¿Cómo se inscriben en nuestros cuerpos -no solo en nuestras mentes- las distintas formas de sexismo a las que nos enfrentamos cotidianamente? ¿Cómo cambian esos mismos cuerpos cuando decidimos revertir esas actitudes?
La escritora e investigadora mexicana Hortensia Moreno encontró la oportunidad perfecta para responder a esas preguntas cuando, en 1999, una demanda por inconstitucionalidad obligó a la Federación Mexicana de Boxeo a deshacer la prohibición -vigente desde 1947- de que las mujeres participen en ese deporte. Irónicamente la investigadora, que editó por 25 años la revista académica Debate Feminista, no celebró inmediatamente esta decisión:
“La primera vez que yo oí que había mujeres boxeando me escandalicé terriblemente, como se puede escandalizar una feminista del siglo pasado”, cuenta Moreno en entrevista con LaMula.pe. “Yo creo que lo que quería investigar era por qué me había escandalizado tanto, por qué tuve una reacción tan conservadora.”
Producto de esa perplejidad, hizo algo que no toda persona que se sabe ‘del siglo pasado’ habría hecho: empezó una investigación que culminó con la publicación de una tesis de doctorado que, además, ganó en 2012 el premio Sor Juana Inés de la Cruz otorgado por el Instituto Nacional de las Mujeres de México. “Orden discursivo y tecnologías de género en el boxeo” explora el mundo del boxeo femenil a partir de entrevistas hechas en los gimnasios donde, a partir del 2000, empezó un pequeño boom de mujeres boxeadoras y es un trabajo que actualiza el feminismo no solo de su autora, sino de los estudios de género en el deporte en general.
Moreno ha llevado su entusiasmo y resistencia a la frustración en el feminismo a todos los ámbitos: además de Debate Feminista, ha publicado novelas de enfoque femenino para grandes y chicas y se dedica a investigar las tecnologías de género que separan innecesariamente a las mujeres de los hombres. Durante su visita al Perú, Moreno dio la conferencia “Literatura infantil y perspectiva de género”, dirigió un conversatorio sobre el cuerpo atlético femenino en la libería-café del Fondo de Cultura Económica y participará en la Feria del Libro de Trujillo.
Para la investigadora, hay deportes que se consideran femeninos, como la gimnasia olímpica y el ballet -que más que deportes son artes-, que fingen no usar fuerza, sino pura gracia. Esos fueron, en algún momento, los únicos permitidos para las mujeres, y el acorralamiento cada vez mayor de los espacios deportivos exclusivos para hombres ha generado un sentimiento de peligro en ambos géneros. Eso es lo que Moreno ha pretendido explicar con su investigación:
"El deporte es un fenómeno súper moderno, no había deporte antes del siglo XIX. Su aparición en el mundo lo vuelve un fenómeno muy interesante sociológicamente. El deporte en general, pensado como una actividad diferente de todas las otras actividades, del trabajo, del folklore, aparece con un discurso de masculinidad, de preocupación por la formación de los varones en un mundo en que aparentemente se acabó el trabajo duro del campo. Por eso hay una contradicción entre ser mujer y querer practicar deporte. Todos los deportes han tenido prohibición expresa de que los practiquen mujeres, pero ha habido algunos que se pensaron más apropiados para las mujeres. Los que no son apropiados son los que están asociados directamente con el contacto o el combate y están diseñados con la idea de ir a la guerra. El combate y la guerra son definitorios de la masculinidad en el sentido de que en prácticamente todas las culturas las mujeres están también excluidas de la guerra."
- Sin embargo, las expectativas del cuerpo femenino dependen de un cierto atletismo.
- En este momento se ha convertido en una nueva manera de interpretar el cuerpo femenino. Antes del siglo XX el cuerpo femenino siempre había sido pensado como un cuerpo de la fertilidad, eran mujeres un poco más frondosas, con mayor cantidad de volúmenes. Después se empezó a estilizar una forma corporal nueva que se corresponde con ideales asociados al atletismo. Se volvió muy importante ser delgada. Hay muchas atletas que no practican ciertos deportes porque sienten que esos deportes las van a muscular, así que prefieren hacer deportes que no afinan la musculatura. El cuerpo de las nadadoras se parece mucho más al de los nadadores que el de los nadadores a los de los ciclistas, boxeadores o futbolistas.
