A mediados de 2008, la periodista Paola Ugaz y la fotógrafa Marina García Burgos asistieron a una exhibición de ropas para la identificación de los restos encontrados en dos lugares de entierro clandestinos cerca de Putis, en Huanta (Ayacucho). Fueron invitadas por el antropólogo forense José Pablo Baraybar, fundador del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), que de manera acertada consideró primordial la presencia de periodistas durante la ceremonia. 

Ugaz cuenta que, mientras daban vueltas tratando de identificar las ropas de sus seres queridos, las y los familiares de los desaparecidos de Putis y otras poblaciones cercanas cogían las prendas entre el pulgar y el índice: ese día de 1984 en que fueron llevados con engaños por las supuestas fuerzas del orden a cavar las ‘piscigranjas’ que serían sus tumbas por más de treinta años, llevaban prendas tejidas a mano por sus madres, hijas y hermanas. 

A partir de esa escena, Ugaz y García Burgos concibieron dos ideas: por un lado, la creación de la Chalina de la Esperanza, un tejido kilométrico compuesto por miles de ‘pastillas’ tejidas por familiares de desaparecidos durante el conflicto armado interno; por otro, la composición de un libro que diese cuenta de las historias no solo de los desaparecidos, sino de las de sus familias y de los profesionales que tratan de restituirles algo de calma a quienes viven la incertidumbre de la desaparición de sus compañeros y compañeras de vida.

La Chalina de la Esperanza se terminó de confeccionar en noviembre de 2010 y fue expuesta, primero, en El Olivar de San Isidro, después, en el balcón de la Municipalidad de Lima. Ahora, está en el Lugar de la Memoria. El libro, en cambio, tuvo que esperar hasta agosto de 2015 para ser publicado. Editado y escrito en su mayor parte por Ugaz, con fotografías de García Burgos y la colaboración de figuras como Mario Vargas Llosa y Javier Torres Seoane, Chinkaqkuna: Los que se perdieron es un compendio de crónicas, perfiles y testimonios que apuntan a la concientización de la problemática de los desaparecidos en el Perú.

Para Ugaz, esta es una forma de ayudar a los familiares de desaparecidos a liberarse de tres estigmas que les han sido impuestos en nuestro país: “un limbo emocional, porque siempre esperan que regrese el ser querido; jurídico, porque se quedan sin hacer un testamento u otros trámites letales; y social, porque muchas veces han sufrido la estigmatización de una sociedad que a menudo considera a las víctimas como terroristas”, afirma en la Introducción de Chinkaqkuna.

La publicación coincide con dos iniciativas peruanas que giran sobre el mismo eje temático: el estreno de la película NN, de Héctor Gálvez, y la campaña ciudadana #Reúne, impulsada por las asociaciones de familiares de las víctimas del conflicto y con el apoyo de la Cruz Roja. El objetivo común del libro, la película y la campaña es que el Ministerio de Justicia envíe al Congreso el Plan Nacional de Búsqueda Humanitaria: una propuesta para acelerar el proceso de exhumación y entrega de los más de 15 mil desaparecidos durante el conflicto armado interno, que se encuentran enterrados en 6,462 fosas registradas a lo largo de todo el territorio peruano.

Paola Ugaz te invita a participar en la campaña #Reúne:

En este momento, cada proceso de exhumación y restitución de los cuerpos puede tomar tres o cuatro años, como cuenta Ugaz a LaMula.pe. “En Putis fueron casi tres años: hay que ir al lugar, limpiar la zona, buscar los ADN. Había muchísimas familias completas que fueron eliminadas, y no se podía saber el ADN de las víctimas porque no había con quién comparar. Además, el Instituto de Medicina Legal, que es el encargado de las exhumaciones, no está organizado para atender este tema porque tiene que examinar las necropsias de casos criminales, no se da abasto para hacer las exhumaciones”. Una búsqueda rápida en la página web del Ministerio Público muestra que el Instituto de Medicina Legal, entre 2002 y 2010, recuperó 1497 cuerpos de los que identificó 771 y entregó 671. 

La propuesta de Chinkaqkuna, así como la del Plan de Búsqueda Humanitaria, es conseguir un cambio de paradigma en la aproximación del Estado a la recuperación de los restos: “en lugar de organizar las investigaciones desde el punto de vista judicial, poner por delante las necesidades de las familias. Los objetivo humanitarios y judiciales de las investigaciones forenses no se contraponen”, explica Ugaz. Así, el énfasis no está en la búsqueda de culpables de la desaparición, sino en atender a quienes esperan hace décadas el retorno de sus familiares.

Sin una intención clara del Estado por restituirles los restos, esas personas nunca dejarán de esperar que su padre o hermano toque un día la puerta de su casa ni de exigir que les den razón de ellos. La publicación de este libro representa un paso más de la sociedad civil hacia una mejor comprensión de la tragedia que viven quienes no han podido encontrar a sus familiares. A través de los textos y fotografías, Chinkaqkuna consigue acercar al lector a lo que sintieron Ugaz y García Burgos durante esa ceremonia de reconocimiento de las prendas:

“Putis es un testimonio del horror, pero, a su vez, es una lección para el Estado y todos nosotros de lo importante que es comprender nuestra humana necesidad de acompañar a un familiar a enterrar y despedir a su ser querido, para poder ser un mejor país.”


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