El Día de la Mujer es una festividad confusa: ¿cómo se celebra un día dedicado a una población que es sistemática e institucionalmente maltratada, subempleada y reprimida? En el Perú, cerca de noventa mujeres mueren cada año como consecuencia del machismo de sus parejas o ex parejas; una niña que es violada está obligada por la ley a usar su cuerpo como transporte para un hijo; por el hecho de tener vagina se gana un tercio menos de dinero por el mismo trabajo que un hombre. ¿Cómo es posible, así, tener un ‘feliz’ Día de la Mujer? 

El 8 de marzo es erradamente asociado a un accidente industrial ocurrido el 25 de marzo de 1911, en el que murieron 123 mujeres y 23 hombres: estando encerradas en una fábrica textil de Nueva York -práctica común en la época, para evitar descansos sin autorización-, las trabajadoras no pudieron huir cuando se inició un fuego en el edificio. Aunque la relación entre este accidente y el Día de la Mujer que conocemos es equívoca, puede servir como referente para pensar el rol de esta ‘festividad’ en el siglo XXI.

Es un alivio, sin duda, desasociar la celebración de la vida y la lucha de la mitad de la población mundial de una tragedia en la que murieron ciento cuarenta y seis personas. Esto no significa, sin embargo, que la fecha se convierta en una excusa para regalar flores y fingir que se trata de algún tipo de agradecimiento a las mujeres por su existencia: en vez de conmemorar el accidente, la primera celebración del Día de la Mujer, organizado por el Partido Socialista Estadounidense el 28 de febrero de 1909, recordaba la primera huelga del Sindicato Internacional de Trabajadoras de Textiles Femeninos. Las trabajadoras de la fábrica que se incendió en 1911 formaban parte de este sindicato, que obtuvo victorias duraderas para los trabajadores textiles estadounidenses.

Quizá esta nueva perspectiva sobre los antecedentes del Día Internacional de la Mujer como ahora lo conocemos puede echar luces respecto a qué hacer hoy sin recibir una respuesta indignada de parte de una feminista y sin caer en la tentación del pesimismo que implica hablar de ciento cincuenta personas muertas en un incendio: en vez de todo esto, tratemos de reconocer a nuestras aliadas y aliados, de aprender de quienes lucharon y vencieron y de inspirarnos en las que estuvieron dispuestas a arriesgar su vida.

Pero, más que nada, el 8 de marzo puede ser un día para reagrupar fuerzas para las peleas que tenemos delante y que, en el Perú, son especialmente urgentes: hay que salir a la calle y exigir que ni una mujer más se vea obligada a morir por un aborto ilegal. Hay que organizarse para que el fujimorismo, responsable de la esterilización forzada de miles de mujeres, no vuelva al poder. Hay que crear conciencia y averiguar qué hacer respecto a la trata de personas en la selva peruana. Hay que repetirle a todo el mundo que las dos argentinas que fueron asesinadas durante unas vacaciones en Ecuador, a unas horas de la frontera peruana, no estaban solas sino juntas.

Sobre todo, hay que recordar que el objetivo del Día de la Mujer es que algún día no sea en absoluto necesario el Día de la Mujer: el feminismo, como producto de una desigualdad social, ha venido al mundo con la única tarea de dejar de ser necesario.


Notas relacionadas en lamula.pe:

Día Internacional de la Mujer: La Unión Europea tardará otros 70 años para lograr igualdad de género

¿Por qué el Día de la Mujer no tiene nada de festejo? La exministra Carolina Trivelli te lo explica

Del dicho al hecho