Jean Pierre Magnet está iluminado. Desde el 2006 recoge con Serenata de los Andes los sonidos andinos más originales, pero esta vez, en Fanqui Mamacha, los hace explotar. La música de la sierra, tan usada para expresar tristezas, está cargada esta vez de una energía intensa, alegre y celebratoria que deja pocos momentos para respirar. Magnet parece concentrar en 56 minutos la pasión de toda una vida. El sonido también lo ha concentrado en una menor cantidad de músicos que el disco anterior, pero aún así parecen infinitos.
Los tres primeros temas abarcan veinte minutos sin descanso. En Fanqui Mamacha, el primer track, Magnet instala todos los juegos que acompañan el disco: el saxo pasa de las melodías a los disparos contrapunteados con las zampoñas y las cañas, divide la canción con cortes repentinos que pasan de una velocidad a otra siempre mayor y hace del charango un guía humilde que siempre va por detrás de una suma de instrumentos en la que se hace difícil saber a cuántos músicos se está escuchando. Como muestra, para el disco ha grabado 35 saxofones, 28 violines y 16 zampoñas. Luego, los tarros de barro que, serenos, abren Pájaro Frutero terminan convertidos en una explosiva fiesta patronal en la siguiente canción, Levantando Polvo. Ambas están enlazadas a la perfección por un Magnet que parece buscar el éxtasis al final de una y, a la siguiente, resurgir con el doble de energía y toda la vibración de las tarolas y los tambores y las tubas.
La pausa llega recién con Llegó Tomasito, pero solo por dos minutos. La canción se desvanece antes de conformarse del todo, como si se arrepintiera de la calma. En reemplazo se da paso a otro bloque con la misma estrategia. Esa es la fórmula del disco. Fanqui Mamacha cuenta con dos juegos en degradé similares: del primer tema al cuarto las canciones se van acortando, poco a poco, hasta pasar de los ocho minutos iniciales a los dos minutos del cuarto tema. Igual sucede desde la pista cinco, también de ocho minutos, a la pista siete, de solo 47 segundos. Se trata de largos in crescendos que interrelacionan varios temas continuos y culminan con pequeños descansos que dan poca tregua.
Así como parecen haber composiciones conformadas por varios temas seguidos, Magnet también hace que haya una comunicación entre las distintas composiciones. No en vano hay tres temas distantes que hacen referencia a un mismo personaje: Llegó Tomasito, Creció Tomasito y Buena Vida Tomasito. Pero más allá de los nombres, ciertos ritmos y melodías resurgen cada tanto como recuerdos. Después de cinco temas, por ejemplo, los pocos segundos de Creció Tomasito recupera la melodía de Pájaro Frutero, Para Ti inicia con el mismo juego de vientos y percusión de Vientos, y Carnaval, el penúltimo track, retrotrae al oyente hasta el primer tema.
En el medio de todos esos vasos comunicantes, los vientos, el arpa, los violines, las guitarras y charangos y los múltiples instrumentos de percusión, consiguen un constante protagonismo y momentos para lucirse individualmente a pesar de que el saxo de Magnet siempre asume el liderazgo. Después de cerca de cuarenta minutos de democracia sonora, en la tercera parte del disco los temas terminan convirtiéndose en el telón de fondo de un Magnet que parece traducir musicalmente la majestuosidad de los Andes.
Magnet logra estructurar, quizá, el mejor disco de música peruana de los últimos años porque Fanqui Mamacha nos recuerda que no basta apelar a la idea de la música peruana para reclamar un reconocimiento, sino que se requiere dedicación, maestría y mucho respeto a los sonidos que toma prestados para merecerlo. Magnet dice volverse cada vez más sensible conforme pasan los años y que ahora, a los 66 años, la vida solo se le torna cada vez más bella. “Quiero llevar a la gente cerca a las puertas del cielo”, ha dicho hace poco a raíz del lanzamiento del disco. Y lo ha logrado.