El ataque que ordenó el jueves Donald Trump a una base militar del régimen de Bashar al Assad en Siria, no solo ha sido un golpe de efecto para el presidente de EEUU, complicado por problemas internos en su país, a erigirse en el guardián del orden mundial, sino también una medida que ha tensado la situación con Rusia.

El Kremlin ha lanzado un doble mensaje que hace que el desenlace sea aún más imprevisible: por un lado, acaba de enviar a Siria la fragata Almirante Grigoróvich, equipada con misiles teledirigidos, y por el otro ha minimzó el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk de EEUU que arrasaron la base áerea de Shayrat (Homs), en represalia al bombardeo con armas químicas que el martes acabó con 86 vidas. 

"Debemos ser comprensivos con los procesos internos en Washington", dijo este sábado la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, y calificó de "teatrero" el ataque estadounidense que -sostuvo- fue más una puesta en escena destinada al consumo interno en EEUU. 

Trump recibió por primera vez un amplio respaldo dentro y fuera de EEUU con la primera intervención militar.  (Imagen: Casa Blanca)

De momento, el régimen de Putin se conformó con suspender la coordinación militar con EEUU en territorio sirio y quitó peso a los daños sufridos en la base aérea atacada. ¿La razón? Al parecer, el Kremlin no quiere cerrar la puerta a la cooperación en la lucha contra el terrorismo, aunque hay analistas que sostienen que lo que más anhela Putin en verdad es superar la tensión con Washington con la esperanza de volver a tener la aceptación de la comunidad internacional, y de paso, sacudirse las sanciones económicas que sufre por Ucrania.

Pero la tensión es latente en el Mediterráneo, y amenaza con crecer, porque la imprevisible acción de Trump no solo ha complicado la relación con Moscú, sino también es una clara advertencia a Irán y Corea del Norte. Además, el gobierno de EEUU en la ONU no ha descartado una nueva intervención militar en Siria.

En tanto, el buque de guerra ruso ha sido desplegado desde el Mar Negro, donde realizaba entrenamientos con naves turcas, hacia a la Base Naval rusa en el puerto sirio de Tartús, informó el periódico británico Independent. 

"El buque operará en la región de acuerdo con la cambiante situación militar", dijeron por su lado los medios estatales rusos sobre la fragata Grigoróvich, que cuenta con un equipamiento militar avanzado, incluyendo misiles teledirigidos, un sistema de defensa antimisiles, artillería, cañones antiaéreos, torpedos y una base de helicóptero. Este navío es uno de los al menos seis buques de guerra y apoyo rusos en el este del Mediterráneo.

La administración Trump parece haber trazado el camino que seguirá su política en Siria, que estará marcado por la respuesta militar frente al uso de armas químicas. 

“Años de intentos para cambiar la conducta de El Asad han fallado de forma drástica. En consecuencia, la crisis de los refugiados se ha ahondado y la región sigue sin estabilidad y amenazando a Estados Unidos y sus aliados”.

La primera prueba de fuego en medio de este escenario será la visita de la próxima semana a Moscú del secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, la cual será clave para vislumbrar hasta qué punto ha cambiado la postura que Trump mostró en la campaña sobre su deseo de mejorar las relaciones con Rusia y embarcarse juntos en la guerra contra el grupo yihadista Estado Islámico.

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