Corea del Norte realizó este sábado un nuevo ensayo de un misil balístico que explotó minutos después del lanzamiento, es decir, no llegó a salir de territorio norcoreano, pero supuso un nuevo desafío de Pyongyang en plena escalada de tensión entre le régimen de Kim Jong-un y EEUU.
Esta era la segunda prueba, y la segunda fallida, desde el desfile militar del pasado día 15, en el que el régimen de Kim Jong-un exhibió sus misiles más modernos, aunque el contexto esta vez era más significativo, porque se dio en medio de una sesión en Nueva York del Consejo de Seguridad, para abordar qué hacer con este programa de armamento; mientras que Washington había advertido sobre medidas más duras contra este país.
Además, en aguas surcoreanas, Estados Unidos y su aliado del sur concluían las maniobras militares desarrolladas a lo largo del último mes, y que Norcorea las considera. Entre tanto, se espera en la zona la llegada del portaaviones Carl Vinson, que se unirá al submarino nuclear Michigan, que atracó el martes en el puerto surcoreano de Busan.
Aunque la reacción inicial de la Casa Blanca ha sido fría, al limitarse a confirmar la prueba balística en un comunicado en el que además señalaba que el presidente había sido informado, el mismo Donald Trump no tardó ni una hora en pronunciarse por Twitter: "Corea del Norte no ha respetado los deseos de China y su muy respetado presidente al lanzar, aunque sin éxito, un misil hoy. ¡Mal!"
En la víspera, Trump había advertido del riesgo de un "gran, gran conflicto" y su secretario de Estado, Rex Tillerson, solicití ante el Consejo de Seguridad de la ONU una acción global para evitar "consecuencias catastróficas".
Desde su llegada a la Casa Blanca, hace 100 días exactamente, el magnate ha presionado a Pekín, histórico aliado de los Kim, para que se implique y utilice su influencia con el fin de conseguir que Corea del Norte abandone el desarrollo de su programa de armas nucleares y de misiles.
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