Máxima Acuña lleva apenas veinticuatro horas en Lima tras una corta pero emocionante estadía en Washington (Estados Unidos), donde recibió el prestigioso premio ambiental Goldman. Sin embargo, bastó que pisara nuevamente suelo peruano para volver a sentir la tensión que la afecta desde hace cinco años.

El último domingo durante una entrevista en Cuarto Poder, la llamada 'Dama de la Laguna' denunció públicamente que habían disparado contra su vivienda en Cajamarca. La empresa minera transnacional Yanacocha, a la que Acuña señaló como responsable de este ataque, respondió asegurando que "nunca" ha realizado prácticas hostiles en contra suya o y de su familia. Por su parte, la Policía minimizó las posibilidades de ataque porque no se habían encontrado casquillos de bala. Una vez más la consigna era clara: desprestigiarla.

Pese a todo Máxima nos recibe con una sonrisa. Nos saluda amablemente y nos brinda un mirada de confianza. Y en medio de una emoción algo contenida nos cuenta pequeños detalles de su paso por EEUU y la entrega del llamado 'Nobel medioambiental'. 

"El valor que yo le doy a este premio es el que se sepa que estoy luchando. Hacer saber por qué es importante luchar y defender la tierra: porque es la vida, es la naturaleza que Dios nos dio para poder vivir todo ser humano. Eso debemos valorarlo, cuidarlo, protegerlo. Eso no es solamente para nosotros, es para los que vivimos hoy el presente y para los que van a venir. Si mañana ya no hay nada, si todo queda destruido, sin nuestra agua, no vamos a tener vida".

La mayoría de los que reciben este premio suelen ir con un discurso ya preparado pero usted decidió contar su historia cantando...

"Es que yo no sé leer ni escribir. No sabía cómo comunicar a las personas lo que quería trasmitir, así que decidí cantar describiendo lo que la empresa me hacía".

Conversamos con Máxima mientras la acompañamos a la reunión que tiene con el Defensor del Pueblo para conocer de primera mano la situación por la que atraviesa. En el trayecto, mira por momentos las calles de Lima y parece no inmutarse. Nos escucha y responde con la mejor disposición pero no es difícil entender que su corazón está junto a su esposo, Juan Chaupe, en aquel terreno que defiende desde hace veinte años y por el que hoy está dispuesta a dar la vida. 

Revisando una de las muchas entrevistas que ha dado en los últimos años uno puede encontrar una cita poderosa cuando le piden contar su historia. "Es una cosa muy fácil que yo cuente, pero otra muy distinta ver lo que me hace la empresa". Lleva cinco años luchando porque le crean, ¿cómo toma el último comunicado de Yanacocha?

Ya no sé qué decir de la actitud que tiene Yanacocha. Que piensen, que pregunten a sus conciencias qué es lo que están haciendo y qué están hablando. Después de todos los abusos que me han hecho que ahora salgan a decir por los medios que yo soy una mentirosa, una invasora, que estoy ocupando un terreno ajeno. ¡Yo no soy una invasora! ¡Yo no soy una mentirosa! Yo digo lo que me hacen, lo que sufro, lo que vivo, la verdad.

¿Cree usted en la minería? ¿En una 'minería responsable'?

¿Qué inversión va a haber de la minería? ¿Qué desarrollo va a haber para nosotros como campesinos, como agricultores? ¿Cuál es el desarrollo que están hablando? A mí me dicen que si se va esta minera, va a venir otra que es responsable. Nunca van a serlo. Minera que haya va a destruir. Qué minera va a ser responsable en esta manera, quitándonos nuestra tierra, invadiendo, pegándonos, difamándonos, quitándonos la vida de nuestros animales.

¿Siente que la gente ha llegado a entender su caso?

Algunos periodistas, algunas autoridades, jóvenes universitarios que tomaron conciencia y fueron hasta el lugar a ver qué pasaba. Ellos me ayudaban, difundían mi testimonio, veían la situación que estoy pasando. Yo sé que por esas personas muchos han llegado a enterarse y conocen hoy qué es lo que debe cuidarse. Por eso hoy quiero ser un símbolo a nivel del mundo para que otras persona puedan luchar y defender sus derechos así como yo.


Al escucharla decir convencida que quiere convertirse en un ejemplo para que nadie baje los brazos en defensa de sus derechos y el medio ambiente, resulta imposible preguntarle por la política. Más aún cuando desde algunos medios de comunicación se pretende insistir en qué detrás de ella existen este tipo de intereses.


¿Votó usted por Ollanta Humala?

Cuando fue a Cajamarca dijo, '¿ustedes qué quieren?, ¿oro o agua?'. Todos dijimos agua. 'Ya, si quieren agua, voten por mí que cuando llegue al poder yo defenderé sus derechos. Lamentablemente nos traicionó y se convirtió en nuestro primer enemigo.

