El documental Chicas nuevas 24 horas recorre Perú, Colombia, Argentina, Paraguay y España siguiéndole el rastro a la trata de niñas y mujeres para la explotación sexual. A través de una serie de testimonios de mujeres que, bajo distintas circunstancias, se encontraron en la situación esclavizante de la explotación y acompañados de cifras monetarias tomadas de casos juzgados en España, la tesis de la película es que la prostitución es un negocio que funciona exclusivamente bajo la ley de la oferta y la demanda.

Para demostrar este punto, la directora Mabel Lozano ha tomado la cuestionable decisión de insertar cada sección del documental con una supuesta clase maestra en la que una mujer argentina habla de cómo montar un negocio: conseguir la materia prima, satisfacer al cliente, dejar los riesgos a terceros, etcétera. Aunque es una perspectiva interesante, el formato de la escena no funciona en el contexto de un documental, y quizá habría sido más útil, para introducir el mismo tema, conversar con un economista. En esta línea, varias de las decisiones cinematográficas de Chicas nuevas... no son convincentes. Desde un soundtrack sentimental hasta el uso de paisajes para identificar lugares desde los que resulta que no está hablando la entrevistada, queda claro que el equipo del documental está conformado para transmitir un mensaje concreto más que para tomar decisiones estéticas.

En este sentido, no es sorprendente que la misma Lozano, en un debate después del screening de Chicas nuevas… en el Festival de Cine de Rio de Janeiro, afirme que los festivales de cine no son el lugar para su documental, y que hay que ver ‘más allá’ de sus cualidades estéticas y tomar en cuenta el contenido. Por supuesto, esta es una aproximación más bien extraña, ya que la realización de documentales no consiste en optar entre arte y conocimiento sino en encontrar la manera de expresar los resultados de una investigación cinematográficamente. 

Lozano lamenta que los críticos se limiten a la cuestión técnica y estética sin llegar a tratar el tema de fondo, que es la explotación sexual, y es verdad que su documental pone de manifiesto una realidad terrorífica vivida por miles de mujeres latinoamericanas, pero cabe preguntarse si la técnica no es parte esencial de la acción de transmitir un mensaje. Afirmar lo contrario en un festival de cine parece, por decir lo menos, fuera de lugar.

No cabe duda de que la explotación sexual es un delito que no puede tomarse a la ligera, y que cada mujer y niña que es víctima de él merece el cuidado y justicia que los estados latinoamericanos no parecen interesados en proveer. En este sentido, quizá la mayor novedad de Chicas nuevas... es que llama la atención sobre los clientes de la prostitución y su complicidad con las redes criminales que proveen ese servicio en lugares tan disímiles como Madrid en España y Madre de Dios en Perú. El documental da por sentado que los clientes tienen conciencia del infierno que viven las mujeres que les proveen servicios sexuales, pero no muestra ninguna evidencia de ello.

Por otro lado, durante el debate, Lozano afirmó ser abolicionista: su objetivo es que la prostitución sea ilegal en todo el mundo, porque "nunca conoc[ió] a una niña que diga que de grande quiere ser puta". Aunque es probable que esto sea cierto, también es cierto que la prohibición de un mercado con tanta demanda solo genera su reproducción en el plano clandestino –véase lo que pasa con las drogas–. Así, el documental no explora siquiera la posibilidad y existencia de prostíbulos legales en los que las trabajadoras tengan derechos y protección formal, y tampoco se pregunta por el verdadero origen de la demanda de prostitución, que es la crianza de hombres que, por una u otra razón, se relacionan mejor con las mujeres si les están pagando.

Chicas nuevas 24 horas puede servir como punto de partida para preguntarse por los mecanismos de la prostitución y, sobre todo, como advertencia para las mujeres que reciben supuestas ofertas de trabajo en el extranjero o en zonas alejadas de sus casas. Este es un objetivo que necesita cumplirse con urgencia, y la iniciativa de Lozano puede ser una valiosa herramienta para lograrlo. Por lo demás, incluso yendo 'más allá' de la forma, el documental no se constituye más que como una película educativa.


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