Por Guillermo Reaño

Aimee Pillaca Leguía, 21 años, boxeadora de grandes condiciones según sus amigos en la Federación Peruana de Boxeo y madre de una niña de cuatro años. Ella se convirtió en una víctima más del crimen organizado que reina en La Pampa, una de las zonas más peligrosas -y fuera de control- de Madre de Dios, una región cuyo promedio de homicidios producidos en un año, según datos del Observatorio Nacional de Seguridad Ciudadana, es tres veces mayor al del resto del país. 

Desde inicios de año, la producción de oro de Madre de Dios, el departamento más biodiverso del territorio peruano, sostiene un negocio millonario que está causando la destrucción ambiental y social.

Los reportes del Banco Central de Reserva peruano indican que el oro obtenido en los campamentos de esta región en el mes de enero último fue mayor al producido por la empresa minera Yanacocha, en Cajamarca, hasta entonces la compañía líder a nivel nacional. Según el BCR la minería que destruye Madre de Dios fue responsable en enero del 2016, el mes de la desaparición de Aimee, del 16 % de la producción de nuestro país. Minera Yanacocha (15 %) y Barrick (11 %) perdieron su papel protagónico en las estadísticas que ubican al Perú como primer productor de oro de América Latina.

Aimee llegó a La Pampa, el archipiélago de campamentos mineros que se levantan en el interior de la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, a fines del 2015 con el objetivo de trabajar en uno de sus numerosos prostibares. Desde el 10 de enero sus familiares perdieron su rastro. Viajaron hasta La Pampa y allí se enteraron de lo que le había pasado a ella y a su acompañante. Aparentemente el día 15, refieren sus padres, Aimee fue testigo de una violación múltiple cometida contra una menor de quince años que trabajaba con ella en el bar La Rica Miel, un local dos veces intervenido por casos de prostitución y trata de menores en los últimos meses.

La violación múltiple es el castigo que las niñas reciben de sus tratantes cuando intentan escapar del encierro al que son sometidas. Aimee, eso es lo que le han contado a sus padres y los pocos testigos que se han animado a hablar, decidió proteger a la niña y la ayudó a escapar. En Puerto Maldonado pudo subir a la niña a un bus hacia el Cusco para alejarla del peligro.

La boxeadora volvió a La Pampa para caer en manos de la mafia. Ella, Alexander, su novio, y dos personas más, según se cuenta en los putibares, estarían muertos.

“Si quieres encontrar el cuerpo de tu hija, espera que alguien lo tire a la carretera”, les dijeron en La Pampa a los padres de la boxeadora. La denuncia se puso en la DIVINCRI y la fiscalía de Madre de Dios. Hace unos días la policía allanó  La Rica Miel para encontrar lo mismo: silencios y decenas de mujeres, algunas menores de edad, atrapadas en la prostitución y la violencia. Se detuvo a dos de los administradores del putibar, de los cuales sus alias dicen más que una foto: Lonchera y Sachavaca.

La semana pasada aparecieron en el sector denominado A7 del río Malinowski, una de las cuencas más degradadas por la minería ilegal, los cuerpos sin vida de tres desconocidos. De inmediato los familiares de Aimee Pillaca y los periodistas que están siguiendo el caso de los desaparecidos del bar La Rica Miel se movilizaron. Los cadáveres hallados en evidente estado de descomposición correspondían a otras identidades. Continúa la búsqueda. 

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