Y con el escenario político actual, ¿ve que algún candidato represente una garantía de defensa del medio ambiente?

Yo lo veo difícil. No lo creo.

¿Le interesa la política, Máxima?

Yo no quiero saber nada. Ni que me mencionen la política. Me he dado cuenta que los políticos nunca cumplen, nunca defienden ni están al lado del pueblo, sino de beneficios personales. Lo digo porque lo he vivido y lo sigo viviendo hasta hoy. Estoy amenazada y no sé qué más me espera.


La indignación frente a este tipo de realidad empieza a mezclarse con aquella que la aqueja desde hace años: la pretensión de Yanacocha de despojarla de su predio, Tragadero Grande, una disputa legal que ha llevado a Máxima a ser reconocida internacionalmente desde que se llevó a cabo el primer intento por sacarla de su propiedad.

Al ver las imágenes de los primeros ataques que recibió en agosto de 2011, uno ve más que a una mujer defendiendo su tierra a una mujer defendiendo a su familia. ¿Esos ataques a sus hijos le dieron la fortaleza para iniciar esta lucha?

En ese momento no sabía qué hacer, pero después llegué a reaccionar y me dije, 'yo voy a seguir defendiendo mis derechos'. Está bien que no tenga dinero, pero tengo la verdad. Me olvidaría si me hubiesen pegado solo a mí, pero lo hicieron con toda mi familia. Yo no permito que a mis hijos los hayan maltratado, que les hayan hecho eso.

Usted ha responsabilizado a la empresa de lo que pueda ocurrirle...

La única responsable es la empresa y algunas autoridades de las que también recibí maltrato. Todo lo que me pueda pasar a mí o a mis hijos, es su responsabilidad.

¿Cómo era la vida antes de Yanacocha, Máxima?

Mi vida era otra. Está bien que haya sido pobre, que haya servido a la gente, pero no fue como la que vivo hoy. Para mí no hay tranquilidad, no vivo con normalidad. No puedo tomarme un desayuno con normalidad, dormir con normalidad. Donde voy no puedo estar tranquila. Temo por la vida de mis hijos, de mi familia.


Las lágrimas empiezan a rodar por el rostro de Máxima desde hace un buen rato mientras insiste, con un tono de voz que muestra indignación e impotencia pero también convicción, que quiere convertirse en un referente para aquellos que no están dispuestos a perder su dignidad frente a los poderosos.

"Yo quiero seguir siendo un símbolo que conozca mucha gente. Que vayan a mi lugar, que visiten dónde vivo, se convenzan y no crean las malas informaciones de los comunicadores de la empresa, de la gente que defiende a la minera".

¿Qué les diría a todos aquellos que han sentido su lucha como propia?

Yo les diría que sí se puede luchar, con la dignidad, coraje, con la verdad. No debemos temer a nadie. Y hay mucha gente que sí lo puede hacer porque son mejores que yo. Tienen educación, tienen estudios, no se pueden dejar maltratar como me maltrataron a mí por no conocer una letra, por no saber cómo defenderme.

Usted tiene una sentencia a su favor y sigue denunciando que no puede vivir tranquila. Cuenta desde 2014 con una medida cautelar para garantizar su seguridad y sin embargo no recibe mayor protección.

En ningún momento han demostrado la posesión ni tampoco el documento que acredite que ese predio es suyo, que me lo hayan comprado para que yo pueda invadir su propiedad y ahora me difamen de esa manera. Yo sí tengo un fallo de la Corte Superior de Cajamarca a mi favor. Y respecto a medidas cautelares, no se cumplieron. Fueron palabras que se llevo el viento. Si eso hubiera sido protección la empresa no hubiera continuado con sus abusos (...) Donde vivo yo no hay otras personas. Solo ellos (la empresa) están alrededor de mi terreno, solo ellos han tomado las vías públicas. No pueden pasar mis hijos, no puede pasar mi familia, no puede pasar otra persona. Ellos prefieren que muera de hambre.


Cerca de la Defensoría del Pueblo, donde la espera su titular, Eduardo Vega, y representantes de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, Máxima continúa conversando con nosotros entre sollozos. Es difícil pedirle tranquilidad a alguien a quien se ha acostumbrado a golpes a quebrarse con facilidad frente al abuso. Máxima es una mujer fuerte, lo ha demostrado, pero se encuentra a kilómetros de su familia en medio de la denuncia de un ataque en su contra. No podemos pedirle tranquilidad. Sin embargo, llorando aún, nos demuestra que la tiene clara. Muy clara.

"A mi perro lo han querido matar, le han cortado el cuello, han pelado todo el sembrío de papas, sin tener compasión y todavía nos han dicho 'así como a tu perro, así los vamos a matar a ustedes', pero yo ya no tengo miedo. Prefiero morir, que morir después a pausas".



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