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'Tito' Cabellos: “Estoy a favor de la gente, de la tierra y el agua; no contra una minera en particular”

El director del documental 'Hija de la Laguna', que ya es un éxito desde su tráiler en Youtube, habla de la película que se exhibirá en el 19º Festival de Cine de Lima.

Publicado: 2015-08-04

“La gente casi nos pide a gritos verla”, exclama Ernesto Cabellos, realizador y miembro de Guarango Producciones. En un país en el que triunfa '¡Asu Mare!' parece quijotesco producir y dirigir un documental como 'Hija de la Laguna' y, aún más, que pueda tener éxito. Sin embargo, solo el trailer ya ha sido visto por más de cinco millones de personas, superando al trailer de Cachín. Para Cabellos, hacer documentales es absolutamente necesario para un país. “Patricio Guzmán, el gran documentalista chileno, tiene una frase que lo resume todo –dice–: ‘Un país que no tiene cine documental es como una familia sin álbum de fotografías’”.

Hace 20 años que Guarango se preocupa por poner unas cuantas fotos inolvidables en el álbum familiar de los peruanos. “Algunas son de momentos felices, como 'De ollas y sueños' –continúa Ernesto– el retrato que hicimos del Perú a través de su cocina. Y otras son como ‘Hija de la Laguna’, de un momento de desencuentro y conflicto”. Nélida es una mujer de los Andes que habla con los espíritus del agua. Pero el hallazgo de un yacimiento de oro amenaza con destruir la laguna que ella considera su madre. Para evitarlo, la joven se suma a la lucha de los campesinos de la zona que temen quedarse sin agua, enfrentándose a la multinacional minera de oro más grande de Sudamérica.


