Aunque en la interna la tiene muy complicada, en el exterior del Brasil la presidenta Dilma Rouseff sigue sumando apoyos, especialmente de personalidades vinculadas a la defensa de los derechos humanos.
Primero fue el exjuez español Baltasar Garzón, que saltó a la palestra en 1998 cuando ordenó la captura del exdictador chileno Augusto Pinochet, quien en ese entonces estaba en Londres, para que responda por las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante su régimen (1973-1990), las cuales no prescriben y pueden ser juzgadas en cualquier país.
Garzón, quien hace pocos años fue suspendido de sus funciones en España luego de pretender investigar los crímenes del franquismo, escribió un artículo en el diario El País en el que cuestiono la intención de la oposición de deponer a Rousseff por razones políticas.
Ahora Dilma tiene el apoyo de Adolfo Pérez Esquivel, reconocido activista de derechos humanos en la Argentina, donde denunció los abusos de la dictadura (1976-1983), por lo cual fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1979.
Pérez Esquivel, de 84 años, estuvo de visita en Brasil, donde se reunió con Rousseff y le expresó su solidaridad. También acudió al Senado brasileño, hemiciclo en el que expresó su punto de vista.
Estas fueron las palabras de Pérez Esquivel ante la Cámara Alta:
"Creo que en este momento hay grandes dificultades de un posible golpe de Estado (...) ya se puso estos mecanismos en funcionamiento en otros países del continente como son Honduras y Paraguay (...) se utIlizó la misma metodología".
Las palabras del Nobel de la Paz causaron indignación en algunos senadores de oposición, quienes rechazaron sus declaraciones.
Los apoyos internacionales que viene consiguiendo Dilma, además de la movida en la calle a su favor (que muchos medios grandes de aquí no recogen), ¿podrán jugar a su favor? En dos semanas conoceremos la verdad.
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