- Claro, hace poco dijeron, por ejemplo, que Serena Williams tenía cuerpo de hombre.
- Es una de las maneras de descalificar a las mujeres. El manejo mediático para excluir a las mujeres del espacio deportivo es o decir que son feas, que parecen hombres, o sexualizar a las que son muy bonitas. Siempre eligen unos poquitos íconos que son mujeres muy hermosas y opacan a todas las otras atletas, es una manera de discriminación.
- Imagino que influye también en su vida más privada. Si dicen que tienes cuerpo de hombre...
- Una cosa que me llamó mucho la atención en la investigación con las boxeadoras fue que, a diferencia de atletas que utilizan una feminidad menos enfatizada, las boxeadoras son muy femeninas. Cuando se suben al ring pegan como nadie, pero abajo del ring ellas se visten muy femeninas, se arreglan, se hacen las uñas, se maquillan y perfuman. Están en un medio tan masculinizado y ellas son irregulares en el campo que la agresión más normal es decir que son lesbianas. Entonces ellas tienen que estar demostrando performativamente con su cuerpo, su indumentaria, maquillaje y con ser femeninas en términos de sus actitudes y formas de ser.
- ¿A ti te gustaba el boxeo antes?
- No, para nada, y mi propia mirada acerca de lo que significa ser mujer era una mirada muy conservadora, muy limitada.
- ¿En qué sentido?
Tenía este prejuicio, que es muy arraigado en la cultura occidental, de que las mujeres somos pacíficas por naturaleza, que las mujeres no tenemos acceso al espacio de la violencia. Es un prejuicio y es muy dañino porque nos separa como si fuéramos mejores que los hombres. Las maneras de exclusión en el imaginario de las sociedades tienden o a situarnos en un nivel inferior, decir que lo único que hacemos es reproducir la especie, o en un nivel superior, donde somos la excelencia, como ángeles. Lo único que pretende el feminismo es considerarnos simplemente humanas Yo me estaba situando pensando en las mujeres como excelentes, como mejores que los hombres, pero en realidad somos iguales y podemos tener acceso a la violencia, que no es solo horror y espanto. La violencia también es un recurso, y lo que hace el deporte precisamente es sublimar la violencia, enfocarla, organizarla, administrarla.
Otra dimensión es que la construcción de las mujeres como incapaces de acceder a la violencia es ponernos cultural y hasta físicamente -porque eso tiene un efecto en nuestros cuerpos- en desventaja crónica. Las mujeres somos débiles y siempre nos vamos a relacionar con alguien que sea más fuerte que nosotras porque tenemos la ilusión de que ese nos va a proteger en nuestra misión de ser débiles. Ese es el que nos pega, el que nos domina y controla. Las mujeres que se salían de ese papel se volvían súper peligrosas inclusive para mi manera de ver a las mujeres. Mi investigación fue vencer ese obstáculo mío.
- Te quería preguntar un poco por tu metodología. Imagino que has usado a Judith Butler y Michel Foucault, ¿cómo interactúa eso con el trabajo de campo?
Uno de mis pilares teóricos es Butler, con el concepto de ‘performatividad de género’. Trabajé también con Teresa de Lauretis, que toma el concepto de ‘tecnologías del yo’ de Foucault y lo aplica en ‘tecnologías de género’. El chiste era pensar de qué forma el discurso, pensado como esa base ideológica que mantiene las relaciones sociales dentro de un orden específico, producía no solamente relaciones sociales, palabras, sino cuerpos materiales.
