Para explicar la importancia de Hija de la laguna, el director Tito Cabellos ha hecho referencia constantemente a la idea de los documentales como las fotografías que conforman el álbum familiar de un país. En este caso, se trata de una fotografía incompleta. Un documental debe generar preguntas porque el espectador logra entender algo nuevo, no porque se queda sin entender lo que vio.
La sinopsis oficial más corta dice: “Nélida, una mujer en los Andes que habla con los espíritus del agua, emplea sus facultades para enfrentarse a una minera que amenaza destruir la laguna que ella considera su madre. Justo debajo de las lagunas de Nélida, yace un rico depósito de oro que enfrenta a los campesinos que temen quedarse sin agua con la minera más grande de Sudamérica”.
Pero por momentos no se sabe si el eje central de Hija de la laguna es Nélida Ayay, la problemática de Conga o la minería en general. Los tres ejes están relacionados, claro, pero no se llega a hacer explícito cuál es el papel que cumple cada uno de estos factores dentro de los otros. Esto se debe, en buena medida, a que la Hija de la Laguna carece de todo tipo de contextos: histórico, político, económico, cultural. El proyecto Conga, por ejemplo, queda reducido a una insistencia de la minera Yanacocha, pero no se explica por qué una empresa es tan terca en llevar a cabo un proyecto que causa tantas resistencias. Más allá del vínculo íntimo de las comunidades con las lagunas, tampoco se explica cuáles son los antecedentes que sustentan la resistencia.
Tito Cabellos ha señalado que se centraron en la vida y determinación de la lucha de Nélida -no en la cronología del conflicto- para mostrar el punto de vista de las personas afectadas que no siempre es recogido en los medios de comunicación masivos. El resultado de esa decisión es que la lucha de Nélida queda aislada. Nélida, en la película, se enfrenta a un proyecto minero en concreto. Pero su lucha, así como la de toda la comunidad, es valiosa y ejemplar por lo que representa ese proyecto: un inmenso sector empresarial, la visión oficial de desarrollo de un país, una clase política incapaz de comprender otros modelos, las falsas promesas del presidente Ollanta Humala, medios de comunicación que los etiquetan de distintas maneras, por mencionar solo algunas. Todos esos factores son elementales para entender el coraje de las personas que han asumido la causa. Pero en ningún momento hay señales de ello.
Ni señales de la empresa. Yanacocha parece ser un fantasma que tiene como únicos representantes a los policías en las calles. Y esa idea, que puede representar muy bien la relación que existe entre la empresa y los residentes del lugar, termina representando solo una visión parcializada porque en ningún momento se le concede la oportunidad de explicar sus argumentos a la contraparte, estemos o no de acuerdo con ellos. La peor forma de apoyar una causa es negarle la voz al otro.
La narrativa la llevan a cabo la voz de los involucrados en la defensa de la laguna, particularmente Nélida. La voz de ella es fundamental. Desde el inicio sus palabras y sus formas de dirigirse a la laguna son indispensables para entender la relación que existe entre ambas. Pero aún así no basta. Para comprender del todo esa mirada se requiere tener noción de la complejidad del problema y no hay en el documental una perspectiva ajena, exterior, especializada en determinadas materias, que lo explique.
Perfilar a un personaje muchas veces sirve para explicar una problemática más grande. Este tampoco es el caso porque, en vez de ahondar en la vida de Nélida, se redirige la historia hacia paralelos que no se llegan a explicar. De pronto, el espectador se encuentra en el pueblo Totoral de Bolivia, también en un socavón de mineras cooperativas, en la joyería de la holandesa Bibi van der Velden y después, con esta en Madre de Dios, observando el trabajo de los mineros informales. Se llega a entender que, respectivamente, se quiere mostrar lo que podría pasar con el lugar si el proyecto se lleva a cabo, las condiciones de trabajo a las que podrían ser sometidas las mujeres, la finalidad banal del mineral y las consecuencias informales que ha traído la fiebre del oro. Pero todas estas elecciones parecen hechas al azar porque en ningún momento se explica cuál es la particularidad específica de ese pueblo, esa cooperativa, esa joyera, que los hacen adecuados para esta historia. Por lo tanto, el contrapunto que se trata de hacer con la historia de Nélida termina generando más confusión que reflexión.
Pero Cabellos también muestra sus habilidades en los dos puntos de mayor tensión. Debido a una minuciosa selección de imágenes caseras de distintas fuentes, Cabellos logra uno de los mejores recuerdos visuales de la arremetida policial que se dio en la Plaza de Armas de Cajamarca cuando se declaró el estado de emergencia en la región en julio de 2012. Sobre el final también acompaña la movilización ciudadana que llegó hasta las mismas lagunas. Cerca de ellos, una policía totalmente equipada espera una orden para intervenirlos y Nélida le pide a la laguna que los haga entrar en razón. Así, con violencia explícita o sin ella, Cabellos logra retratar una tensión difícil de comprender para la mayoría.
La calidad fotográfica de Hija de la laguna es una de sus mayores virtudes. Prueba de ello es la toma de Nélida parada frente a la laguna que se usó para el afiche promocional. Imágenes igual de contundentes permiten apostar por tomas largas y contemplativas que, a pesar de ser más propias de una película de ficción, no incomodan y, por el contrario, transmiten el ritmo de vida tan distinto al urbano que se vive en zonas como Celendín.
Hija de la laguna es un documental conmovedor por la injusticia que retrata, pero no por el trabajo documental logrado. Puede que haya conseguido ser el tráiler peruano más visto en Youtube, pero el resultado final no logra profundizar en el personaje, revelar algo nuevo sobre la problemática o generar preguntas reflexivas ni para quienes comparten la postura de Cabellos ni para quienes se encuentran del otro lado del conflicto. La razón se hace evidente: una sola perspectiva nunca es suficiente para un problema tan complejo.