El pasado 27 de septiembre, el Poder Judicial condenó a Vladimiro Montesinos, exasesor presidencial de Alberto Fujimori; y Nicolás Hermoza Ríos, exjefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas; a 22 años de prisión, por hallarlos culpables del caso "Sótanos del SIE".

En dichos sótanos, ocultos en el Cuartel General del Ejército en San Borja, conocido como "Pentagonito", se ejecutó en 1993 la tortura y muerte de los estudiantes universitarios Kenneth AnzualdoMartín Javier Roca Casas; y del profesor Justiniano Najarro Rúa.

La sentencia también revela la existencia de dos hornos al interior de dichos sótanos, que soportaban temperaturas de hasta 1000 grados centígrados, y que en estos fueron cremados los cuerpos de estos desaparecidos, al mismo estilo de los nazis con los judíos muertos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

La prensa peruana en general, con poquísimas excepciones, no ha reparado en este tema. En todo caso, es importante conocer la verdad sobre dichos hornos, hecho que da a entender que la violencia política en el Perú alcanzó niveles macabros.

MUERTE EN EL PENTAGONITO

El año 2004, el periodista Ricardo Uceda, quien al mando de la desaparecida revista condujo la investigación que reveló la existencia de los restos de los secuestrados de La Cantuta en 1993, publicó su libro "Muerte en el Pentagonito".

LA TAPA DEL LIBRO DE UCEDA.

En dicho libro, Uceda da cuenta de los crímenes ejecutados en los sótanos del SIE por los integrantes del Grupo Colina, basados en el testimonio de uno de ellos, Jesús Sosa Saavedra, conocido como "Kerosene". En su momento, el periodista indicó que contrastó la versión de Sosa con las de otros implicados.

Allí, relata el asesinato del sargento primero de la Fuerza Aérea de Ecuador (FAE) Enrique Duchicela, en 1988, acusado de espionaje. La edición de la revista Caretas del 9 de diciembre del 2004 dice al respecto:

"El hecho, tal y como está relatado en el libro, es escalofriante: Duchicela y uno de sus informantes peruanos habrían sido torturados, muertos y calcinados simultáneamente en un horno del sótano del SIE, donde, además, en 1992 habrían sido cremados dos estudiantes".

¿A qué estudiantes se referiría la publicación de Caretas? ¿A los del caso por el que Montesinos y Hermoza acaban de recibir una nueva condena, o quizás a algunos de los desaparecidos de La Cantuta? 

Es bueno recordar que, cuando los restos de estos últimos fueron hallados en Cieneguilla, en 1993, algunos estaban calcinados. La versión oficial fue que les rociaron kerosene en otro lugar; pero esto no ha quedado claro.

Además de esta mención, se da cuenta de la respuesta del Ejército sobre los hornos, que supuestamente eran usados "para quemar papeles":

"Dicho horno, inspeccionado en el 2002 por una comisión parlamentaria presidida por Anel Townsend, era usado, según versiones del Ejército, para quemar documentos y archivos. Indican que allí no hubieran cabido simultáneamente dos hombres, mas las cargas de leña y la 'parrilla' confeccionada con muelles de automóvil a los que alude Sosa en el libro al describir las ejecuciones y posterior incineración. El horno, indican, tampoco generaría el calor que se necesita para incinerar un cuerpo. Personal vinculado a dos de los varios crematorios que existen en los cementerios y algunos hospitales de Lima tienden a confirmar esta apreciación. Los 'incineradores patológicos' actuales generalmente alcanzan una temperatura de 1,000 C. para consumir un cadáver en unas dos horas y media. Después utilizan un mecanismo triturador para convertir en cenizas muchos de los huesos. Una cámara adicional con igual calor hace las veces de filtro para eliminar elementos de polución, hedores y un humo que puede ser negro y espeso".

Sin embargo, un peritaje realizado el 2004, además del hallazgo en junio de ese mismo año de un hueso humano, estableció que las temperaturas que soportaban dichos hornos sí superaban los 1000 grados centígrados. Esto fue determinante para que aparezca en la sentencia.

¿DESDE CUÁNDO SE USAN ESTOS HORNOS?

En estos días, los pocos interesados en las redes sociales por este caso han señalado que eran "los Fujihornos", en referencia a que habrían sido utilizados durante el régimen de Fujimori.

Sin embargo, el abogado y activista de derechos humanos, Wilfredo Ardito, ha señalado que esta modalidad también fue utilizada por los militares durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde (1980-1985), en el cuartel Los Cabitos, de Ayacucho. Si sumamos el caso del ecuatoriano Duchichela en 1988, esta modalidad fue permanente.

¿A QUIÉN MÁS SE DESAPARECIÓ EN ESTOS HORNOS?

Luego de la sentencia que condenó a Montesinos y Hermoza, el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF) indicó que la construcción de estos hornos "no puede haber sido realizada solo para estas tres personas", en referencia a Anzualdo, Roca y Najarro.

"¿Cuántas son las víctimas cuyos cuerpos desaparecieron en los hornos del SIE? ¿Quiénes son? (...) la sentencia no relata cómo terminaron calcinados los cuerpos y qué se hizo con lo que quedó de ellos, dejando preguntas y vacíos en los familiares. ¿Los cuerpos fueron totalmente consumidos por el fuego? Puede ser que no pero sí en gran mayoría. ¿Qué se hizo con los restos calcinados? Quizás sea improbable que los restos se recuperen pero sí es objetivo que no desaparecieron por efecto del fuego."

Estas preguntas deben ser respondidas no solo por los implicados en estos hechos, sino que el Estado, a través del Poder Judicial, debe exigir saber la verdad, si es que realmente quiere comenzar a cumplir con la Ley de Búsqueda de Personas Desaparecidas, que hace unos meses ha recibido el visto bueno de dos de sus poderes: el Legislativo y el Ejecutivo.

Foto de cabecera: Flickr de Roberto Young.

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