En Málaga, una de las más recientes obras del dramaturgo suizo Lukas Bärfuss, una pareja en proceso de divorciarse tiene problemas para encontrar a alguien que cuide a su hija de siete años durante un fin de semana. Vera (Nani Pease), la madre, tiene planeado un viaje a Málaga con su nueva pareja; Michael (Haysen Percovich), el padre, quiere asistir a un congreso de doctores del oído interno. Aunque, en teoría, la responsabilidad de ese fin de semana recae sobre Michael, a quien le toca quedarse con Rebekka, Vera se toma el trabajo de conseguir a un reemplazo para la niñera habitual, que está enferma: Alex (Gabriel Gonzales), el hijo de una amiga suya que tiene 19 años y quiere estudiar cine. 

Desde el principio, está claro que la mayor parte de la carga dramática cae sobre Nani Pease. Bajo la dirección de Tirso Causillas, que es su colega y su pareja, Pease aparece como una mujer fuerte y ducha en la toma de decisiones. La transformación de su personaje es un poco abrupta, pero la actriz consigue mantener la tensión y la coherencia de Vera durante la mayor parte de la obra. 

Haysen Percovich, por su parte, presenta una actuación menos regular: con una cojera inexplicable, su Michael es un hombre desagradable cuyo matrimonio con la ejecutiva psiquiatra Vera no parece tener razón de ser. Demasiado concentrado en ser el “cabrón reaccionario de cabeza pervertida”, como se define a sí mismo al principio de Málaga, Percovich no consigue darle a su personaje una dimensión que explique por qué Vera se habría enamorado de él alguna vez.

Aunque Gonzales, por su parte, logra su cometido como joven perturbado, es algo desconcertante que, con las evidentes señas de comportamiento errático que demuestra el tal Alex, la psiquiatra Vera no reaccione de inmediato ante el riesgo de dejar a su hija con esta persona. Es aquí donde empiezan los problemas de calibre de Causillas, que da rienda suelta a un Gonzales que ya está desquiciado cuando lo vemos por primera vez. Por más absorbente que sea la locura del Alex de Gonzales, su intensidad se presenta desde su primera aparición en escena como la de aquel Alex paradigmático de La naranja mecánica, a quien nadie pensaría ni por un minuto dejar a solas con una persona de siete años.

Los mejores momentos de Málaga son el antagonismo entre Alex y Michael y la posición de poder en la que Alex se descubre a sí mismo y la primera escena, en la que Pease se luce actuando con Percovich. Además, el diseño de la escenografía y el uso de elementos audiovisuales no solo para intervenir simbólicamente en el desarrollo de la trama sino para formar parte de la escena están perfectamente planificados y utilizados por los actores. En este sentido, esta es una obra que demuestra un amplio dominio del oficio teatral: la actuación, la escenografía y la integración natural entre ambas cosas tienen al espectador al borde de su asiento la mayor parte del tiempo. Sin embargo, parece que hace falta mirar con mayor detenimiento los fondos del guión de Bärfuss.

Me explico: quizá el problema en esta realización de Málaga sea el tono con el que se ha asumido el montaje. Como está planteada, la conclusión de la obra termina por confirmar todos los males vaticinados por el reaccionario Michael. Así, Vera se ve obligada a asumir la responsabilidad sobre sus propias ganas de tener tiempo para sí misma en Málaga, que ella había declarado un derecho; Alex resulta ser todo lo que prejuiciosamente se creía que podía ser; Michael vuelve a aceptar en sus brazos a Vera como un pastor magnánimo aceptaría a una oveja descarriada.

Solo haría falta una ligera variación en el tono de la puesta en escena para cambiar desesperanza por sorna, tragedia por melodrama, oscuridad por hipérbole: la exageración está ahí, en la historia narrada, pero Causillas ha decidido interpretar literalmente esa historia, dando lugar a una obra que no denuncia ni aligera la carga excesiva de las mujeres como madres, sino que la reafirma. En esta interpretación, no asumir la carga es dar pie al desastre.

Más allá de mis discrepancias respecto a cómo hacer que el mensaje de Málaga no sea que Vera nunca debió divorciarse de Michael, el valor de esta puesta en escena está justamente en que abre el espacio para debatir los matices y límites de la responsabilidad de las mujeres como madres, como esposas y como personas en sí mismas. El montaje de Causillas no solo plantea el tema, sino que lo hace con la belleza y la intensidad que solo el teatro permite.


/Nos/otros Teatro presenta Málaga hasta el 30 de agosto en el Teatro Mocha Graña. De viernes a domingo, 8:30 pm. Entradas en Teleticket y en la boletería del teatro: General S/.30 y estudiantes S/.15.


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