"Yo quiero escribir sobre los niños con los que he trabajado", se dijo a sí misma Camila Cantuarias McCallum cuando su profesor de periodismo literario, Daniel Goya, le pidió a sus alumnos escoger un tema de no ficción para desarrollar. La joven estudiante no tuvo dudas y rápidamente se metió de lleno en su tarea. El resultado fue el libro Los niños del séptimo piso. 

Los pequeños a los que se refiere son unos guerreros. No tienen armas o trajes especiales: son pacientes con cáncer que cada día, asumen el compromiso de seguir luchando, con su buena onda e inocencia, en el Hospital Neoplásicas.  

detalle de la portada del libro /foto: facebook de los niños del séptimo piso

Goya encomendó la tarea periodística a sus alumnos en el primer semestre del 2016. Por ese tiempo, Camila ya tenía dos años como voluntaria de Donante Pendiente, una organización que se dedica a ayudar a pacientes promoviendo la donación de plaquetas, médula, pelo y prótesis hospitalarias a nivel nacional. El trabajo de la periodista, básicamente, consiste en apoyar a los padres de familia de los pequeños pacientes con cáncer. 

En ese tiempo su vida cambió. Conoció una realidad distinta. Itinerarios de vida en los que el sacrificio es la moneda corriente. Sacrificios como levantarse en la madrugada para tomar el bus y así no quedarse al final de la cola. 

"Mi madre cuando leyó el libro me dijo: Camila, yo no sabía que las personas para atenderse en Neoplásicas hacía cola desde la cuatro de la mañana; yo no sabía que los niños enfermos tenían que levantarse a las 2 y media de la mañana, sobre todo los que viven en distritos como Carabayllo y Puente Piedra", nos relata.

La situación se agrava para los peruanos que viven en otras regiones del país. Muchos padres de familias deben viajar solo con sus pequeños que necesitan tratamiento contra el cáncer. Ello implica abandonar a sus otros hijos o a sus parejas. Y los problemas no acaban. No siempre los pacientes pueden acceder a una cama en el hospital. 

el pequeño miller y camila cantuarias/foto proporcionado por la autora

Gracias a su voluntariado, Camila desarrolló un vínculo emocional con varias familas, especialmente con las mamás. Para la gestación de su libro eligió a cinco de ellas (con las que tenía más confianza). Durante las entrevistas, la periodista confirmó lo que había sospechado: se había convertido en una consejera. Una persona a quien acudían las madres para ser escuchadas. De alguna forma, escribir el libro también fue una terapia para la propia autora que no ha estado libre de sufrir la pérdida de un pequeño con el que se encariñó: Miller.  

La catarsis del testimonio


la pequeña valentina/foto proporcionada por la autora

"Valentina tenía dos años y medio y ya estaba acostumbrada a su enfermedad. Había caído en la dolorosa rutina con una normalidad que casi asustaba a su madre. Ningún niño debería vivir acostumbrado a caminar al borde del abismo. Un día, como muchos otros, entraron a la fría sala de quimioterapia cuando Kari sintió que su pequeña hija jalaba de su ropa con insistencia. Bajó la mirada para verla a los ojos y no vio en ellos dolor ni padecimiento, sino fortaleza y decisión. Valentina señaló su brazo derecho y con una voz demasiado madura para su edad le pidió algo a su madre. 

–Mami, en este brazito –indicaba la niña decidida– En este brazito quiero que me pongan la aguja" (fragmento de una de las crónicas).


Los niños del séptimo piso tuvo una primera edición 'universitaria'. Los destinatarios de estos primeros ejemplares fueron algunos de su amigos y su núcleo familiar. Ellos se sintieron emocionados y conmovidos por el trabajo de Camila. La periodista agradeció las palabras de aliento y los abrazos. No olvida, además, el apoyo fundamental de tres personas: sus amigas Mariana y Tamara y su profesor Daniel Goya. 

Gracias al interés que despertaron sus crónicas, se animó a sacar una segunda edición independiente, la cual ya es una realidad y cuenta con 250 ejemplares que serán destinados a un círculo familiar y amical más amplio y que servirá para apoyar a Donante Pendiente.

Por supuesto, la periodista quiere que sus crónicas tengan más lectores. Para ello cuenta con una herramienta: el fan page de Los niños del séptimo piso. Ahí todos podemos leer fragmentos del libro. El objetivo es claro: generar el suficiente interés para un tercera edición destinada a un público masivo.

¿Te animas a colaborar en esta tarea?



(Foto de portada proporcionada por Camila Cantuarias)

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