¿Cómo llegaste a esta historia? ¿O fue la historia la que te alcanzó de alguna manera?
La historia y la oportunidad de empezar a producirla, vino a mí. Años antes de iniciar el proyecto, Nélida hizo un cortometraje en el 2009 titulado 'Yakumama' (Madre Agua), donde hablaba con nostalgia sobre los ríos de Cajamarca y toda la vida que se perdió por la contaminación de las minas. Eso lo hizo como parte de un taller que promovimos con la gente de DocuPerú en Cajamarca, para capacitar líderes de comunidades y activistas. Aunque no asistí al taller, vi su corto y me gustó mucho. Fue la primera referencia que tuve de ella y su vínculo espiritual con el Madre Agua.
¿Cuándo decides que ella sería la protagonista?
Luego de las movilizaciones de los guardianes de las lagunas de Conga, pude ver las fotos de los campesinos alrededor de las lagunas y me impresionaron. Allí había una gran historia, pero no encontraba aún la mejor manera de contarla. Quería algo nuevo, que no fuera una repetición o prolongación de 'Choropampa', mi primer documental en Cajamarca. Los primeros fondos para el proyecto llegaron con el compromiso de hacer algo sobre ello desde el punto de vista de las mujeres que defienden sus derechos. Eso fue hacer clic. Y aunque hicimos un casting para el documental y empezamos a preguntar, siempre volvía el nombre de Nélida a nosotros, de distintas personas y organizaciones. Cuando la conocí y hablé con ella, sentí que encarnaba de una forma muy peculiar la lucha por las lagunas de Conga, en una dimensión poética y espiritual escasamente representada en los medios tradicionales. Me fascinó.
El documental tiene varios hitos de la historia de Conga, la marcha a Lima, la declaración como zona de emergencia... y estuviste en todos. Pero también tiene escenas llenas de belleza y verdad como Nélida de espaldas mirando la laguna. Javier Corcuera me decía el otro día que la realidad nunca te traiciona, que cuando parece que nada quedará en el montaje, de pronto la realidad aparece y te regala lo que nunca imaginaste. ¿Cuál es tu relación con la realidad y con su magia?
La realidad tiene un embrujo particular, está tan cargada de subjetividad, de percepciones y puntos de vista, que me resulta muy enriquecedor observarla, identificar posibles relatos y formas de interpretarla. Lo que me gusta de hacer documental es trabajar en equipo, porque así tienes más ojos para mirar bien, más claro, para cotejar las distintas lecturas, no solo durante la filmación, sino en especial durante el montaje, la escritura final de la película. Y cierto, la realidad siempre te sorprende, te obliga a visionarla una y otra vez buscando sus instantes de verdad, en un gesto, una mirada, en un silencio.
Está claro que, sobre todo en tiempos recientes, hay un renovado interés por contarnos desde la no ficción. Tu documental, sin embargo, abre una línea inédita en el tema de la denuncia. ¿Te costó posicionarte de una manera tan clara en contra de una minera?
Estoy posicionado a favor de la gente, de la tierra y el agua; no contra una minera en particular. De hecho, pienso que es una actividad necesaria y que estos documentales pueden señalar lo que se está haciendo mal en la industria y en el Estado para, de esta manera, poner un granito de arena por una nueva minería, más respetuosa con la gente y con el medio ambiente. El documental pretende mostrar el punto de vista de las personas afectadas que no siempre es recogido en los medios de comunicación masivos. Con estos elementos, las personas pueden formarse una opinión propia.
Una de las decisiones más interesantes que me parece tomaste para el documental fue contrastar mundos: el verde y húmedo paisaje cajamarquino frente a la sequedad de una zona ya explotada por la minería en Bolivia o la vida de la joyera en Holanda. ¿Cuándo y cómo te diste cuenta de que tenías que contarlo de esta manera?
En la investigación, estábamos en busca de contrastes, similitudes y zonas grises, para enriquecer la historia de Nélida. En Totoral, en el Cañón de Antequera, Bolivia, encontramos un flashforward perfecto hacia el futuro que teme Nélida y los guardianes de las lagunas: un pueblo que vive con un hilito de agua, luego de años de actividad minera. También nos metimos en un socavón, con mineras cooperativistas, que nos dijeron que lucharon por ese derecho de trabajar la mina, porque si no trabajan, no comen. Saliendo del socavón, vamos al taller de la joyera Bibi van der Velden que contempla su bello trabajo y la acompañamos a Madre de Dios, donde se pregunta si es posible seguir haciendo su arte con oro limpio, para que la gente no lleve sangre colgando de sus cuellos, muñecas y oídos. Son historias paralelas que le dan un contrapunto a la historia de Nélida, acumulan sensaciones y despiertan preguntas en el espectador.
¿Cómo fue el trabajo a nivel textual con la protagonista? ¿Cómo encontraste el equilibrio entre lo que ella tenía que decir y la forma en la que tú querías decirlo?
Partimos de que Nélida consideraba a la laguna como un ser vivo, como su madre. Y ahí entraba yo, y le pedía imaginarse tenerla al frente, para saber qué le diría, cómo le contaría esto o aquello. Y fueron surgiendo cosas muy especiales que jamás hubiéramos logrado si yo me ponía a escribir el texto, como por ejemplo, eso que dice ella de que el agua es la sangre de la tierra y que los dueños de las lagunas son el duende y la duenda. Fueron horas de horas de grabaciones, notas de rodaje, ensayos y errores, para encontrar el texto, el código, el tono de ella hablándole a la laguna. Al inicio del proyecto, yo era el narrador y filmamos algunas secuencias incluso conmigo frente a cámara. Pero el poder con el que emergió la voz de la Hija de la laguna, me sacó sin dudas de ese rol. Había más bien que prestar mi oficio a que esa voz encontrara la mejor forma de expresarse.
Las imágenes de la represión en la Plaza de Armas de Cajamarca, que se sella con la detención del padre Arana y la muerte de cinco personas, es uno de los momentos culminantes del documental. Y Guarango estaba con su cámara en la primera fila de fuego. ¿Qué nos puedes contar de ese intenso momento del rodaje?
Todo esa secuencia está hecha con imágenes de archivo que recopilamos de todas las fuentes posibles. Parece que estuviéramos allí, porque junto al editor nos pasamos semanas construyéndola para provocar que el espectador sintiera que está allí, presenciando todo con sus propios ojos. Esa es la riqueza del trabajo en equipo. El documental se presta para narrar y plasmar lo que otros también han registrado, enriqueciendo este "álbum familiar". El pago a la laguna, donde Nélida posa sobre ella las fotos de las cinco personas que perdieron la vida durante esas protestas en el 2012, eso sí lo filmamos nosotros.
Tu anterior trabajo, 'De ollas y sueños', era una celebración de un momento importante de nuestra culinaria, en este, en cambio, te acercas a un tema que es dramático para muchos peruanos, que habla de nuestras fisuras más crueles. ¿En qué línea piensas seguir trabajando?
Con la viralidad del tráiler y los miles de comentarios recibidos, me provoca ahora explorar nuevos formatos, con una conexión más cercana con la gente, en una comunicación de ida y vuelta con el público. Como lanzar un avance de un nuevo proyecto en pocos minutos, recibir feedback y seguir construyendo algo más largo o seriado, que funcione en diversas plataformas, a tono con la manera de consumir de la gente ahora, que quiere ver algo que le interesa ya, en cualquier lugar o dispositivo, y que te da un minuto para que atrapes su atención, porque si no, es probable que salte a otro contenido. Es un reto para mí, acostumbrado a proyectos de largo aliento, a invertir tres o cuatro años haciendo un largometraje para recién lanzarlo a la gente.
La historia de Nélida, como la historia de Máxima y de tantos campesinos que han decidido dar guerra a los que amenazan su hogar y ecosistema no son historias cerradas. Lo más inquietante de una película documental es que la vida sigue y sigue, tanto que para cuando se estrena ya muchas cosas han cambiado. ¿Cuáles han sido tus frustraciones en ese sentido, lo que se quedó fuera? ¿Y qué ha pasado en este tiempo con Nélida, con Conga, con los espíritus de la laguna?

La verdad que no tantas, ya que esta vez nos centramos en la vida de un personaje y su determinación de seguir luchando pese a todo, más que en la cronología de un conflicto. Nélida está en el último año de sus estudios de derecho. Está investigando para su tesis. Y viene a estrenar la película. Conga sigue en tensa calma, alterada por incursiones de la policía en el terreno de Máxima Acuña y contra los guardianes del agua que siguen cuidando sus lagunas.



Escrito por

Gabriela Wiener

Es escritora y periodista. Colabora en El País Semanal, La República y en La Mula. Su último libro es "Llamada perdida".


Publicado en

Redacción mulera

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