Varios medios internacionales han informado sobre la imagen en la cual se muestra al fotógrafo Abd Alkader Habak llorando por la muerte de un niño en Al Rashidin, una periferia chiita al oeste de la ciudad de Alepo, poco después de producirse una explosión de un cochebomba que dejó 100 muertos. 

Como tantos otros colegas, el fotógrafo llegó hasta esa zona para reportar visualmente el conflicto de Siria que ha generado una crisis internacional, a partir del ataque químico de la semana pasada y la posterior respuesta de los Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump. 

Luego de producirse la explosión en Al Rashidin, los fotoreporteros ayudaron en el rescate de las víctimas y uno de los ellos capturó la imagen de desconsuelo e impotencia de Alkader que se ha viralizado alrededor del mundo. 

Abd Alkader Habak /foto:facebook del fotógrafo

"Lo que mis colegas y yo hemos hecho hoy es inspirar humanidad a los responsables del asesinato de niños en Khan Sheikhan", escribió Akader en su cuenta de Twitter. 

Este hecho pone sobre el tapete el dilema ético que aborda el oficio del fotoperiodismo de guerra. De hecho, una de las principales indicaciones que reciben estos profesionales es mantenerse al margen de la acción porque su misión es retratar el 'horror de la guerra'. 

una pequeña juega con la cámara de alkader/foto: facebook del fotógrafo

Si uno le pregunta a profesores de fotografía sobre este tema, hay una frase que se que se repite: "Para hacer ese tipo de trabajo tienes que tener frialdad". 

Si bien es cierto que esta afirmación puede herir la suceptibilidad, hay que tomar en cuenta que las imágenes de conflictos bélicos son un vehículo, más efectivo que las palabras muchas veces, para generar conciencia sobre las consecuencias de las guerras en los gobiernos y ciudadanos de diferentes países. De hecho, una fotografía podría ayudar como prueba de las atrocidades que comete un grupo terrorista o paramilitar. 

¿Nos interesaríamos por lo que sucede más allá de nuestros fronteras si no tuviéramos esas imágenes?

La imagen, ¿sin importar nada?

A propósito de las reflexiones que ha generado la acción de Abd Alkader Habak, cabe recordar la conmoción que generaron dos fotografías (puedes verlas aquí) tomadas durante tras el devastador terremoto que sufrió Haití del 2010.  Paul Hensen fotografió el cadáver de Fabianne Cherisma, una joven de 15 años que recibió un disparo de la Policía, tras ser descubierta saqueando una tienda y robando sillas y unos cuadros enmarcados. 

Pero esta fotografía mostraba un lado de la realidad. La otra mirada la proporcionó la imagen captada por Nathan Weber, en la cual se observa a seis fotógrafos con sus cámaras 'haciendo su trabajo' frente al cadáver de la menor de edad. La imagen invita a reflexionar sobre el límite del oficio. ¿Era necesario tomarle fotografías a una cadáver expuesto en el suelo?, es una pregunta que los espectadores de esa imagen nos hacemos. Así, la imagen de Weber expone el 'hambre' por la noticia. 

De alguna forma, podemos decir que Akader optó las víctimas antes que captar la foto que podría haberle otorgado premios internacionales o la felicitación de sus jefes. Ese es el motivo por el cual su acción ha despertado la admiración de muchos.

Un oficio difícil 

La carga emocional que implica ser un fotógrafo de guerra puede ser desvatadora, así lo expuso, por ejemplo, uno de sus experimentados representantes: Don McCullin, reconocido por haber cubierto con su cámara la guerra de Vietnam, entre otros conflictos. Él reconoció que uno de los factores que le ayudó a mantener el balance en su vida fue su familia.

"La mayoría de mis últimos 50 años han sido desperdiciados, fotografiando guerras. ¿Qué de bueno he hecho mostrando estas imágenes de sufrimiento? Cuando una persona está muriendo o está herida gravemente, ¿necesita ver directamente a la cámara? Eres la última persona que quiere ver", dijo en una entrevista hecha en el 2013.  

[Foto de portada: @Hadialabdallah]

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