Martin Wolf, editor asociado y principal comentarista de economía del prestigioso diario británico Financial Times y uno de los intelectuales más influyentes en la economía mundial, estuvo recientemente en Lima, invitado por la Junta de Gobernadores del Banco Mundial y del FMI, en la que participó en un panel sobre cambio climático. 

Lo vi en las instalaciones del Museo de la Nación, mientras salía de una sesión organizada la sociedad civil internacional. Me acerqué y le pregunté qué esperaba de la COP21. "No hay certeza de lo que vaya a ocurrir. Las emisiones continúan y no veo mucha voluntad de que ello cambie. El ministro Pulgar-Vidal es muy activo y optimista. [Christiana]Figueres (la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) también, pero los informes científicos son preocupantes, y si los compromisos de los países para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero no son vinculantes, dudo mucho de un acuerdo global que sirva para enfrentar el cambio climático", respondió.

"La solución está en nosotros, en cada uno de nosotros, pero sobre todo en los gobernantes, quienes deben entender que es provechoso luchar contra el cambio climático. Tienen miedo del costo, pero será peor si nos quedamos de brazos cruzados". Me estrechó la mano, se disculpó y se retiró.

De hecho, buscar y lograr una solución creíble que nos aleje del desastre es imaginable y económicamente beneficiosa. Una combinación de oportunidades tecnológicas y de enfoques facilita estas posibilidades. 

El fin del principio

¿La COP21 a realizarse en París representará un viraje decisivo en los esfuerzos mundiales para frenar los riesgos de un catastrófico cambio climático? Se pregunta Wolf en un reciente artículo en el Financial Times. "En la actualidad esto es altamente improbable, pero no inconcebible. Definitivamente, no será suficiente por sí sola. Pero una combinación de nuevas oportunidades tecnológicas y de nuevos enfoques en relación con un acuerdo facilita novedosas posibilidades. La conferencia pudiera marcar el final del principio; el punto en el cual comienzan los verdaderos esfuerzos para cambiar nuestra trayectoria", señala. 

En su opinión, la solución en cuestión de emisiones que se necesita para brindar una posibilidad del 50% de limitar el aumento de la temperatura a 2°C por encima de los niveles preindustriales también es radicalmente diferente a la del pasado. "Hasta ahora, las emisiones globales de dióxido de carbono per cápita han aumentado, no disminuido –a pesar de todas las conferencias mundiales– a la vez que el rápido crecimiento de las economías emergentes, particularmente la de China, ha mermado los débiles esfuerzos para reducir las emisiones en otros lugares. Las disminuciones necesarias de las emisiones no se producirán en ninguna trayectoria como la actual. La humanidad habrá tomado un riesgo irreversible sobre la posibilidad de que los escépticos tienen, de hecho, la razón", indica. 

No obstante, Wolf reconoce que están surgiendo nuevas oportunidades tecnológicas. Así –menciona– hay la posibilidad de una revolución en la generación y almacenamiento de energía, en el ahorro energético, en el transporte y en la captura y almacenamiento de carbono. Y también subraya la opción en el campo de la inversión: elegir tecnologías con altos niveles de emisiones de carbono para la infraestructura energética, de transporte y urbana fijaría un peligroso futuro. "Para lograr la meta, las emisiones por unidad de producción deben reducirse en un equivalente a siete u ocho veces para el año 2050. El reto es abrumador", sentencia.

Esta revolución no sucederá sin el apoyo gubernamental; se beneficiaría de la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles, los cuales el Fondo Monetario Internacional estima alcanzarán US$5.3 billones (miles de millones) en el 2015 (6.5% de la producción mundial), con la inclusión de efectos colaterales, tales como la contaminación del aire. Estos subsidios son tres órdenes de magnitud mayores que el gasto estatal en investigación y desarrollo de fuentes de energía renovable.

Las iNDC

En la actualidad se ha tomado la decisión de evitar los obstáculos para alcanzar un acuerdo global vinculante que determine un precio para el carbono. Esto tiene sentido. Llegar a un acuerdo sobre la asignación de derechos de contaminación negociables a través de las fronteras es imposible. Y el acordar una tasa impositiva común es casi tan difícil.

Al respecto, el analista anota: "Si se les pide a los países asumir compromisos vinculantes, ellos limitarán sus promesas a lo que saben que pueden cumplir. En lugar de ello, se está alentando a los países a presentar contribuciones determinadas a nivel nacional (iNDC). Aunque estas medidas están muy lejos de ser lo que realmente se necesita, se están encaminando hacia la dirección correcta, sobre todo ahora que China y EEUU están participando activamente".

Entonces, tal como lo ha mencionado el ministro del Ambiente y presidente de la COP20, Manuel Pulgar-Vidal, con el impulso adecuado por parte de los gobiernos, un círculo virtuoso de innovación tecnológica –de la mano con la reducción de la contaminación local y otros beneficios– sería beneficiosa la rápida adopción de tecnologías y formas de vida bajas en carbono para las economías nacionales, sin tener en cuenta el impacto sobre el clima. Si es así, depender de los planes nacionales tendría aún más sentido. "Los planes nacionales –destaca– también tienen más probabilidades de triunfar sobre los intereses nacionales particulares si se desarrollan paralelamente. Pero la necesidad de una rápida difusión transfronteriza de innovación y de ayuda a los países más pobres para invertir en nuevos sistemas de energía y de transporte continúa. Los países más ricos deberán contribuir".

"La mala noticia es que la próxima Conferencia de París no presentará una solución creíble que nos aleje del potencial desastre. A lo sumo, lentificará el ritmo al que nos acercamos a tal punto. La buena noticia es que, a largo plazo, el enfoque relativamente pragmático que actualmente se está adoptando –combinado con la posibilidad de un acelerado cambio tecnológico– hace que el cambio hacia una solución que nos aleje del desastre sea más probable", dice para todo tipo de público.

Como me dijo en Lima, hay buenas intenciones, pero eso no basta para lograr un acuerdo global el próximo diciembre. "Es incierto si, en la práctica, esto será suficiente para cambiar drásticamente el futuro de las emisiones energéticas a nivel mundial. Pero es posible. También será necesario mucho más esfuerzo y determinación durante la próxima década. Ese esfuerzo debe comenzar, al menos, con el mejor acuerdo posible en París", finaliza.


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