El presidente electo de EEUU, Donald Trump, no se guarda elogios hacia el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, así esto implique dejar mal parado al actual mandatario de su país, Barack Obama, a quien sucederá en el cargo a partir del 20 de enero. 

"Gran jugada [la de Putin]. Siempre supe que era muy inteligente", dijo Trump en su cuenta de Twitter, en alusión a la decisión del presidente ruso de no responder con las mismas medidas a las sanciones impuestas a Rusia por la administración de Obama, tras los ciberataques por los que Washington acusa a Moscú de interferir en las elecciones de noviembre pasado.

De hecho, la reacción de Putin ha sorprendido tanto en EEUU como en Rusia, ya que lo usual era, desde los tiempos de la Unión Soviética, aplicar la reciprocidad en cuento a las expulsiones de personal diplomático. Pero no, esta vez el presidente ruso optó por esperar el cambio de mando en la Casa Blanca para resolver este impasse con Washington.

"No le vamos a crear problemas a los diplomáticos estadounidenses. Tampoco expulsaremos a nadie. No prohibiremos ni a sus familias, ni a sus hijos disfrutar de sus lugares habituales de descanso en las fiestas de fin de año", anunció Putin, al descartar la solicitud de su propio canciller, Serguéi Lavrov, quien le propuso que aplicara las mismas medidas que tomó Washington el jueves y expulsara también a 35 diplomáticos estadounidenses de Rusia.

Y tiene sentido que no haya querido que la confrontación escale, porque Trump ha dado varias muestras de que su llegada al poder implicará un cambio de rumbo en la política exterior respecto al viejo enemigo de Estados Unidos. Ademas, una de las principales consejeras del presidente electo, Kellyanne Conway, sostuvo que las sanciones son una trampa del saliente gobierno para condicionar las relaciones de EUUU y Rusia en esta nueva etapa que se inicia el 20 de enero.

Pero más allá de las simpatías que Putin despierta en Trump, las sanciones contra Rusia podrían convertirse en un serio problema para el nuevo inquilino de la Casa Blanca, ante la eventualidad -bastante probable- de que quiera revertirlas, porque eso implicaría desautorizar a todo el sistema de seguridad e inteligencia su país.

La CIA, el FBI y el resto de agencias de inteligencia de EEUU consideran probado que el Kremlin espió al Partido Demócrata y otras instituciones desde el 2015, con el objetivo de favorecer la llegada de Trump a la Casa Blanca. Incluso afirman que el mismo Putin estuvo directamente implicado los ciberataques para robar y filtrar unos 20.000 correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata y otros muchos mensajes de la campaña de Hillary Clinton, para perjudicarla.

Putin, quien ha negado varias veces esas imputaciones, indicó que "los próximos pasos para el restablecimiento de relaciones ruso-estadounidenses" dependerán de la administración de Trump, quien se ha mantenido del lado de Moscú y ha tildado de "ridícula" la conclusión de la CIA de que Rusia le ayudó a ganar las elecciones. Admitirlo, claro, pondría en duda la legitimidad de su victoria.

Sin embargo, en su reacción a las sanciones, el magnate neoyorquino anunció que se reunirá con las agencias de inteligencia para "actualizar" su información sobre el caso.

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