La mezquindad de la cúpula del Partido Demócrata, que no es que haya aparecido repentinamente en estas elecciones, es tal vez una de las principales causas por las que Donald Trump ha ganado la presidencia de Estados Unidos. Tal como dice la revista web Jacobin, culpar únicamente a la gente de clases trabajadoras por este resultado solo refuerza el elitismo que los reunió en torno a este inusitado líder.

Es indudable que tanto el racismo, el sexismo, y otras visiones que discriminan a las minorías jugaron un papel crucial en el ascenso de Trump. Pero quedarnos en el horror no es una respuesta política ni reflexiva necesaria ante el giro que está ocurriendo en todo el mundo hacia el populismo totalitario de derecha.

En el proceso electoral finalizado ayer, el único otro candidato aparte de Trump que apeló a la rabia y frustración generadas por las desigualdades de clase en EE.UU. era el invitado por los demócratas Bernie Sanders. Obviamente, sus valores y visiones de país son distintos, pero ambos son hijos del desencanto que también gestó movimientos como Occupy Wall Street hace unos años.

En vez de presentar una alternativa en esa linea -con un candidato que apele a las clases trabajadoras como Sanders o hasta Joe Biden- la cúpula del Partido Demócrata decidió -mucho antes de que se lleven a cabo las primarias- apostar por el continuismo que representa Hillary Clinton. Y no solo eso, decidió también amañar las reglas del juego para para que ese continuismo llegue a las generales a toda costa.

Tal como demuestran los correos filtrados por Wikileaks entre el equipo de campaña de Clinton y los organizadores de las primarias de este partido, se concertaron temas para debates y fechas que favorecieran a la Secretaria de Estado de Barack Obama. El Comité Nacional Demócrata (DNC) hasta habría lavado dinero para la campaña de Clinton.

Por lo que se puede leer, la élite del partido percibía que el enemigo más grande de los demócratas era Sanders y no Trump, poniendo los intereses personales de la élite y no los del partido ni los del país. En vez de tratar la candidatura de Sanders con imparcialidad, la DNC exhibió un gran desprecio contra él y los miles de votantes no-alineados que se pudieron sumar.

Estas jugadas sucias solo antagonizaron a la opinión pública, especialmente de la gente de izquierda que ya se sentía alienada por la lógica bipartidista estadounidense. Hillary era una candidata altamente impopular por su tendencia a meterse en conflictos en el exterior como Secretaria de Estado, por su cercanía a los bancos y, principalmente, por ser la heredera directa de las políticas económicas y los tratados de libre comercio de Bill Clinton en la década del noventa, las mismas que tanto daño le hicieron a las clases trabajadoras blancas de EE.UU. Este sector, justamente, terminó alineándose fervorosamente con el populismo de Trump.

El electorado harto de estas prácticas solo se alejó más del Partido Demócrata. Como ha señalado el columnista de The Guardian, Thomas Frank, "impulsar un candidato así, de esa forma, mientras se vocifera que los republicanos son monstruos de la derecha, da un espacio justificado a la incredulildad. Si Trump es un fascista, como suelen decir los liberales, los demócratas deberían haber mostrado su carta más fuerte para detenerlo, no un mercenario del partido que fue elegido porque era su turno".

Los demócratas han tomado esta contienda electoral con una complacencia clásica en sus últimas dos décadas de existencia mientras, al mismo tiempo, decían que "eran las más importantes de la historia".

Se concentraron en las ciudades y los focos donde vive la población liberal 'educada', solo apelaron a sus demandas identitarias y desde un enfoque neoliberal. Al mismo tiempo, las grandes extensiones llenas de pueblos pequeños y blancos en el centro y sur de EE.UU. fueron abandonadas por el progresismo. Cosa que ha hecho que el único atractivo de los demócratas era ser "la última pared" que nos protege del fin del mundo. Los mapas electorales no mienten.

RESULTADOS ELECTORALES A NIVEL DISTRITAL. ROJO: TRUMP / AZUL: CLINTON (FUENTE: NEW YORK TIMES)

Este problema no solo queda en Hillary y las presidenciales. Los republicanos han ganado ambas cámaras representativas. Bajo el gobierno de Obama, los demócratas han perdido casi un millar de asientos municipales, una docena de elecciones estatales, 69 asientos en la Casa de Representantes y 13 en el Senado.

Se dijo que Trump encarnaba una crisis que iba a hacer desaparecer el Partido Republicano, y tal vez así sea para sus ideales clásicos. Pero este triunfo más parece una preocupante 'renovación'. ¿La crisis no se estará dando en la carpa de al frente? Lo que queda claro es que este modelo de representación política, el cual es capaz de generar figuras como Trump o grupos de poder como los que alzaron a Hillary, no funciona.

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