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Mario Bellatin: “Mis últimos cinco libros los escribí en un iPhone; es mi mejor prótesis, pero la odio”

El autor de 'Salón de belleza', presente en el Hay Festival, dispara: no le interesa la crítica literaria (la favorable menos), ama y odia su teléfono, nunca sufre bloqueo, y sigue detestando Lima.

Publicado: 2015-12-08

Autor de medio centenar de libros, Mario Bellatin es uno de los escritores más prolíficos y singulares de la actualidad. Sus ideas en torno a la escritura como expresión artística son sumamente particulares y siempre quedan patentes en su discurso –“aquí uno siempre tiene que tratar de decir cosas originales”, bromea antes de comenzar la entrevista–. Y aunque en sus respuestas puedan relucir incógnitas en vez de certezas, reflexiones inesperadas, e incluso contradicciones, ese es el juego que él acostumbra jugar: no hay nada que pueda darse por sentado.  

Por eso este hombre un poco mexicano, un poco peruano, es un defensor de la autonomía de los textos, de la libre interpretación de la obra de otros, y de los grandes misterios de la vida. Todo eso queda patente en esta conversación con LaMula.pe en el marco del Hay Festival de Arequipa, la ciudad perfecta –como él mismo dice– para eventos de este tipo. Y una buena razón para seguir evitando a su odiada Lima.

foto: carmen díaz


Qué bueno que el Hay Festival se realice en Arequipa, ¿no?
Sí. Siento que es mejor que sea en un lugar mucho más concentrado porque la esencia del Hay es justamente convertirse en un lugar central, con varias sedes y mucho público circulando. Hace unos meses se hizo en Ciudad de México y se diluyó totalmente. Antes se organizaba en Xalapa, una ciudad de similares características que Arequipa y allí sí funcionaba muy bien.
Es fantástico que uno pueda ir de una sede a otra simplemente caminando.
Exacto. Y hay como un discurso fragmentado que se va armando a medida que uno va sigue las mesas con conversatorios. Es mucho más interesante que una feria porque aquí realmente se discuten asuntos. Las ferias del libro son más una pantalla, una especie de espacio publicitario para los escritores. Acá sí prima el debate, la discusión de ideas. y por eso funciona mejor en lugares más pequeños, más concéntricos, justamente como Arequipa.
Y qué bueno que no haya sido en Lima, especialmente. Sé que detestas un poco la capital.
Pues sí. Como sabes, yo viví muchos años en Lima y siempre trato de evitarla, aunque de vez en cuando voy de paso. Hace unos meses estuve en la Feria del Libro de Lima Norte (Felino) porque me dijeron que eso no era Lima.
¿Y era Lima o no era Lima?
Pues es más Lima que Lima. Yo vi por las redes sociales de que algunos escritores no querían ir allí porque creían que era un lugar ignoto, peligroso, un lugar donde no había la “cultura” que ellos esperaban, así que suponían que iba a ser una especie de pérdida de tiempo.
Y se equivocaron.

Se equivocaron, claro. Nunca había conversado con personas tan intensas. Hubo llantos, fotos, fue muy interesante lo que ocurrió allí. Y todo bastante improvisado, porque los organizadores me habían invitado varias veces a la feria del libro “oficial” y yo lo había rechazado, pero esta vez yo ya estaba en Lima y dije que quería ir, siempre y cuando todo se anuncie solo por las redes de la feria, nada de forma oficial. Incluso mi editorial, Penguin, no había puesto ningún stand, lo que demuestra que no esperaban participar. Creo que lo tomaban como un lugar extraño, ignorado, “fuera de”. Y cuando luego en México me han pedido explicar esa feria, no he podido explicarlo porque en México no existe algo así como “Lima Norte”. En México no hay ese centralismo salvaje como hay en Lima respecto a sus alrededores.

foto: carmen díaz

A diferencia de otros escritores, no le temes mucho a la tecnología, ¿no? Eres usuario activo de Facebook, has escrito libros en tu teléfono...
Sí, los cinco últimos libros los he escrito en el iPhone. Pero quiero aclarar que allí hay un doble discurso: sí uso el teléfono todo el tiempo –es casi un vicio–, pero a la vez no confío en dicho medio como lugar de expansión literaria. Hace poco tuve una conversación porque quiero pasar los derechos de mis libros a Creative Commons, pero sin abandonar el papel. Lo que busco es una forma mixta, que tenga libros virtuales y a la vez en papel. Porque, repito, no confío en lo virtual como el lugar idóneo para depositar mi trabajo. Creo que es un medio cambiante, líquido, pero donde difícilmente la palabra está segura. Lo utilizo como herramienta, pero no como medio.
¿Y el proceso de escritura cambia? ¿El resultado cambia?
Bueno, no tengo forma de medir el resultado, pero imagino que sí cambia. Es decir, es un cambio que viene de mucho antes y que ahora se hace más evidente. Pero el primer cambio real se dio entre escribir a mano y escribir a máquina, y el segundo –y más importante– vino con en el paso de la máquina de escribir a la computadora. Ese cambio para mí fue grandísimo. Al menos yo tenía con la máquina de escribir un trabajo mucho más horizontal, que se expandía, que enraizaba mucho más y nunca acababa. Entonces el cambio a la computadora era como pasar de un camino rural a una autopista. Y eso también me pasa con el iPhone, me ocurren cosas extrañas, como haber escrito 'Retrato de Mussolini con familia' en cuatro horas.
Te he leído diciendo que tus propios libros ya no te pertenecen. Y, por otra parte, que sientes los libros de otros como tuyos. ¿Eso pasa por un tema de la lectura? ¿Podrías explicarlo un poco más?

