Mañana, 15 de agosto, es el cumpleaños número 25 de mi mejor amiga imaginaria, así que parece más que adecuado celebrarlo recordarlo volviendo a ver algunos de los momentos que la han convertido, al menos desde nuestro lejano punto de vista, en una de las celebridades más 'auténticas' de Hollywood.

Jennifer Lawrence es una de esas celebridades de las que una siente que podría ser amiga, si ambas viviésemos en el mundo real. Lamentablemente, yo vivo en el mundo real y ella en ese Monte del Olimpo llamado Hollywood. 

Quizá querer que J.Law -o, como me refiero a ella en mi cabeza, Jennifer- sea mi mejor amiga sea una de las formas más mainstream de aproximarse al mundo de las estrellas de cine, y sería más adecuado para mi pose hipster tener este tipo de amor platónico con alguien más caleta, como Xavier Dolan o Mélanie Laurent, pero no hay nada que hacer: desde el momento en que la vi tropezarse subiendo las gradas para recibir el Oscar por su trabajo en la extrañamente grandiosa Silver Linings Playbook, supe que, en un universo paralelo, estábamos destinadas a emborracharnos juntas en bares de mala muerte.

Mi relación con ella es como la del personaje de Seth Rogen en Knocked Up: él sabía que se llevaría excelente con Vince Vaughn (probablemente sea así en el mundo real).

El lado positivo del abismo que separa nuestras castas es que puedo imaginar todo esto sin tener que enfrentar la muy real posibilidad de que, en primer lugar, sea verdad eso de que es mejor no conocer a tus ídolos (porque suelen no ser lo que parecen en la pantalla) y, en segundo, J.Law sea tan chévere como todo parece indicar, pero yo no. Lo último parece mucho más aterrador.

'Jennifer', a punto de cumplir 25 años, no solo ha ganado un Oscar, sino que ha sido nominada al premio tres veces. Protagoniza una franquicia multimillonaria mientras hace los papeles que la convierten en una actriz cada vez más talentosa. Tiene una milagrosa relación con el director David O. Russell, que la ha hecho nominar al Oscar en sus dos colaboraciones pasadas y con quien está terminando una tercera. Es capaz de interpretar a una viuda joven con bipolaridad (Silver Linings Playbook), a una madre divorciada con problemas de alcohol (American Hustle) y a una mutante azul que nunca superó la adolescencia (X-Men).

Mientras hace todo esto, es decir, mientras trabaja doce horas al día y vive en tráilers por meses actuando en roles emocionalmente cargados de drama y angustia, es capaz de imitar a Cher en el programa de Conan, de bailarle a Jennifer Lopez con Jimmy Fallon y de meterse en un video de Jeff Bridges para terminar entrevistándolo.

Pensándolo bien, después de una hora hora viendo videos en los que hace chistes sin parar, quizá no nos llevaríamos tan bien después de todo. Qué suerte que nunca lo sabremos.


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