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Un director independiente se aburre con el realismo soviético

Hal Hartley, ícono del cine independiente estadounidense, presenta en el Festival de Cine de Rio de Janeiro la última película de una trilogía haciendo un esfuerzo por no burlarse de la sensibilidad religiosa de su protagonista.

Publicado: 2015-10-08

En Ned Rifle, la última entrega de la trilogía de Hal Hartley sobre la familia Grim, un joven cristiano que lleva el nombre del título se va de su casa a los dieciocho años para matar a su padre. Ned (Liam Aiken) es hijo de dos criminales y culpa a su padre Henry Fool, del encarcelamiento de su madre, Fay Grim. Las dos primeras películas de la trilogía llevan los nombres de los progenitores de Ned y dan cuenta de una familia estadounidense en la que la ley y la moral tienen poco valor. El tercer y último protagonista de la trilogía es casto, lleva una Biblia a todos lados y cree que la muerte de su padre sería una forma de justicia divina.

Hal Hartley, que en 1998 ganó un premio en el Festival de Cannes por el guion de Henry Fool, ha utilizado a la familia Grim como medio para criticar la forma de vida y el sueño estadounidense sin renegar de ellos. En este sentido, quizá Ned Rifle sea el protagonista menos atractivo de los tres: a diferencia de sus padres, no le gusta hablar de sí mismo, ni escribir confesiones, ni cometer crímenes. Es escéptico respecto a la forma de vida esencialmente estadounidense que ha llevado a sus padres a terminar, una, en la cárcel, el otro, odiado por todos y sin paradero conocido.

Con Ned Rifle, Hartley culmina casi dos décadas trabajando alrededor de los mismos personajes insertándose en los valores y contradicciones de la religiosidad. Lo ha hecho con tanto rigor que recibió el Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Berlín de este año: un premio entregado por las iglesias protestantes y católicas de Alemania por "retratar acciones o experiencias humanas que mantienen los valores de las Sagradas Escrituras o por sensibilizar a los espectadores respecto a los valores espirituales, humanos o sociales".

Hartley se ha identificado tanto con su protagonista que le dio uno de sus propios nombres y, con la misión intrínsecamente redentora de Ned, cierra el arco de una historia en la que nadie parecía interesado en redimirse.


¿Por qué decidiste darle tu pseudónimo ‘Ned Rifle’ a esta película?
Es un pseudónimo que he utilizado para mi música. Cuando hice Henry Fool, la primera película de la trilogía, le puse Ned al niño, que tenía seis años. No había ninguna conexión entre una cosa y la otra, sino que le puse Ned porque es un nombre común. Dieciocho años después, cuando estaba escribiendo este guion, no quería ponerle Ned Fool o Ned Grim, como sus padres. Rifle encajaba bien. Es misterioso.
A dieciocho años de la primera película sigues trabajando con el mismo actor, Liam Aiken. ¿Planeaste eso desde el principio?
No, porque cuando hice la primera película no planeaba hacer una trilogía. Después quise hacer más películas con esa familia. Se trata de un intento por ver una parte de la experiencia del ciudadano americano a través de la familia Grim.
Además de la crítica a los medios –presente en las anteriores películas– hay en esta película una crítica a la religión, en un tono casi satírico.


No realmente. Yo quería referirme a algo que descubrí a principios de los 2000, cuando estaba enseñando en la universidad y me di cuenta de que muchos de mis alumnos hacían referencia a un retorno a la sensibilidad religiosa, particularmente cristiana, y todo este asunto de la castidad: no tener sexo hasta el matrimonio. Me pareció muy interesante, porque yo ya tenía más de cuarenta años y no lo podía creer: mi generación se pasó todo el tiempo alejándose de eso y ustedes están volviendo. Interesante. Pero quería tratarlo con respeto. Yo no comparto esa sensibilidad religiosa, pero también vi la oportunidad de que sucedan cosas graciosas. Como se ve en las dos primeras películas, la familia de Ned no es religiosa. Son lo contrario, esta gente es criminal desde el nacimiento. Son gente encantadora, pero son criminales casi todo el tiempo. La sola idea de que su hijo se convierta en un caballero cristiano me dio la oportunidad de tener algunas conversaciones serias y cómicas. Sin embargo, fue muy importante para Liam y para mí que no nos burlásemos de la religión de Ned. Podíamos divertirnos con su familia, pero no burlarnos.

Pero a pesar de todo Ned también es un criminal.
En cierto sentido, sí, es un criminal desde el principio: sale a matar a su padre.
¿Es su destino convertirse en criminal?
Bueno, eso es algo en lo que la ficción es realmente buena: mostrarnos algo y preguntar si se trata del destino o de verdaderas decisiones humanas. Sin esa tensión, las historias tienden a ser aburridas, terminan por parecer parte del realismo soviético.
En ese sentido, ¿cuán importante es para ti el realismo? Esta no es una película muy realista.
Yo no estoy interesado en el naturalismo, pero sí en el mundo real, en los problemas reales. Mi intención es hacer comedias que tratan del mundo real, pero al ser comedias no pueden ser verdaderamente realistas. Para mí no es más complicado que eso.
¿Tu decisión de no trabajar con las grandes productoras tiene que ver con mantener esa libertad en tus temas y estilo?


No creo. Nunca se me ha ocurrido trabajar con los gigantes. Vengo de otra tradición, que tiene más que ver con la cinematografía europea. Crecí viendo películas pequeñas en los 70s: Rainer Fassbinder, Jean-Luc Godard, incluso Werner Herzog, en sus primeros días. En cierto sentido, estoy mucho más conectado con las novelas. La lectura es donde consigo muchas de mis actitudes acerca de cómo mostrar una realidad. Soy un gran fanático del novelista ingles Thomas Hardy, que en su época no era considerado naturalista aunque describía el mundo real muy minuciosamente y de una manera muy poética. Una generación más tarde, se lo usaba como ejemplo del naturalismo, porque toda narración es en realidad poética.

¿Lees más de lo que ves películas?
Sí, definitivamente.
¿Y ves televisión?
Durante los últimos cuatro o cinco años he visto mucha televisión por episodios. He visto Mad Men, Breaking Bad, Nurse Jackie. Las veo con fines profesionales: es el nuevo negocio, la nueva forma de ganarse la vida con el cine. Mad Men me pareció tremendo, como una novela grandiosa.
Es una serie que tiene un glamour que no usas en tus películas.

Claro. Yo describo gente y ambientes de la clase trabajadora, pero si estuviese haciendo una historia sobre hombres de esa época que trabajaban en publicidad el glamour tendría que estar ahí: ellos inventaron el glamour, lo vendieron, trataron de vivir con glamour. Pero más allá de cómo se ve, de lo que se trata la serie es de personajes y sus problemas, y cómo lidian con sus problemas. Eso es lo que siempre me engancha.


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Escrito por

Valentina Pérez Llosa

(Ex)estudiante de filosofía. Amante del cine, la fotografía fuera del estudio, el café y la comida. facebook.com/vperezll @vperezllosa


Publicado en

Redacción mulera

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