Todo esto está presente en el trabajo, pero con énfasis en lo empírico. Me sumergí en un campo ajeno a mí en todos sentidos, porque soy de otra clase social, vengo de un medio universitario. Me metí a un mundo en el que hay un capital cultural distinto al que yo tenía. Tuve que hacer esa traducción y fue muy interesante y enriquecedora hablar con ellas y ver cómo estaban invirtiendo realmente en sus cuerpos, los estaban trabajando como una obra a largo plazo. Después, el ejercicio del doctorado por la fuerza te obliga a traducir eso a un lenguaje teórico.
- Pensando en esos dos ámbitos -la academia y más o menos cualquier otro espacio cultural-, en el mundo académico se vive el sexismo de una manera mucho más sutil, pero uno llega a estos mundos donde es completamente explícito y puede ser chocante.
Claro, pero sociológicamente te da muchas más posibilidades de entender qué quiere decir sexismo. El otro, el sexismo atenuado es muy escurridizo. Este es explícito, todo es directo. Me pasaban cosas muy extrañas: estaba entrevistando a una de las boxeadoras que me dice 'mi entrenador es él', y luego fui a entrevistar al entrenador y me dice 'yo no entreno mujeres'. Pero el feminismo es un movimiento social exitoso. Está atravesando todas las legislaciones del mundo, ahorita no hay ninguna constitución en un país que se catalogue de democrático donde no se instituya como una condición de la ciudadanía la igualdad entre hombres y mujeres. Su discurso está presente en todos lados y la gente se cuida más, pero de todas maneras hay ambientes en los que se puede ser políticamente incorrecto.
- Creo que eso puede dar pie para saltar a la literatura infantil, en el sentido de cómo los libros forman estas ideas e identidades en los niños. ¿Cómo se traslada el discurso del feminismo a tus libros?
- Yo no soy muy militante, soy mala para eso, pero pensé que mi militancia tenía que ser escritural. Quería escribir un libro para niñas. Yo me formé leyendo novelas de aventuras, esas historias hermosísimas de alguien que va a una selva o a ganar una guerra, en fin, pero no había libros de aventuras para niñas. La aventura y la feminidad están completamente disociadas.
- La princesa espera en el castillo.
Exacto. En la novela de las mujeres la heroicidad es la vida romántica, encontrar el amor, mientras los héroes hombres ganan guerras, vencen monstruos, conquistan un territorio. Me preocupé y me pregunté cuál es la aventura de las mujeres, y me di cuenta de que la aventura de las mujeres es el feminismo. Esa es la gran empresa de las mujeres, y ahí es donde te vas a encontrar unas heroínas absolutamente grandiosas. Las sufragistas: mujeres que se lanzan a la calle a decir 'yo tengo derechos'. Es extraordinario. Entonces empecé leyendo historias acerca de mujeres, quiénes habían sido esas que son como nuestras abuelas o bisabuelas o tatarabuelas y escribí Vida en peligro, un libro que ha tenido un enorme éxito, estoy impresionada por cuánto ha gustado.
- ¿Crees que lo ideal sería que en algún momento ya no haya necesidad de hacer literatura feminista?
- Lo que persigue un movimiento social como el feminismo es que en un momento deje de haber necesidad de él. No sabemos cuándo va a suceder, pero mientras sea necesario habrá que estar ahí.
- En ese sentido quizá la labor actual del feminismo es más educativa que otra cosa, ¿no?
El objetivo más importante del feminismo es el cambio cultural. Pero el cambio cultural es el más complejo que hay; está en el discurso, en el lenguaje, pero también en mis propios prejuicios, yo soy producto de mi cultura. Eso quiere decir que uno de los cambios que tienes que hacer es tu propia percepción del mundo, tus propias disposiciones y tu forma de ser como cuerpo. Eso es complejísimo, es una de las cosas que má trabajo nos cuesta a las feministas: somos producto de nuestra cultura. No se puede decretar el cambio cultural, pero hay estrategias, y esas estrategias tú ya las viviste: tú eres una feminista completamente diferente de mí porque perteneces a una generación en la que ya estaba consolidado el trabajo de las feministas.
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