Winter on fire: Ukraine's Fight for Freedom (Netflix, 2015) es de esos documentales en los que hay que separar de manera particular la historia retratada y el film en sí. Porque los días de protestas que los ucranianos llevaron a cabo a finales del 2013 e inicios del 2014 son per sé, sin importar la narrativa utilizada, la encarnación de la unidad, la resistencia, la fe, el patriotismo, la dignidad, el heroísmo, la democracia. Incluso pueden bastar las crifras: 93 días en las calles, 125 muertos, 65 desaparecidos y 1890 personas lesionadas para impedir que Ucrania se anexe a la línea de la Rusia de Vladimir Putin y, por el contrario, firme la pertenencia a la Unión Europea. Un documental sobre el más reciente hito histórico de Ucrania es, inevitablemente, angustiante, revelador, duro, especial.

Ante ello se hace necesaria una mirada original. El director ruso Evgeny Afineevsky ha apostado en Winter on fire por un resumen en orden cronológico que permite, en poco más de hora y media, entender cómo el gobierno de Viktor Yanukovich, al tratar de aplacar las protestas, solo terminó encendiendo y alimentando una revolución que finalmente lo llevó a renunciar a la presidencia. El foco está puesto en esa evolución de las manifestaciones, en cómo la suma de la apuesta del gobierno por la represión y la fuerza de la unidad de los ucranianos dieron como resultado un largo enfrentamiento sangriento cuerpo a cuerpo. Enfrentamientos que comenzaron entre las macanas de los policías y las piedras de los manifestantes y se agudizaron hasta llegar al uso de francotiradores y mercenarios por parte del gobierno y el apoyo de las reservas militares al pueblo.

Pero Afineevsky nos revela tal fuerza de resistencia ciudadana que se hace necesaria una mirada histórica a las relaciones entre Ucrania, Rusia y Europa para comprenderla cabalmente. También se deja de lado los intereses políticos, económicos y personales que habían detrás de la insistencia del gobierno de Yanukovich de acercarse Rusia a pesar del rechazo ciudadano.
En Winter on fire no se explica, más allá de los lugares comunes, por qué los ucranianos querían que su futuro sea Europa y no el oriente y por qué por ese anhelo valía la pena, incluso, dar la vida. A ninguna versión de la realidad se le puede exigir contarlo todo, pero en este caso el énfasis puesto solo en la perspectiva de ese momento de la resistencia puede terminar reduciendo la narrativa de la película al cliché de buenos contra malos, cuando en su mayor complejidad podría resultar aún más importante e interesante: comprender estos días como los resultados de una larga historia.

En esa mirada reducida, sin embargo, destaca la diversidad de entrevistados: abogados, ex militares, estudiantes, artistas, distintas autoridades religiosas, estrellas de la televisión, niños, ancianos. Cada uno de ellos, cuando habla, lo hace ya desde una nueva identidad definida por su rol en la lucha. El artista convertido en cocinero, el ex militar en entrenador de defensa grupal, los religiosos en gestores de refugios.
Afineevsky también encuentra un punto medio visual para mostrar tal escalada de violencia. Hay golpes, sangre y muerte, pero no el morbo o el sensacionalismo por estos. Por el contrario, es a partir de la recopilación de tomas capturadas con celulares y las escenas panorámicas con las que logra transmitir la confusión, frustración y magnitud de los hechos.
Winter on fire, que ha terminado siendo una de las cinco nominadas a los premios Oscar de este año, no parece la mejor candidata, pero no por ello es prescindible.