Rolando Arellano es uno de los gurús del marketing, los nuevos estilos de vida, y el análisis social basado en las conductas de consumo, más reconocidos en el Perú. Al ser presidente y fundador de Arellano Marketing, una de las consultoras más respetadas del país, sorprende la columna que escribió hace unos días en El Comercio. En ella, Arellano renuncia al imperio de los números, y la rigidez de los porcentajes y el análisis cuantitativo, para argumentar que el machismo no es un problema en el Perú porque cuando fue a México de joven vio un retrato de Juan Gabriel colgado en el bar Tenampa de la plaza Garibaldi, entre otras perlas argumentativas.

La poeta Victoria Guerrero Peirano publicó en su cuenta de Facebook una carta pública escrita por el colectivo Nos Están Matando (iniciativa ciudadana impulsada por ella, Violeta Barrientos, Sandra Salcedo y Alexandra Bianchi), donde analizan los argumentos de Arellano para luego desbaratarlos con bastante facilidad. Debajo de ella aparece una extensa lista de instituciones y personas firmantes, entre las que se encuentran la Plataforma Ni Una Menos Perú, Alfombra Roja, la Red LGTB, y este medio. Puedes leer la misiva íntegramente debajo de estas lineas:


Nosotros, mujeres y hombres de la sociedad civil agrupados en distintos colectivos, levantamos nuestra voz de protesta por la reciente aparición de su última columna en El Comercio (8/09/2016) bajo el título de “No tan machos”.

Hace solo hace unos días, la ciudadanía indignada llenó multitudinariamente las calles a nivel nacional e internacional bajo la consigna de #NiUnaMenos, la única marcha descentralizada y simultánea a nivel de todas las regiones en el Perú, para protestar por lo que es una realidad, la violencia de género en todas sus formas: feminicidio, violencia sexual, homofobia, acoso sexual y altísimos índices de violencia intrafamiliar. En ese contexto, una columna de opinión como la suya aduciendo que el machismo no es la razón de la violencia es de una máxima irresponsabilidad.

Su artículo argumenta que la mujer está suficientemente empoderada y que eso se demuestra en lo público y lo privado a través de su representación política y su jefatura de familia. Por otro lado, usted dice que los hombres no son violentos: películas, canciones y cultura popular nos demuestran que los “machos” saben llorar. Evidentemente son dos planos distintos, el de la realidad y el de la representación. Usted utiliza ejemplos de las representaciones que la más poderosa industria de música y cine ha exportado a América Latina, la mexicana. Los estudios sobre la misma son abundantes y coinciden en su tinte conservador heredero de la moral de una dictadura histórica del siglo XIX, el porfiriato. Las mujeres confinadas históricamente a las tareas domésticas fueron excluidas de la producción artística y musical en general; sus voces no han sido escuchadas sino recientemente. No extraña, entonces, que el “macho” sea protagónico en todas sus formas, como agresor o agredido, que finalmente se cante a sí mismo cayendo en la sensiblería y culpando moralmente a la mujer de su sufrir amoroso.

En cuanto a Juan Gabriel, cuya muerte probablemente lo haya afectado, que haya un monumento a él o esté representado en el altar de los charros, no quiere decir que este no haya sufrido la homofobia en carne propia, ni mucho menos que no haya violencia constante contra hombres y mujeres con una orientación sexual distinta a la heterosexual. Las películas y boleros que usted mismo pone de ejemplo nunca tuvieron una alusión de respeto a lo homosexual, para ser más finos, “se hicieron de la vista gorda”. Juan Gabriel nunca pudo cantarle al amor homosexual de manera explícita, le cantó a las mismas mujeres que Javier Solís, incluyendo a su mamá, por lo que se ganó el sitial aunque se viera obligado.

Si bien es cierto que las mujeres, luego de varias luchas, han conseguido más lugares en el espacio público, esto no significa que las relaciones entre ambos sexos se hayan renovado. En el Perú, hay hogares regentados solo por mujeres como resultado del abandono de la pareja varón, y cuando hablamos de abandono, hablamos de eximirse de sus responsabilidades familiares. Prueba de ello son las cifras del INEI según las cuales, el mayor porcentaje de jefas del hogar se encuentra en mujeres separadas o viudas. Esto no es empoderamiento de la mujer, es una vulnerabilidad a la que se las expone, más aún si pertenecen a un estrato social desfavorecido. Esta es la América Latina “matriarcal” a la que usted celebra en su artículo.

El machismo, la homofobia y la segregación están encarnados en hombres y mujeres de todo estrato y condición social, peor aún, son practicados y naturalizados desde instituciones provenientes del Estado. No minimice las consecuencias dramáticas de su práctica, el machismo no es un virus, es una forma de actuar y pensar en América Latina. Todos necesitamos informarnos y ser responsables frente a un tema tan sensible. Muchos hombres lo están, por eso apoyan nuestra demanda que no es un “poner en contra a hombres y mujeres”, como usted señala. El enfoque de género es una herramienta a conocer y usar si queremos cambiar y hacer de la nuestra una sociedad moderna. Reportes constantes del INEI, ONU mujeres, la CEPAL, entre otros organismos similares la usan.

Su apellido es sinónimo de encuestas y cifras, por lo que los lectores suponemos que su opinión se avala en un conocimiento y análisis concienzudo de la realidad. Infórmese e informe, no contribuya con su liviandad al genocidio de las mujeres. Nos están matando, señor Arellano.


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