El 'turismo vivencial' existe hace muchos años en el Perú. Con la idea de alejarse de la seguridad, monotonía, y artificialidad de los típicos lugares a los que te llevaría un guía turístico, muchos viajeros llegan a comunidades 'especializadas' buscando esta vivencia ajena a ellos pero cotidiana para alguien nacido y crecido en un país 'no desarrollado'. Este peculiar fenómeno ha sido estudiado a plenitud dentro de las ciencias sociales de nuestro país. Destaca el trabajo de los norteamericanos Kevin Healy e Elaine Zorn sobre el pueblo de Taquile en el altiplano.

Esta nueva forma de viajar puede ser considerada como 'exotizadora', o como una forma de 'turismo de pobreza', pero el espíritu que impulsa a las personas de otros países a apostar por ella es el de la búsqueda de la realidad del país que se visita, rechazando el paisaje y discurso que se les pone al frente y se les quiere vender en primera instancia.

Este espíritu ha llegado, y en buena hora, hasta la ciudad supuéstamente más desarrollada del país: nuestra capital, Lima. Mientras la mayoría de turistas extranjeros que la visitan pasea por su centro histórico, compra en 'malls', y come en los restaurantes insignia del fabricado 'boom gastronómico' que hace a muchos inflar el pecho, otros se decantan por salir de la 'burbuja' que hemos creado para ellos para conocer esa cara de nuestra ciudad (y  nuestro país) que se les esconde. Esa que no aparece en ninguna guía de turismo.

Y es así como, en el 2009, nace el "Shanty Town Tour" en Lima, que lleva a los turistas a los barrios más pobres de Villa El Salvador para comprar en sus mercados populares, subir sus empinadas escaleras amarillas despintadas, y visitar las cimas de sus sobrepoblados cerros para contemplar un paisaje copado de precarias viviendas que se pierden en el horizonte.

Foto:efe

Los turistas pagan unos 45 dólares por un paseo de tres horas y media por el asentamiento humano La Unión de Villa, donde entre 35,5 % y el 47,7 % de la población local vive en estado de pobreza según los estándares de la INEI.

El responsable de esta nueva alternativa turística es Edwin Rojas, de la agencia Haku Tours. "Yo quiero mostrar el Perú real y a los vecinos les gustó la idea desde un principio", declaró a EFE. Contó también que, lejos de ser mezquino, ha podido devolver un poco de los beneficios a la comunidad. Rojas contribuyó a la construcción de tres comedores populares y dos Wawa Wasi de la zona, además de donar ropa periódicamente.

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Y así es como los turistas más avezados aprovechan esa suerte de 'lugar de paso lleno de espacios de confort' en el que se ha convertido Lima dentro de los mapas de viajes del mundo, para obtener una experiencia tal vez 'más real'. Paolo Cellamare, un viajero italiano, dijo a EFE que le gusta tomar este tipo de tours cuando viaja a Latinoamérica porque "es una buena manera de visitar y ver muchas cosas que uno no vería si no conoce a alguien de la zona, y menos si no tiene mucho tiempo. Es una cosa que no se ve en mi país."

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Por su parte, el estadounidense Richard Macrafic, quien realizó el tour acompañado de su esposa Cindy, comentó -también a EFE- que la impresión que se llevó del Perú era que "es como la gran parte de los países, donde la mayoría del dinero es producido y consumido por un número muy pequeño de personas". 

Justo la aparición de ese tipo de reflexiones en los viajes de los ciudadanos de los países más privilegiados del mundo es lo que trata de evitar el 'turismo oficial' al ocultar la pobreza y desigualdad de los países 'en vías de desarrollo' cuando son visitados.

Se pasea a los turistas de países privilegiados en los barrios más exclusivos de las ciudades más 'urbanizadas'. Donde todo es seguro y limpio, donde hay 'malls' y restaurantes muy parecidos a los que hay en casa, donde la señalización de las calles es bilingue. Y, en general, donde todo, en casi todas estas ciudades, es igual entre ellas, pero muy distinto a lo que se ve en lo que resta de sus países.

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Esta estandarización de la experiencia de viajar genera una visión poco crítica del mundo que los turistas visitan. Se cuenta una historia ficticia donde se termina pensando, por ejemplo, que todo el Perú es como Miraflores o como los balcones restaurados del Centro de Lima. Se va cimentando la idea de que a pesar de ciertos niveles de pobreza inevitables, 'todo está bien en todos lados'. Se va borrando la posibilidad de tender puentes de empatía en el mundo contra la pobreza.

"Necesitamos repartir el dinero mejor. Estas personas necesitan algo mejor porque son y representan a la mayoría de la población", dijo también Macrafic a EFE. Si esta suerte de 'turismo vivencial urbano' logra crecer y volverse una respuesta efectiva a los viajes estándar, puede ayudar a construir puentes nuevos, al mismo tiempo que se construye un nuevo turismo.

(Con informacion de EFE)

(Foto de Portada: EFE)

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