"Injusta e irresponsable censura. El país debe estar por delante de otros intereses". Así definió el jefe del gabinete, Fernando Zavala, lo que ocurrió en el Pleno del Congreso; para la influyente revista británica The Economist, fue un "suicidio nacional" lo que el fujimorismo y su furgón de cola, el aprismo, perpetraron con modales "de matón de patio de recreo" el jueves último.

A estas alturas, no hay dudas que cualquiera de estas frases resume con precisión suiza lo que sucedió con el ministro de Educación, Jaime Saavedra, quien deberá presentar en las próximas horas su renuncia, luego de que fuera censurado por el Pleno de Congreso en una sesión que fue una mera formalidad: su salida ya estaba anunciada por el fujimorismo, que cuenta con mayoría absoluta y hace y deshace a su antojo en el Legislativo. 

La moción contra el ministro más popular del gobierno y el artífice de una reforma educativa que se inició en el quinquenio pasado y que venía mostrando resultados se aprobó con 78 votos a favor: a los 72 legisladores de Fuerza Popular (FP) se sumaron tres del Apra, uno del Frente Amplio, uno de Alianza para el Progreso y Roberto Vieira, expulsado de la bancada de Peruanos por el Kambio.

¿Qué viene ahora?

Los fujimoristas ya demostraron de lo que son capaces de hacer con el inmenso poder que tienen en el Congreso -logrado gracias a un sistema electoral que pide a gritos una reforma-, que no les importa el país ni la gobernabilidad o la educación. Incluso, muchos están convencidos de que la censura a Saavedra es solo la punta del iceberg, que Keiko Fujimori y los suyos son como asesinos seriales que no se conforman con su primera víctima; que irán por más y que no pararán hasta tener a PPK doblegado.

Lo sucedido hasta ahora parece darles la razón y quitársela a Kuczynski, quien optó por dejar que Saavedra afronte solo una censura anunciada, sin plantear la cuestión de confianza, con la intención de que el fujimorismo asuma la toda la responsabilidad de su arbitrariedad y prepotencia. En los cálculos de Palacio, el objetivo era evitar que la confrontación con el Congreso escale y se abra una etapa de inestabilidad que paralice al país.

¿Se logró? Aunque el impacto y las consecuencias de esa decisión aún están por verse, lo cierto es que la etapa post-Saavedra no estará exenta de incertidumbre y tensiones, más allá de gestos y reuniones que se darán, como la que tendrán, por ejemplo, PPK y Keiko Fujimori, con el cardenal Juan Luis Cipriani como anfitrión y mediador.

"Un gobierno paralizado que pierde batallas por W.O., creyendo que el reparto de puestos y embajadas calmará la impaciencia de sus opositores, es un error estratégico gravísimo que tendrá que reconocer en un momento no tan lejano", sostuvo al respecto el periodista y columnista de La República Augusto Álvarez Rodrich.

Para el politólogo Juan de la Puente, el primer efecto de la censura de Saavedra pone "al fujimorismo en la disyuntiva de abandonar en definitiva la convivencia forzada o abrir un nuevo ciclo de extrema tensión, con resultados distintos pero igualmente desventajosos, uno más que otro". 

Sea como fuere, agrega en su columna de La República, una mayor polarización reforzará la tesis de que Fuerza Popular busca derribar al gobierno. "El corolario es el deterioro de la fuerza controladora del Congreso que había adquirido cierta legitimidad. Cuando un grupo sabe que debe girar pero no sabe dónde, está en problemas", refiere.

'La prueba ácida del matón'

El politólogo Eduardo Dargent considera que quienes minimizaron la censura a Saavedra, al alegar que las políticas de Estado no dependen de personas, incluido el Gobierno, se equivocan. "Lo que ha pasado es muy grave. Deja el mensaje que la matonería de una fuerza política con historia de abusos es pasada por alto por varios a pesar del descaro con el que se actuó. Y que buenos funcionarios pueden ser destituidos con mentiras y exageraciones (...) ¿Qué seguridad tienen ministros que vienen conduciendo reformas si se aceptan argumentos tan absurdos?", dijo a La República.  

Y reforzó su argumento con un hecho irrefutable: "El fujimorismo no se ha ganado el beneficio de la duda. Justamente la prueba ácida del matón es ver cómo actúa cuando vuelve a tener poder. Estamos advertidos".

Los antecedentes del 'furgón de cola'

Para el analista e historiador Nelson Manrique, lo que se abre ahora con la censura de Saavedra es una suerte cóctel molotov para los cuatro años y medio que aún le quedan PPK en el gobierno. La historia se puede repetir, no la del fujimorismo de los 90, sino la del Apra -hoy socios de Fuerza Popular- en el gobierno de Fernando Belaunde, entre el 1963 y 1968, cuando los apristas eran aliados de Prado y Odría, y bloquearon todos los intentos de reforma del Ejecutivo, con el fin de crear caos e inestabilidad para tomar el poder. ¿Pero qué lograron? El golpe de Juan Velasco.

"El fujimorismo es una bancada lamentable: mediocre, prepotente, matonesca. Y se ha encontrado con un presidente débil. No se pedía a PPK salirse de legalidad sino usarla para restablecer el equilibrio entre Parlamento y Ejecutivo. La figura de disolver el Congreso se creó para prevenir los abusos que hizo el Apra en los sesenta. Se trataba de poner límite a la prepotencia fujimorista. Y eso no ha hecho PPK", dijo en alusión a que el mandatario debió plantear la cuestión de confianza para encarar esta crisis y, eventualmente, cerrar el Parlamento y convocar a nuevas elecciones, como establece la Constitución para este tipo de casos.

Lee también:

Juan Luis Cipriani: Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori han confirmado reunión

Daniel Mora: "Soy un hombre de retos y siempre es un honor servir al país"

The Economist: "Fuerza Popular tuvo modales de matón de patio de recreo"