la Cuba castrista, la Nicaragua sandinista o Pablo Escobar y su cartel de Medellín, cuyos miembros campaban a sus anchas por la vecina Panamá.
Cabe señalar que para los 80 Panamá se había convertido en una pieza clave para el Gobierno norteamericano en el tablero político del continente americano, con la consolidación de la Revolución Cubana y el surgimiento de guerrillas y grupos terroristas en Centroamérica y Sudamérica.
Con el apoyo EEUU para la contrainsurgencia, Noriega tenía carta blanca para sumir a Panamá en una crisis económica, política y social como no se había visto hasta entonces. Asimismo, su crueldad se vio reflejada en aquellos que trataron de alzar la voz contra él, pues fueron aniquilados como el caso del opositor Hugo Spadafora, quien fue hallado decapitado en 1985.
Como toda suerte se termina y toda estrella se apaga, la del dictador panameño se fue al traste cuando Estados Unidos comprobó que Noriega no solo era su aliado, sino también del narcotráfico. La Administración para el Control de Drogas (DEA) lo veía con malos ojos a diferencia del Servicio de Inteligencia (CIA) y para 1988 el general panameño fue acusado en un tribunal de Estados Unidos de tráfico de drogas.
A tan solo un año de la acusación, en diciembre de 1989, tras unas fraudulentas elecciones y un intento fallido de golpe de Estado, el presidente George Bush ordenó intervenir Panamá y comenzó el bombardeo contra este país, en la conocida Operación Causa Justa, para tratar de capturar a Noriega que terminó con su entrega voluntaria el 3 de enero de 1990.
La condena del dictador fue de 40 años de prisión en EEUU, que luego fue reducida a 30 y después aún más por buena conducta. En abril de 2010 fue extraditado a Francia, donde fue condenado por blanquear dinero del narcotráfico. Un año después, Estados Unidos aprobó que fuese extraditado a Panamá, donde había sido condenado previamente en ausencia a 20 años por su implicación el asesinato de Spadafora. Meses después de ser extraditado desde Francia en 2011, se desveló que Noriega padecía un tumor cerebral.
Desde su captura, el rastro que ha quedado de Noriega ha sido el de su periplo carcelario en Estados Unidos, Francia y Panamá, tres décadas en las que su imagen se ha ido deteriorando, no así el legado macabro que arrastró en su país. "Muerte de Manuel A. Noriega cierra un capítulo de nuestra historia; sus hijas y sus familiares merecen un sepelio en paz", ha tuiteado el actual presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, al conocerse la noticia.
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