Creo que es una lucha y una búsqueda que tengo desde que comencé a escribir, un intento de encontrar la autonomía de los textos, de hacer que el texto pueda tener los suficientes elementos como para definirse en sí mismo, de algo que sea extratextual y que lo sostenga. Y lo planteo desde mi perspectiva personal porque desde que empecé a escribir sentía que tenía que seguir por senderos preestablecidos, armados previamente. De alguna forma, lo que a mí me interesa es que el texto pueda independizarse del autor y de sus circunstancias; que pase a formar parte de un punto intermedio, neutro, del texto en sí mismo. A partir de allí, también me gustaría que cada quien haga con el texto lo que quiera, lo que piense que debe hacer. Que pueda reinterpretarlo, que tenga una perspectiva determinada que el autor no tuvo en cuenta. Eso también es válido.

foto: carmen díaz

Tu producción es bastante copiosa y, de hecho, me acabas de decir que has escrito un libro en cuatro horas con un iPhone. ¿No te has enfrentado al bloqueo?
No, al contrario, me gustaría bloquearme de vez en cuando, pero todo el tiempo escribo. Además, debo decir que siento el iPhone como una prótesis. Ahora me doy cuenta de que es la única prótesis que me sirve para el brazo que me falta. Ahora sí escribo todo el tiempo, y no solo mentalmente, sino físicamente. Todo gracias a un iPhone en el cual no confío. ¿Me explico? A lo que voy es que no hago una apología del uso de la tecnología. Al contrario, lo odio, no me deja en paz, es como un vicio. Estoy como los que no quieren fumar, pero no pueden dejar de fumar.
Estuviste hace poco en un lío judicial con Tusquets. No sé si te interesa hablar de eso, pero si quisiera preguntarte si te molesta que temas como este te saquen de la literatura, te impidan escribir.
Sí, ese lío ya acabó. Quedamos en no hablar más del asunto, acabamos en buenos términos. Ellos le dicen “pacto decoroso”. Pero la consecuencia mayor es exactamente la que tú me planteas, el dejar de escribir. Porque si yo me dedicara al Derecho, quizá hubiera sido interesante continuar la lucha. El problema es que sí me agarró en medio de un libro y me perturbó totalmente la posibilidad de continuar con mi ritmo habitual de trabajo.
No suelo escucharte hablar de referentes y por eso me pregunto ¿qué lees? ¿Clásicos? ¿Autores nuevos?

Pues no leo, la verdad. Es un tiempo que pierdo para poder escribir. Y no estoy haciendo una defensa de la no lectura, de ninguna manera. Lo que sí te puedo decir es que soy un experto lector de primeras páginas: tengo dotes extrasensoriales para, a partir de una sola página, darme cuenta de todo el libro. Pero el problema es dar por sentado que un escritor siempre lee, lo cual no es cierto. Yo podría solamente ver cine, digamos. Porque también se lee cine, se lee teatro, se lee la realidad. No hay una relación directa entre lectura y escritura.

foto: carmen díaz

La crítica literaria te es, en general, favorable. ¿Le prestas atención?
No. Y a la favorable menos. Si es que leo alguna crítica, es siempre la que dice que mi obra es horrible. Esas me llaman más la atención. ¿Qué es la crítica literaria, además? ¿Quiénes son los críticos? Lo que yo encuentro son periodistas que se desempeñan en la crítica y luego no continúan, ya no están más. Son como trabajos ocasionales solamente. Y por otro lado está la amenaza constante de la academia, otro campo muy diferente. Lo que yo quisiera ver es un espacio de crítica en concreto. Y no es que no me interesen el periodismo y la academia, ojo. Me interesan ambos. Pero creo que debería existir gente que se dedique enteramente a la crítica, cuya vida ser crítico. Pero son muy pocos. Y no me importan tanto la respuesta que estoy dando, sino la pregunta, porque siento que la literatura está lleno de espacios que se dan por sentados –como la del rol de la crítica– y esas ideas son las que calan profundamente en alguien que quiere comenzar a escribir y sirven de traba. Creen que hay que pasar por ese proceso para ser escritor. Y eso es un peligro.
La última, ¿por qué tu afición a los perros y no, digamos, a los gatos?

Bueno, cuando era niño tenía gatos, incluso vendía gatos. Ese fue mi primer trabajo: me paraba en la puerta de los supermercados para vender las crías de mis gatos. Ahora, ¿por qué mi afición por los perros? No sé. Siento que siempre debo tener un perro presente a mi lado. Hay tres grandes misterios en mi vida: los perros, las bicicletas –he recorrido 300 kilómetros en un fin de semana sin mayor explicación– y la escritura – porque tampoco sé por qué escribo–. Son preguntas que prefiero dejarlas en el misterio. Para responderlas quizá necesitaría 20 años de psicoanálisis.


Fotos: Carmen Díaz


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Escrito por

Juan Carlos Fangacio

Periodista.


Publicado en

Redacción mulera

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