Cuando no tienes nada interesante que decir, es mejor quedarse callado. Podría haber sido un buen consejo para Phillip Butters, quien está acostumbrado a decir casi siempre lo primero que se le viene la mente, sin filtros. Pero cuando tienes la responsabilidad de comunicar e informar a una audiencia hechos de coyuntura, esto se puede volver un problema.

En su programa en Radio Capital, Butters soltó un comentario sobre el drama que vive la comunidad shipiba-koniba de Cantagallo, tras el incendio que destruyó sus casas y pertenencias, que le valió críticas y cuestionamientos, no solo porque hizo gala de un profundo desconocimiento del tema, sino también porque denotó cierto desprecio en sus palabras hacia los miembros de ese colectivo nativo. 

"Por muy shipibo-konibo que seas, tú no naciste en Lima ¿no es cierto? Tú has venido de otro lado acá ¿A qué? Es como que vayan limeños allá a Ucayali. Yo no me puedo ir con un grupo de amigos y agarrarme, pues, un local en Ucayali o en Pucallpa".

Las redes sociales se encendieron como suele ocurrir en estos casos, pero una de las mejores respuestas que pudimos encontrar para los dislates de Butters llegó de otro comunicador, el escritor y publicista Gustavo Rodríguez, quien escribió esto en su cuenta de Facebook:

"A los residentes de Lima que se quejan de que los shipibo-conibo hayan emigrado a nuestra capital habría que recordarles que todos, absolutamente todos los seres humanos llevamos en el ADN los trajines de la migración. El Homo sapiens apareció en África y si luego llegó a América fue porque buscaba su mejoría. Los españoles, italianos e ingleses que trajeron al Perú esa blancura que deleita a los colonizados mentales eran shipibos, a su manera. Mi padre cajamarquino y mi madre loretana, al venir a Lima antes de procrearme, también eran shipibos. Y el exalumno del Markham que viaja a Boston para hacer un postgrado también es un shipibo allá. Pero pierdo el tiempo, por supuesto. El impulso de degradar al otro siempre será más fuerte que el intento intelectual de comprenderlo porque, en el fondo, los discriminadores racistas y clasistas son irracionales llenos de inseguridad. Una mierda cuya estrategia de elevación consiste en hacerle creer al otro que es una mierda peor".

La migración de la población Shipiba-Koniba a Lima y, sobre todo, a Cantagallo se inició en el 2000, procedente de los distritos de Masisea, Iparía y Padre Abad de la provincia de Ucayali, en la región del mismo nombre. En Cantagallo, en el Rímac, hay 265 familias, con más de 1.200 personas entre hombres, mujeres, y niños, que no solo se reconocen como indígenas, sino que vivían –y continúan viviendo ahí, a pesar de que lo perdieron todo- como tales. 

En Cantagallo, de donde se resisten a salir por temor a ser despojados de ese espacio, que es lo único que les queda, fundaron una escuela primaria bilingüe, donde los niños, además de su idioma ancestral (shipibo), aprenden el castellano, y que cuenta además con el reconocimiento oficial del Ministerio de Educación; aquí hallaron su sustento en base al trabajo de artesanía y arte shipibo; aquí viven organizados en comunidad a través de tres organizaciones: la Asociación de Residentes Shipibos en Lima (Avshil), la Acushikolm y Ashirelv y la asociación de mujeres y madres artesanas de Cantagallo.  

Quizá no tienen un vínculo o derecho ancestral al territorio, pero ello lo suplen con una ocupación de más de 10 años pública, pacífica y continua en Cantagallo; es decir, no son unos 'invasores' como cree Phillip Butters y varios otros como él, incluido el alcalde de Lima, Luis Castañeda, quien se burló de ellos y les quitó la oportunidad de una vida mejor y más digna.

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