Este lunes, la tenista rusa y deportista mujer más rica del mundo, Maria Sharapova, anunció en una conferencia de prensa que había fallado en una prueba antidopaje realizada durante el Open australiano este 26 de enero. La cinco veces ganadora de Grand Slams, séptima en el ránking mundial de tenis femenino, tenía en la sangre una sustancia llamada ‘meldonium’, que ella conocía como ‘mildronato’. La medicina, diseñada para tratar problemas cardiacos y de circulación sanguínea, fue prohibida por la Agencia Mundial de Antidopaje (AMA) en septiembre de 2015, y la prohibición entró en vigencia el primero de enero de este año.
Desde entonces, por lo menos cinco atletas profesionales rusos han probado positivos, pero solo la suspensión provisional y probable sanción contra la atleta más conocida del mundo ha puesto el tema en la primera plana de los analistas y expertos deportivos. La AMA había puesto al meldonium en su lista de observación durante todo el año 2015 tras encontrar, en años anteriores, que alrededor del 2.2% de atletas consumían la sustancia. Entre los atletas rusos, se trataba del 17%: el meldonium fue creado en Letonia y solo está permitido en países bálticos de Europa del este como Rusia y Ucrania. Tanto en el resto de Europa como en Estados Unidos, está prohibida su producción y venta.
Según Sharapova, que ahora tiene 28 años, su médico familiar le recetó tomar meldonium desde 2006 como respuesta a síntomas tempranos de diabetes, taquicardia y constantes resfriados. Ahora, aunque ella y su equipo (como todos los demás deportistas rusos) recibieron varias notificaciones de parte de las instituciones deportivas rusas, la tenista afirma haberse enterado de la prohibición después de recibir su examen fallido. Con la esperanza de reducir una suspensión del deporte que debería durar cuatro años, Sharapova y sus abogados están diciendo que ella no sabía lo que tomaba y evaluando una apelación retroactiva que justifique su consumo basado en una condición clínica.
Sin embargo, la empresa productora del meldonium no parece interesada en ayudar demasiado a la atleta: en un comunicado de prensa, la empresa letonia afirmó que el tratamiento usual dura entre cuatro y seis semanas, con ciclos que se pueden repetir dos o tres veces al año. Sharapova no ha aclarado si, durante los diez últimos años, ha tomado la medicina de manera constante o cíclica. Además, la productora de meldonium ha indicado que, al hacer más eficiente la llegada de oxígeno a los músculos, la sustancia se receta para personas que están en procesos de recuperación por enfermedades o lesiones, que son procesos claves cuya aceleración es un problema permanente en el mundo del deporte profesional.
Según afirma Ross Tucker, un consultor de ciencias de desempeño deportivo, en una columna en el diario The Guardian, “cualquier intervención que ayude a la recuperación implica mejor entrenamiento, y eso implica un mejor desempeño”. Además, aunque no existan pruebas específicas del meldonium como generador de desempeño mejorado, el hecho de que “una droga regulada, solo adquirible por receta, sea más abundante entre atletas que entre ancianos o enfermos es una situación insostenible”. Tucker aboga, así por la prohibición.
Pero, aunque consideremos justificada la reciente prohibición del meldonium y la probable suspensión de largo plazo de Sharapova, resta un problema moral difícil de resolver y que implica no solo el futuro de la carrera de la tenista (y de sus colegas sancionados) sino toda la temporada en que admite haber usado la droga: si ahora es considerada un mejorador de desempeño, su uso en el pasado implicaría poner en duda todas las victorias conseguidas bajo su influencia.
Es más, lo que aquí cabe preguntarse, y que pone en cuestión todo el sistema de competitividad atlética contemporánea, es si alguna vez su uso fue moralmente adecuado: ¿el hecho de que haya sido legal convierte en aceptable usar una droga solo para mejorar el desempeño y sin razones de salud? Esto significa que, a sabiendas de su potencial ilegalidad y capacidad para generar desigualdades físicas con otros atletas, los doctores han estado recetando una medicina de uso cuestionable no legal, sino moralmente. Las estadísticas de prevalencia del meldonium entre los atletas rusos parecen indicar en esta dirección, que además da pie a preguntarse cuántos procesos de este tipo se dan constantemente en un campo cuya competitividad crece sin parar.
Para Sharapova, las consecuencias de sus acciones en un área moral gris ya empezaron: el mismo día de su anuncio, Nike, su auspiciador más grande, suspendió su contrato con ella. Horas después siguieron la misma ruta Porsche y Tag Heuer. Más allá de las consecuencias sobre sus ingresos, que dependen de empresas que probablemente regresen sin muchos peros más adelante, Sharapova se enfrenta a la posibilidad de ser suspendida entre dos y cuatro años, tiempo del que difícilmente se recuperaría dada su propensión a las lesiones.
La rusa, que siempre ha aparecido más interesada en el deporte que en su imagen pública (cosa que ha ayudado mucho a su imagen pública), dijo en la conferencia de prensa del martes que no había venido a confirmar los rumores sobre su retiro profesional:
“He decepcionado al deporte que he jugado desde los cuatro años y al que amo profundamente. Sé que con esto me enfrento a consecuencias y no quiero terminar mi carrera así. ... Sé que muchos de ustedes creían que anunciaría mi retiro hoy, pero si alguna vez anunciase mi retiro probablemente no sería en un hotel del centro de Los Ángeles con esta alfombra horrible.”
A este paso, quizá la fealdad de la alfombra resulte un buen reflejo de los fundamentos de una de las carreras más exitosas de la historia del tenis, que gracias a un error o una omisión irresponsable podría quedar definitivamente manchada.
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